Un nuevo enfoque de la seguridad ciudadana latinoamericana

Se afirma que la criminalidad está dos pasos adelante del Estado, una idea que se ha consolidado en los últimos años debido a la situación que vive nuestra región.

Uno de los problemas sociales que en la actualidad tiene mucha fuerza y que ha escalado en la sociedad es la criminalidad transnacional, fenómeno que abarca muchas causas,  entre ellas la globalización desmedida que estamos viviendo. El flagelo del crimen organizado ha logrado eventualmente anular la capacidad de respuesta de los Estados y gobiernos, que en los últimos años han estado enfocados principalmente en implementar y perpetuar sistemas con gran carga ideológica, orientados a una reforma progresista que ha generado más resultados negativos, que positivos. 

Otro factor para tener en cuenta es la búsqueda de una protección ideal y utópica de los derechos humanos, que otorgó inadvertidamente carta blanca a la criminalidad para organizar eficientemente sus aparatos delictivos, permitiéndoles aventajar a las acciones de las administraciones públicas. Actualmente, las extorsiones, los crímenes por encargo, el tráfico de personas y los delitos informáticos, entre otros, no son realidades exclusivas de un solo país. Estas formas de delincuencia se han expandido debido a sistemas de administración de justicia débiles y obsoletos, fuerzas policiales corruptas y una informalidad generalizada que ha propiciado el fortalecimiento de este fenómeno.

Las estructuras actuales del crimen organizado difieren de las de los grupos terroristas, tienen un comportamiento diferente y se presentan en contextos distintos, por lo que implementar estrategias similares no da resultados. Mientras que a estos últimos se les viene combatiendo desde la década de 1970 con estrategias que involucran a las fuerzas militares, al crimen organizado se le enfrenta con fuerzas policiales competentes para abordar este problema social.

Entre las principales causas del auge del crimen organizado también se encuentran:  la migración irregular y descontrolada, la pobreza exacerbada por la pandemia, la falta de oportunidades para los jóvenes y la crisis de la familia como institución fundamental en la formación de ciudadanos íntegros.

 

Reinventando la estrategia

En estas condiciones se hace imprescindible reinventar las estrategias basadas en el liderazgo de los jefes de Estado para plantear una lucha frontal contra este fenómeno. ¿De qué manera? En dos frentes: el interno y el externo.

En el primero, se debe entender que el inicio de la actividad delictiva es cada vez más temprano. En ese sentido, la tipificación de los delitos se puede clasificar en rangos de edad y crear regímenes penitenciarios especiales para adolescentes, no desde la calificación de sus actos delictivos como infracción, sino como delito, recibiendo la pena correspondiente. Esto permitiría crear un régimen en el cual sí puedan resocializarse.

Se debe buscar la interacción en el frente interno del sector privado, de la comunidad organizada y de la ciudadanía en general. Esta integración permitirá desarrollar acciones importantes ante esta situación, como la inteligencia ciudadana, comités de protección ciudadana y la construcción de complejos penitenciarios con apoyo de la inversión privada.

En el frente externo, se deben construir tratados internacionales que permitan integrar los sistemas de migración, donde a través de la tecnología se pueda acceder en tiempo real a información de los ciudadanos que ingresan y salen de los países, y poder detener a aquellos que han cometido actos delictivos.

La formación policial debe incluir cursos relacionados con la criminalidad transnacional y utilizar la tecnología como medio de investigación, para desarrollar capacidades que permitan estar un paso adelante en esta lucha.

En conclusión, ya no es tiempo de pensar que nuestra región tiene realidades disociadas, sino que se debe buscar la gran gesta del frente común, lo cual será el inicio de la victoria de nuestros países ante nuestra realidad actual.