Eduardo Zapata
Smart cities
Para retornar a principios elementales de la civilización

Algunos se creen ya ad portas de la OCDE. Otros se imaginan viviendo pronto en una ciudad verde donde ciclistas y ciclo vías constituyan una metáfora idealizada de alguna próspera ciudad europea.
Sin embargo, estamos en Lima. Donde desde hace un buen tiempo hemos olvidado el concepto de calidad de vida para todos. Donde la vida misma es más bien —y cotidianamente—- un acaso más que una certeza.
Recuerdo que en paralelo con la evanescencia del concepto y realidad de urbes con calidad de vida, comenzaron a aparecer nombres que hacían sentir a algunos en la inminencia del desarrollo. Los currículos escolares —por ejemplo— iban yuxtaponiendo gradualmente, y según las modas, términos como cultura de paz, tolerancia, inclusión, derechos humanos, ciudadanía, medio ambiente y —cómo no— mucha, mucha, institucionalidad, gobernabilidad y, claro, más derechos. De minorías cada vez más urgentemente “visibilizables”, según nuestra llamada “intelligentzia”. La equidad de género, la otreidad y los enfoques transversales llegados y por llegar a la escuela habrán de terminar por asfixiar los contenidos de cada materia para anteponer el disfraz de moda. Difícil hacer física o matemáticas con “equidad de género”, por ejemplo.
Parecía no notar nuestra intelligentzia que la mera yuxtaposición de deseos no obedece a los criterios de subordinación exigidos por la cultura del libro, desde la cual supuestamente se añaden elementos.
Y hoy nos visita el concepto de “ciudades inteligentes”. Smart cities para decirlo bonito. Donde el wifi abunde y todos —en la aldea global— estemos interconectados.
Dejando claro, por lo pronto, que conectividad no es sinónimo de comunicación, y no negando la urgencia de esta, quisiéramos para nuestras ciudades —y el país todo— palabras acaso menos nice y cool y el rescate de algunas expresiones y realidades más urgentes. Una de ellas es precisamente el concepto de calidad de vida. Porque de poco valdrá nuestra conectividad si lo comunicable seguirá siendo la ausencia de valores reales, el mundo de las veleidades y modas políticas y las ciudades caóticas e inhumanas en las que vivimos.
Tal vez podríamos empezar por los humildes “buenos días” y “buenas tardes”. Por el respeto a la propiedad y al claro deslinde entre mío, tuyo y nuestro. Y por cumplir honestamente con nuestros deberes. Por retornar a principios elementales de la convivencia civilizada.
Eduardo E. Zapata Saldaña
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