Un significativo reordenamiento urbano

Habiendo concluido el año pasado las celebraciones por el bicentenario de la Independencia, con el recuerdo de las gloriosas batallas de Junín y Ayacucho, es muy interesante que se estén dando algunas acciones y gestos que deben permitirnos entender y asumir con plenitud y orgullo, nuestra condición de nación mestiza. Me refiero a la decisión tomada por la Municipalidad de Lima, a través de ProLima, de proceder a la reubicación de dos monumentos que reflejan, en nuestra capital, momentos e historias.

En primer lugar, se ha trasladado a su lugar primigenio la piedra de tipo ceremonial o wanka, que recuerda a Taulichusco, quien fuera el último gobernante inca de este valle; esa wanka fue puesta en el Pasaje Santa Rosa, muy cerca a la Plaza de Armas en 1985, durante la alcaldía de Alfonso Barrantes Lingán, cajamarquino de origen, que comprendía bien la necesidad de tener presente el origen nativo de nuestro pueblo y su fusión con el universo español y occidental . Años después, dicha pieza pétrea fue colocada en la intersección del propio Pasaje Santa Rosa con el tramo de Diego de Rivera, mas ahora lo vemos dando la cara a la Plaza de Armas y a Palacio de Gobierno, como un gesto simbólico del valor cultural de los pueblos que en tiempos ya lejanos habitaron, este espacio hoy urbano y capitalino.

En su lugar se ha instalado, ojalá ya de manera definitiva, la escultura ecuestre de Francisco Pizarro. Se trata de una hermosa pieza de bronce elaborada por el estadounidense Charles Cary Rumsey y fundida en Nueva York; la escultura fue donada en 1935, como acto simbólico para conmemorar los 400 años de fundación de nuestra ciudad. Inicialmente fue colocada en el atrio de la catedral y durante la gestión edil de Eduardo Dibós, se le ubicó en una pequeña plaza en el cruce de los jirones De la Unión y Conde de Superunda, quedando en la esquina entre el Palacio de Gobierno y el Palacio Municipal.

En un momento se levantaron voces discordantes y destempladas respecto al hecho de que el “conquistador” no podía estar en un lugar tan prominente, como si la historia fuera una realidad que puede ocultarse o cambiarse, en vez de conocer e interpretar los hechos. Desconozco las razones reales que tuvo Luis Castañeda para retirar esa preciosa escultura y llevarla a un emplazamiento a tras mano y luego trasladarla, sin la base que le correspondía, a un lugar en la zona del Parque de la Muralla.

Hoy, cuando creo que se ha reflexionado mucho más sobre la realidad mestiza de nuestro ser y la importancia de identificar nuestros orígenes comunes, asumiendo esa realidad como una de las fuentes de nuestra riqueza cultural y en esas circunstancias, el reordenamiento y ubicación de estos elementos de ornato y gran simbolismo vuelven a ser colocados en el lugar adecuado. Bien ha dicho Luis Martín Bogdánovich, gerente general de ProLima que el 2025, será posible reconocer el valor de ambos personajes: Taulichusco y Pizarro y permitir a los limeños y visitantes admirar no solo ambos elementos, sino lograr comprender los principios fundantes de nuestra esencia.

Vale recordar que al momento de la fundación primigenia de Lima, Taulichusco estuvo presente y que Pizarro eligió este emplazamiento para la nueva ciudad por considerar que tenía todas las características indispensables para su éxito seguro como urbe principal, destacando el buen aire, el buen clima, la buena gente, las buenas tierras, la buena agua y la cercanía al mar. Quizá este mes en el que Lima celebra su 490° aniversario podríamos pensar en cuáles de todas esas bondades hemos sido capaces de conservar y, si no es ya momento de mostrar con hechos nuestro compromiso con los casi 500 años de nuestra hermosa ciudad, asumiendo que somos herencia fundida en el más amplio crisol y que por nuestras venas corre sangre de muy diversos orígenes. No me cabe duda que ello es, en gran medida, la riqueza y singularidad del Perú.