Cecilia Bákula

Rosa de Lima: santidad y peruanidad

El mundo entero la reconoce por sus virtudes extraordinarias

Rosa de Lima: santidad y peruanidad
Cecilia Bákula
04 de septiembre del 2023


Pareciera que en la historia de Santa Rosa de Lima se mezclan mucho la realidad, la imaginación y la buena voluntad de muchos de sus devotos. Lo cierto es que hoy por hoy las investigaciones han avanzado mucho, hasta acercarnos a descubrir, con casi mucha certeza, a lo que podría ser el rostro de la santa limeña, cuya fama, iniciada cuando ella estaba en vida, trascendió nuestro continente. Y podemos señalar que es la santa con más presencia en todo el mundo católico.

Isabel Flores de Oliva nació́ en nuestra ciudad, motivo principalísimo de orgullo, el 10 de abril de 1586, siendo la cuarta de una extensa familia y fue bautizada en la Parroquia de San Sebastián, en mayo de ese mismo año, con el nombre de Isabel, siendo entonces, para el mundo, Isabel Flores de Oliva. Hay varias explicaciones respecto al uso del nombre de Rosa y no pocas especulaciones que incluso llevan a señalar que a ella le disgustaba que se le llamara así, porque le parecía un nombre veleidoso, hasta que supo de la existencia y virtudes de Santa Rosa de Viterbo, una religiosa franciscana italiana del siglo XII a quien aprendió a imitar.

Quizá valga mencionar que en la misma pila bautismal, se bautizó también San Martín de Porres y con esto queremos destacar que nuestro país es una tierra fecunda en frutos de santidad; como resultado de la primera evangelización y ahora, con la beata Aguchita, tenemos claros frutos de la constante evangelización, algunos conocidos y los más, silenciosos y anónimos. Lo cierto es que desde los primeros momentos de la llegada del mensaje cristiano a nuestro mundo, podemos decir que, “desde entonces el jardín florecía y, lleno de perfumes, florece todavía”.

Si bien el padre de Isabel, don Gaspar Flores, arcabucero en la guardia del palacio del virrey debió tener una situación acomodada, la realidad era bastante distinta y la familia pasaba por no pocas penurias, por lo que cuando Rosa tenía 12 años, debieron trasladarse de Lima ya que su padre, fue nombrado administrador del obraje situado en las cercanías de Quives y allí permanecieron por espacio de cuatro años. Estando en Quives, recibió el Sacramento de la Confirmación, de manos del Arzobispo de Lima, Santo Toribio de Mogrovejo, quien hacía por entonces una visita pastoral por toda su diócesis. Toribio le puso, ya de manera más formal, el nombre de Rosa.

De regreso a Lima, la familia vivirá momentos de gran estrechez económica, Rosa debe ayudar con trabajo manuales, bordados y otras labores para el sustento familiar lo que nos da una idea de su laboriosidad. Rosa era, para su tiempo, una mujer instruida, sabía leer y gozaba también de la música, cuando las labores y los actos de caridad le dejaban tiempo ya que, como hacía desde niña, gustaba de la oración y disfrutaba de la buena lectura. Su madre, deseaba que, como cualquier otra joven, Rosa contrajera matrimonio, pues de conseguir un buen partido, se podría asegurar cierto respaldo para la familia en general, pero esos sueños maternos, no estaban en los planes de la hermosa joven.

En el huerto de su casa Rosa construye una pequeña celda donde pasa sus horas de oración y sale de su casa, no para veleidades de la época, buenas sin duda y habituales en una muchacha de su edad, pero ella prefiere solo asistir a misa y visitar hospitales, a pobres, a esclavos enfermos, compartiendo con ellos sus propias raciones, ya que en casa, los alimentos no eran abundantes.

Tiene muchas experiencias místicas pues el mismo Cristo se le aparece en la forma de un tierno niño al que ella llama “Mi doctorcito”. Desde entonces y con no poco recelo familiar, la gente la admiraba por la dedicación con que atendía a los más necesitados. Incluso su propia madre, que se oponía inicialmente a estas prácticas, reconoció luego la excepcionalidad de su hija y muerta ésta, dio testimonio y detalles de su vida contemplativa, de oración y caridad.

En el año 1606 Rosa se consagró a Dios, convirtiéndose en una laica entregada como Terciaria dominica, ya que su deseo real era ingresar al monasterio de Santa Clara, como religiosa de clausura, pero la realidad de su familia no lo permitía. Ella siguió viviendo en el hogar de sus padres e hizo votos privados de pobreza, castidad y obediencia, de los que solo conocía su hermano y confesores.

Entre sus santas patronas, ella tenía una especial devoción por santa Catalina y quiso imitarla viviendo también un matrimonio espiritual con Jesús y así hizo unos esponsales místicos que se sellaron el jueves santo del año 1607, con la ayuda de su confesor y la sigilosa y silenciosa complicidad de su hermano Hernando. En esa oportunidad, ella escucha esas hermosas frases del señor que le pregunta “Rosa, Rosa, ¿quieres ser mi esposa?” A lo largo de su vida ella le cantó al AMOR y se guardan como un tesoro de su espiritualidad algunas hermosas coplas compuestas y cantadas por nuestra santa como esta: “Ángel de mi Guarda, vuela y di a mi Dios que por qué se tarda, que por qué se tarda. Joven celestial, vuela al Criador, dile que sin vida yo, viviendo estoy. Dile de mis ansias el gran rigor, pues vive el que espera y me muero yo. Ruégale que venga hacia mí veloz; muéstreme su rostro que muero de amor”.

Rosa falleció en la madurez de su juventud, a los 31 años de edad, poco después de la medianoche, al empezar el 24 de agosto de 1617, susurrando: “Jesús, Jesús sea conmigo”. Los testigos señalaron que la habitación recibió lluvia de pétalos de rosa y que su cuerpo despedía un aroma limpísimo y agradable.

Fue en la casa de la familia de la Maza, amigos de ella y de su familia. Luego, el cuerpo fue revestido con el hábito de las religiosas dominicas y se le veló por corto tiempo en una sala de esa residencia y luego, transportada públicamente, en una procesión multitudinaria desde ese lugar hasta el convento de Santo Domingo. Fue la primera americana canonizada. Lo proclamó el Papa Clemente X en 1671 y su fiesta se celebra el 30 de agosto de cada año, cuando vamos hasta su casa y depositamos nuestros deseos, escritos en una carta, en el pozo que se encuentra en el jardín de la Basílica de Santa Rosa de Lima en nuestra ciudad, proclamamos nuestra fe y esperanza en su intercesión.

La devoción a Santa Rosa se inició con ella en vida; los testimonio de los milagros que ella realizó y el conocimiento de su santidad a lo largo de todo el planeta. Santa Rosa sigue siendo un símbolo de peruanidad y un testimonio potente del mestizaje. Hoy el mundo entero la reconoce en sus virtudes extraordinarias y se le asocia a la riqueza cultural de nuestra patria.

Cecilia Bákula
04 de septiembre del 2023

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