Antero Flores-Araoz
Todos, algunos o ninguno
Las tres posiciones frente al adelanto de elecciones
Después de ser legítimamente vacado el profesor Pedro Castillo de la Presidencia de la República por haber perpetrado UN golpe de Estado, aunque nadie le hizo caso, asumió la Presidencia su vicepresidente, Dina Boluarte. Era lo que correspondía en la línea de sucesión presidencial prevista en la Constitución; al igual que lo fue en su momento el reemplazo de Pedro Pablo Kuczynski por Martín Vizcarra.
En cuanto la señora Boluarte juramentó el cargo y nombró a su gabinete ministerial, bastante aceptable por cierto, se levantaron voces exhortando a “que se vayan todos”. Esto es, la presidenta con su gabinete y también los congresistas. Hubo otras voces, menos beligerantes, que propiciaban que solo se vaya Dina Boluarte con su gabinete y se llame a nuevas elecciones solo presidenciales para completar el período quinquenal.
Por último, había una tercera posición: que no se vaya nadie, que se queden todos. Esta alternativa, que era del gusto de la presidenta Boluarte y de los congresistas. Pese a las fintas y escenografía que montaron los congresistas para anticipar las elecciones, en realidad su intención era otra: quedarse hasta sus reemplazos en julio del año 2026, que es lo que de acuerdo a la Constitución corresponde.
Como hemos observado y resumiendo, las posiciones eran tres: que se vayan todos, que se vayan algunos y que ninguno se vaya. Bueno pues, analicemos las opciones. El que se vayan todos –esto es, la presidenta, su gabinete y los congresistas– requiere repetir lo hecho en el año 2000 ante la vacancia de Fujimori y la asunción presidencial de Paniagua. Se tuvo que reformar parcialmente la Constitución incorporando disposiciones transitorias. Esto requiere no menos de 87 votos a favor en el Congreso, en dos legislaturas ordinarias sucesivas. También se podría, en teoría, en una sola legislatura mayoría de votos, más un referéndum confirmatorio.
La votación calificada es imposible de lograr, habida cuenta del gran número de bancadas parlamentarias y posiciones antagónicas. Hacerlo con simple votación mayoritaria más un referéndum implica una campaña electoral y la postergación de urgentes decisiones gubernamentales. Además faltaría tiempo para hacer algunas reformas esenciales, de normativa electoral. Esta alternativa queda descartada.
La segunda –es decir, que se vayan algunos– implica la vacancia de Dina Boluarte o su renuncia. En ambos casos asume la presidencia transitoriamente el presidente del Congreso, que debe llamar de inmediato a elecciones (art. 115), ya que no hay otro vicepresidente.
La variable de que se vayan los congresistas pero quede Dina Boluarte, requiere la previa censura o negación de confianza a dos gabinetes, con la disolución del Congreso, así como convocar de inmediato a elecciones parlamentarias dentro de los cuatro meses de la fecha de disolución (art. 134). Como vemos, esta opción tampoco es muy aceptable.
La última alternativa es que se queden todos, que parece que es la que toma cuerpo, toda vez que si se anticipa cualquier clase de elecciones no hay tiempo para las reformas electorales indispensables. Tampoco para que los partidos que están en proceso de inscripción oficial logren su cometido y menos para constituir alianzas serias. Esta opción requiere que tanto el Poder Legislativo como el Ejecutivo sean eficientes y exista reconocimiento público, lo que no es fácil.
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