Cecilia Bákula
Una tregua indispensable
Nuestro país parece caminar en el borde del abismo
El ambiente pre electoral se va “caldeando” y poco a poco los distintos grupos políticos muestran sus listas a los diversos cargos que tendrán que ser elegidos en abril del 2026. No obstante, esa inminente y principalísima preocupación de algunos no es óbice para que haya sectores que insisten en hacerle difícil la vida al presidente José Jerí. Como bien sabemos, Jerí asumió la presidencia hace menos de un mes, el 10 de octubre de 2025, luego de una curiosamente rápida acción de destitución por incapacidad moral de Dina Boluarte, quien había sido presidente de la República en reemplazo de Pedro Castillo.
Debo entender que la gota que rebalsó el vaso fue el atentado que con un final que pudo ser fatal, se perpetró en el concierto de un grupo musical muy popular. Cierto es que la inseguridad ciudadana era (y sigue siendo) un flagelo creciente, pero la señora Boluarte había dado ya más de una razón para que se le aplicara la moción de vacancia por “incapacidad moral”. Y esos hechos, confirmados y graves, no habían sido tenidos en cuenta en su momento.
Una maniobra a mi criterio desestabilizadora fue la que concluyó con la salida de la primera mujer en ejercer la presidencia de la República. Y lo digo no porque crea que ella haya hecho las cosas bien –porque las hizo muy mal– sino porque la censura pudo haberse realizado meses antes, por actos de conducta conocidos. En esas circunstancias, se dio la asunción de Jerí Oré, quien lleva una pesada mochila por su casi precario ingreso como congresista y por temas personales que siguen siendo materia de atención.
En una movida, de esas a las que el actual Congreso nos tiene acostumbrados, Jerí fue designado como presidente del Poder Legislativo, y es en esa condición en que, por el criterio de sucesión constitucional, asumió la jefatura del Estado. De inmediato, la reacción de los revoltosos, entre los que se infiltran personajes vinculados al violentismo, y la destrucción buscaban quebrar el precario orden y la delicada estabilidad política en la que nuestro país se mueve y optaron por iniciar las acciones que llevaran a una situación de extremo, como la que se vivió durante el fugaz gobierno de Merino.
No obstante las revueltas y el clima exacerbado de agitación y violencia y a pesar de la pérdida de una vida humana en los actos de la supuesta “queja pacífica”, Jerí logró cruzar el Rubicón; estableció un buen gabinete de ministros y obtuvo la confianza por parte del Congreso; habría sido inadmisible que los mismos votos que lo llevaron al sillón de Pizarro, le impidieran iniciar su gestión política, aunque, en nuestro país, hasta esa incongruencia habría sido posible.
Debemos entender que se trata del ejercicio de una función pública de manera transitorias, con la finalidad de que se cumpla el periodo de gobierno que inició Pedro Castillo y que culmina, indefectiblemente el próximo 28 de julio; es decir que no se le puede pedir a José Jerí milagros pues le toca mantener el equilibrio, la tranquilidad y garantizar la realización de un proceso electoral que, Dios lo permita, signifique el inicio de un periodo de tranquilidad democrática y de responsabilidad política y ciudadana. Si bien el Perú goza de una buena situación económica debido al alza de algunos precios y a la agro exportación, todo ello puede fluctuar y esa realidad positiva, podría verse afectada con el recrudecimiento de la violencia, el terror, una mayor pérdida de confianza y un agravamiento de la agitación en diversos puntos del país. Sabemos, por triste experiencia, que la violencia y el caos alejan el progreso, debilitan la inversión y deterioran la indispensable estabilidad que el país necesita.
Es bueno reconocer que el joven presidente está demostrando voluntad de acción en los campos más críticos como los que se asocian a la subversión, la inseguridad y el manejo de la inseguridad ciudadana que es uno de los clamores más recurrentes por parte de la población. Sí creo que debería tomar medidas más drásticas como expulsar definitivamente del país a quienes se identifica como promotores de la violencia, el crimen y la extorsión y ser así un defensor de la soberanía; desenmascarar sin temor a los agitadores y lograr que las acciones visibles que se da en Lima se repliquen en diversas regiones . En todo ello, vale reconocer el apoyo que brinda a las fuerzas del orden, rescatando el respeto que se les debe.
Se enfrenta a un creciente descrédito de la clase política y por ello, debe andar en la cuerda floja porque, lamentablemente, el país se ha acostumbrado a una fácil transición presidencial y ello puede resultar muy peligroso. Son muchas las necesidades por atender y mucha la frustración de la población que ha visto desfilar por palacio de gobierno a personajes de toda calidad, catadura y desenmascarado interés personal, pero son pocos los meses que resta y, en el naciente ambiente pre electoral, no se puede pedir más que atender a lo urgente y amainar las tempestades.
Así como Jerí llegó a la primera magistratura de forma legal, pero circunstancial, lo mismo pasa con quienes ahora ejercen tanto la presidencia del Congreso como la alcaldía de Lima; ocupan puestos vacantes y a ellos les corresponde no darse de grandes actores, sino ser capaces de gestionar la crisis y el momento actual. Es decir que, en manos de autoridades transitorias y casi “casuales” estamos confiando en la precaria estabilidad de nuestra estructura política. Pienso que lo lograrán y que llegaremos al ejercicio de un proceso electoral que, a pesar del descalabro de la RENIEC por las acciones que viene realizando y por la poca confianza que con tanta eficiencia se ha ganado tanto la ONP como el JNE, debemos llegar, si no fortalecidos, menos debilitados al 16 de abril próximo. Deberán ingresar a los cargos que serán elegidos, personas probas, capaces y con voluntad de servicio y claro que las hay, claro que hay quienes desean apostar por adecentar la política y permitir que la estabilidad, el progreso y la eficiente transparencia sean realidad.
Nuestro país parece caminar en el borde del abismo por lo que debemos apuntalar a quienes hoy, aún de manera transitoria, están en la obligación de sostener al Estado de derecho, porque nos estamos jugando el futuro y en este partido, todos tenemos un rol, todos tenemos una acción que hacer y una acción que evitar y para ello, es indispensable dar una tregua a la crítica barata, al juicio contraproducente, lo que no significa ser parte de una ciudadanía vigilante, expectante y necesariamente madura.
















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