Tapar el sol con el dedo

¿Quién es la autoridad en Perú? Hago la pregunta porque Dina Boluarte igual viaja a Suiza (con permisos constitucionalmente cuestionables) alucinando que el Perú es un país tranquilo, mientras la delincuencia campea a tal punto que el Ministerio Público es objeto de un ataque terrorista en La Libertad, sin que el ministro Santivañez presente su renuncia. O que al menos el premier Adrianzén informe de su próximo cambio al retorno de la presidente.

La situación es preocupante, pero no es sorprendente. Como en todo gobierno allegado a la izquierda, la relativización de las tragedias es parte del pan de cada día. Nunca se hacen pronunciamientos claros ni se toman acciones directas para combatir los problemas que realmente afectan a la población, porque es mejor dar migajas y sostener esperanzas que dar soluciones y eliminar dependencias.

Entonces, ¿Hay alguien que sepa qué hacer, además de quejarse?, ¿Acaso el discurso de pedir que entren técnicos al Gobierno resuelve algo? Los señores Adrianzén y Santivañez, ¿saben o pueden hacer algo más que apañar los problemas de la presidente?

La parte interesante es, que el famoso “centro político” –tierra de nadie en este momento– o quienes creen que son de centro, junto con la izquierda sentimental y permanentemente traicionada, vienen presionando para que se vaya Dina Boluarte, pero sin plantear nada nuevo; es decir, además de la trillada reforma constitucional y algún discurso de quejas a mano de un aspirante a caudillo con propuestas efímeras, nadie nos trae nada nuevo.

En el Perú, hay demasiados políticos con rabo de paja. Y lo peor es, que eso ya parece una enfermedad, antes que un defecto aislado; porque aparentemente no hay un partido en el que encontremos alguien adecuado; o al menos aún no se muestran. No es posible que a la fecha no tengamos líderes sin temor a un “periodicazo”, a la presión mediática o la politización de la justicia. Y este es un importante factor a combatir, porque ha desencadenado la ridícula sucesión de siete presidentes en solo diez años: Humala, PPK, Vizcarra, Merino, Sagasti, Castillo y Boluarte.

Así las cosas, por una parte se entiende las razones para que Boluarte siga en la Casa de Pizarro, pues aun cuando no parece tener méritos técnicos, políticos ni morales; su permanencia allí garantiza un número menos vergonzoso en la estadística. Y teóricamente permite a los partidos serios (si acaso los hay) preparar mejor sus cartas y proyectos para la próxima campaña.

Sin embargo, como en el Perú somos ansiosos y casi adictos a las situaciones límite o extremas, no debería sorprender si vacan a Dina al día siguiente de convocar a las elecciones del 2026. Y con su pésima gestión tampoco creo que tenga resto para llegar hasta julio del 2025.

Esperemos que la ansiedad no nos gane y no vaquen a Dina antes de acabar su periodo o de que convoque a las correspondientes elecciones. Aunque parezca cruel o desconsiderado, pienso que debe quedarse hasta el 2026, a menos que no pueda garantizar un resultado veraz de la elección. Luego de tantas catastróficas gestiones a manos de los caviar-wokes, la centro izquierda y la izquierda (quien diga que vivimos un gobierno de derecha, solo puede ser un izquierdista tratando de lavarse las manos), no se debe implementar ningún rescate provisional que les permita mejorar ligeramente sus resultados, para luego seguir cayendo en la misma espiral de miseria, mientras “tapamos el sol con un dedo”.

No diré que Argentina o EE.UU son el camino, porque en realidad ya lo hemos hecho una vez; solo nos falta un nuevo líder que enmiende el proceso para que el resultado sea definitivo. Obviamente se necesita un representante con pantalones y consciencia suficientes para que luego de asumir el poder priorice verdaderamente al Perú, corrigiendo las barbaridades que hacen los gobernantes de turno. Y que finalmente no permita que la historia nuevamente la escriban las mentes equivocadas.