Darío Enríquez

Cusco en transformación, frente a los retos del siglo XXI

Paisaje, identidad y estrategia para una metrópoli andina

Cusco en transformación, frente a los retos del siglo XXI
Darío Enríquez
11 de julio del 2025


Cusco, capital histórica del Perú y antiguo ombligo del mundo andino, se encuentra ante una encrucijada poco discutida con la seriedad que merece: su transición hacia una ciudad metropolitana. Reconocida mundialmente por su patrimonio arquitectónico y su simbolismo cultural, Cusco suele ser entendida como un museo viviente antes que como una ciudad en plena transformación. Sin embargo, bajo esa imagen patrimonial, late una urbe marcada por procesos sociales, demográficos y económicos complejos que exigen respuestas estructuradas. El desafío no consiste en frenar esa evolución—irreversible y legítima—sino en encauzarla con inteligencia, planeación y sentido común.

La provincia capital supera hoy el medio millón de habitantes, y su área de influencia directa—incluyendo distritos cercanos y ciudades del Valle Sagrado—se acerca al millón. Ubicada a 3,400 m.s.n.m., en un valle angosto rodeado por montañas abruptas, Cusco enfrenta severas restricciones físicas: su expansión territorial pone en riesgo tierras agrícolas y laderas frágiles; su densificación, si no se regula, amenaza el legado arquitectónico y paisajístico que la define.

Además, la ciudad es el principal nodo logístico de la ruta turística hacia Machu Picchu. Cada año, millones de visitantes transitan por sus calles coloniales y templos incas como antesala al Valle Sagrado y la ciudadela. Este posicionamiento estratégico otorga a Cusco un potencial económico y cultural que aún no ha sido articulado plenamente en la planificación urbana.

Tres son los desafíos clave que debe abordar el futuro urbano de Cusco.

1. Conectividad moderna con el Valle Sagrado. Las ciudades de Urubamba, Calca, Pisac y Ollantaytambo están más cerca de Cusco que muchos distritos limeños entre sí. Sin embargo, la conexión vial sigue siendo ineficiente, peligrosa y poco planificada. Una red de movilidad moderna y sostenible —ya sea por trenes ligeros, carreteras seguras o buses eléctricos— no solo integraría este espacio territorial como una gran conurbación cultural y económica, sino que descongestionaría el núcleo urbano del Cusco. Un eje Cusco-Valle Sagrado permitiría articular funciones turísticas, comerciales, educativas y residenciales con criterio metropolitano.

2. Integrar la modernidad sin destruir el paisaje. El gran atractivo de Cusco no es solo su historia, sino su paisaje: cerros sagrados, andenes, ríos y cielos limpios. Por eso, el crecimiento urbano no puede seguir basándose en la autoconstrucción, la habilitación urbana precaria, la ocupación progresiva, desordenada e ilegal de terrenos “disponibles” aunque desprovistos de mínimos servicios, mucho peor si se trata de espacio poco o nada propicios para su uso urbano. Se necesita una visión urbanística y una voluntad política que permita dotar de servicios y equipamiento urbano adecuado, sin banalizar el entorno. Esto implica reglas claras de edificación, y una relación tanto armoniosa como respetuosa con el paisaje.

3. El uso del terreno de la cervecería. En pleno centro urbano, junto a zonas patrimoniales como Wanchaq y la Av. El Sol, existe un extenso terreno industrial ocupado actualmente por la cervecería. Esta planta, que por décadas operó en medio de la ciudad, deberá desactivarse próximamente. El futuro de este espacio es crucial. Podría convertirse en un nuevo corazón urbano que reúna funciones mixtas: parque público, centro cultural, espacios de vivienda social, comercios de escala media y un llamado a la inversión inmobiliaria privada que haría sostenible gran parte de la inversión social requerida. Este equipamiento urbano de calidad podría incluir una biblioteca metropolitana y un centro de innovación turística.

Cusco no puede seguir creciendo espontáneamente. Su valor simbólico y su papel estratégico exigen una planificación urbana que combine respeto por el pasado con audacia hacia el futuro. Es momento de pensar el Cusco como una metrópoli andina del siglo XXI: viva, integrada, sostenible y, sobre todo, profundamente andina e hispana, hija predilecta del mestizaje de dos grandes culturas: la andina y la hispana.

Darío Enríquez
11 de julio del 2025

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