Raúl Mendoza Cánepa

¡Senado, ya!

Una cámara de reflexión y revisión

¡Senado, ya!
Raúl Mendoza Cánepa
23 de agosto del 2020


El Senado es una institución esencialmente republicana.
Senatus, derivado del latín senex, que nos remite a la senectud o cámara de mayores y reflexivos. En Roma republicana llegó a tener novecientos integrantes y, aun en exceso, destacó por la prudencia, oratoria y razonamiento de sus grandes tribunos. Ratificaban las leyes en un debate centrado y hasta eran los orientadores de los magistrados.

Nació como una cámara de consulta para los monarcas de la vieja Roma, entonces con treinta sabios que proveían de moderación al régimen. Eran la solidez y la continuidad, lo que ocurre en las monarquías constitucionales. Pero, vamos, ubiquémonos en el Perú, donde los “yerros” legislativos de una sola cámara, inexperta e intemperante, conducen a la observación de las leyes por el Presidente o el Tribunal Constitucional. 

La cámara única no ha funcionado en el Perú. Y qué mayor certeza que la experiencia del Senado en el Perú, tema referencial en las conversaciones con el ex senador Enrique Bernales, con quien elaboramos hace más de una década, junto con Alberto Otárola y Eduardo Dargent, un estudio que se consolidó en un libro titulado Parlamento y ciudadanía. “Es una cámara de reflexión y revisión, cuya eficacia se incrementa cuando el proyecto de ley en el tránsito hacia el Senado, recoge la opinión pública”. No se trata de reeditar el populismo del Congreso. La tradición es la de revisar lo apresurado o desatinado, pero especialmente lo que es tema de Estado. Puede ser un espacio de consulta y de debate político sobre las grandes materias generales. 

El Senado nos recuerda a Raúl Porras, José Gálvez, Ramiro Prialé, Alberto Ulloa, Luis Alberto Sánchez, Felipe Osterling, Mario Polar y el propio Bernales. La lista es larga e incluye a ese Senado roto en 1992, con Javier Valle Riestra, Beatriz Merino, Juan Incháustegui, Miguel Cruchaga, Rafael Belaunde…

El unicameralismo de 1992 fracasó. Una fórmula alternativa podría ser la que se menciona hoy (siempre ajustando otros gastos): el nuevo Senado, elegido conjuntamente con los gobiernos regionales y municipales en 2022 para entrar en funciones en enero de 2023 (hasta 2026), con un reducido despacho. En 2026 el nuevo Senado podría, sí, cumplir los cinco años y avanzar en simultáneo con Diputados.

¿Qué tal ochenta senadores en distrito único, privilegiando la madurez y la designación partidaria por invitación dentro y fuera de su padrón? El Senado debe referir para lo que fue creado y tantear lo mejor de la intelectualidad, que no es academicismo (Mariátegui fue un autodidacta). Nada obsta para que los nuevos senadores, en la sugerida reforma constitucional, sean personas que superen los cincuenta años de edad. Con una filiación partidaria de seis meses y la imposibilidad de saltar a otro partido, una vez obtenido el escaño. 

Alan García hubiera estatizado la banca en su primer gobierno si el Senado no filtraba el proyecto. “Gerontocracia” es peyorativo como término, pero es una valoración del alto debate, ese que no se da desde 1992. 

S.P.Q.R, Senatus Populus Que Romanus, el Senado y el pueblo romano lo hicieron. Si viaja por Roma y ve esas cuatro letras en las grandes obras históricas, ya sabe de la importancia del Senado como un factor de institucionalidad, continuidad y sabiduría, tan distante del populismo. No es sueño, en cualquier caso, ¿por qué no soñar?

Raúl Mendoza Cánepa
23 de agosto del 2020

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