Heriberto Bustos
¿Rescatamos nuestro país?
Son momentos de unidad nacional y de autocríticas sensatas
Así como el expresidente Pedro Castillo señalaba a medio mundo “que no quería solo un medio ambiente, sino completo”; decidió tener en lugar de un poder compartido, otro único y por tanto suyo, solo suyo. Sin pensar, obnubilado por el poder e intención de zurrarse en las normas y el respeto del bien común, su ansia de soledad lo llevaría en cuestión de minutos a “trasladarse” a una mazmorra. Allí bien pudo tararear una añeja canción: “Solo como noche sin mañana / como torre sin campana / solo con mi corazón”.
Cierto que ocurrió de esa manera, pues en tan pocos minutos sucedieron una serie de situaciones: anuncio del cierre del Congreso, renuncia de los ministros, acuerdo mayoritario para la vacancia presidencial, manifiesto de las Fuerzas Armadas y policiales de seguir respetando la Constitución, etc. Y entre las sorpresivas reacciones en cada uno de los peruanos, se daría curso a la asunción constitucional de la vicepresidenta al máximo cargo del Poder Ejecutivo. Siendo el desenlace, la caída del más grande sinvergüenza que llegó al gobierno con el apoyo de quienes se irrogaban el derecho de la moralidad, y que siguieron apoyándolo siendo conscientes (tal vez cómplices) de la instalación de un grupo de delincuentes en el aparato estatal.
Importa destacar que Dina Boluarte, al asumir el cargo, afirmó tener conocimiento de la alta responsabilidad que la patria pone en ella; que respetaría las leyes y la Constitución de la República. Planteó al Congreso una tregua política para instalar un Gobierno de amplia unidad nacional, solicitando a la vez un plazo para rescatar al país de la corrupción y el desgobierno. Ofrecimientos que, de cumplirlos, conllevaría en gran medida a recuperar la tranquilidad económica y social para el país.
El desenlace mencionado va de la mano con una gran labor desarrollada contra la corrupción enquistada en el Poder Ejecutivo por la Fiscal de la Nación Patricia Benavides Vargas y la presidenta del Poder Judicial. Elvia Barrios Alvarado. Ellas, acompañadas de sus equipos, demostraron su apego a la ética profesional y responsabilidad en el cargo público; y no cejaron –a pesar de las amenazas contra su propia vida y las de sus familiares– en su persistente afán de señalar con el dedo acusador a los responsables de la afrenta a la patria.
No podemos dejar de lado (en términos de aporte) la labor de muchos periodistas que, en cumplimiento de su deber, mantuvieron una posición firme investigando, denunciando e informando las erráticas acciones del Gobierno de Pedro Castillo. Al igual que la firme posición de defender la Constitución de las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional, decisión que funcionó como catalizador en el desenlace señalado.
En las actuales circunstancias no debe descartarse la reacción de algunos personajes que, lindando con posiciones de extrema izquierda y anarquistas, consideraban estar cercanos al asalto al poder y ahora traten de enrarecer este panorama con acciones “suicidas”. Ello insistirán azuzando confrontaciones con eslóganes de “cambio de la Constitución”, “este gobierno no me representa” o “que se vayan todos”, contribuyendo a la profundización del desgobierno e inestabilidad.
La coyuntura política ha cambiado de manera abrupta, con indicios favorables para la democracia. Esperemos que el “alejamiento amenazante” de Vladimir Cerrón, que ha marcado distancias con la actual presidenta, constituya el reconocimiento del fracaso de su partido y del intento golpista. Son momentos de unidad nacional, de autocríticas sensatas, de juntar mentes, corazones y fuerzas en el afianzamiento de la democracia. Y si para ello el adelanto de elecciones representa una alternativa inevitable, asumámoslo con inteligencia y serenidad, entendiendo que por encima de los intereses personales o de grupo están los del país.
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