Cecilia Bákula
Recordando el desembarco de San Martín en Huacho
y la primera proclamación de la independencia, el 27 de noviembre de 1820
Si bien son ya 222 años de ese acontecimiento, lo traigo al recuerdo porque si no fuimos capaces como Nación de conmemorar debidamente el Bicentenario de nuestra Independencia, menos habríamos podido reconocer los pequeños momentos que fueron construyendo, como importantes peldaños, los hechos sustantivos de los grandes momentos. No en vano Huacho es reconocido como “Puerto de libertad” y quisiera traer a la memoria la importancia de ese lugar y de Huaura en el proceso de definición de nuestra historia.
Como sabemos, don José de San Martín llegó a la bahía de Pisco en septiembre de 1820 y estableció allí su cuartel general, dedicado desde un primer momento a organizar no solo a sus tropas, sino ver la reacción y compromiso de los peruanos. Su propuesta fue acogida con muy buen ánimo lo que le facilitó la tarea de conseguir recursos que eran no solo económicos sino fundamentalmente en vituallas, alimentos y cabalgaduras. Su propuesta era una invitación, no una imposición por eso se recuerda la invocación dada a sus hombres: “Los peruanos son nuestros hermanos; abrazadlos, y respetad sus derechos y decisiones…” Su presencia en Pisco motivó la realización de las llamadas Conferencias de Miraflores entre los representantes del virrey Pezuela y los enviados de San Martín, sin que se llegara a acuerdo alguno.
Luego de ese frustrado acercamiento, se determina un avance por mar con la decidida intención de dar un paso más radical; San Martín contaba con la certeza de que en Lima, muchos notables y parte de la población apoyaría la propuesta de independencia pues tenía informantes de ello. En noviembre de 1820 deja Pisco e inicia su avance hacia el norte, realizando expresas muestras de presencia y poder que buscaban hacerse notar y desestabilizar al ya quebrado poder del virrey Pezuela. Por ejemplo, frente al Callao y cumpliendo sus órdenes, Lord Thomas Cochrane, se apodera de la fragata española Esmeralda con lo que logran hacerse no solo de un navío, sino de sus 44 cañones y su tripulación y ello, inflamó la motivación positiva a favor de la causa patriota.
El desembarco final tuvo lugar los días 10 y 11 de noviembre de 1820 en Huacho, lugar propicio para acceder de allí a la localidad de Huaura, distante tan solo a unos 4 km y en donde San Martín permaneció casi ocho meses, planificando su ingreso a Lima y tomando decisiones políticas y militares de la mayor importancia. Ya desde Huacho y Huaura, don José, de alguna manera, gobernaba parte del virreinato que, en su totalidad, estaba zozobrando.
En Huaura, entre otros muchos acontecimientos, destacamos dos: la primera proclamación de la independencia, pronunciada desde un balcón el 27 de noviembre y la promulgación del Reglamento Provisional que ha de ser entendido como la primera propuesta de ordenamiento administrativo del nuevo Perú. Por todo ello, Huacho, que recibió a San Martín y Huaura que lo escuchó declarar la Independencia de manera primigenia, son cuna de nuestra acción política libertaria y es por ello que llama mucho la atención el que la casa en donde habitó San Martín y el propio balcón desde donde lanzó su proclama inicial, no hayan recibido la atención material y simbólica que permitan a todos los peruanos tener esos espacios como referentes de sucesos tan sustantivos y lugares en donde podamos sentir y saber que somos parte de un proyecto de orgullosa libertad.
El ejemplo y el mensaje de San Martín iba calando y otros hechos son dignos de recordar pues afianzaron y definieron la voluntad de San Martín de dar pasos decididos para avanzar hacia Lima. Es imposible no mencionar, por lo menos tres de esos acontecimientos que, en años recientes en que debimos recordarlos, pasaron inadvertidos, quizá para hacer creer que la proclamación de la Independencia en 1821 fue un acto aislado, casi voluntarioso y unipersonal, lo que lejos de ello, fue la conclusión de una serie de acciones a las que se llegó con la participación y anuencia de muchos ciudadanos ante la quiebra de la autoridad y la impòsibilidad de que fuera el Perú a la saga de la historia de entonces.
Esos tres hechos de gran importancia fueron, entre otros, el giro sorprendente que se dió en el memorable Batallón Numancia que había sido enviado al Perú como refuerzo para la lucha a favor de la causa del rey. No obstante, el 2 de diciembre de 1820, el íntegro de ese batallón se pasó a las filas patriotas y ello determinó, sin duda, un vuelco radical en el sentir colectivo a favor de la causa de la libertad; por ello, San Martín les concedió el honor de custodiar la bandera del Ejército Libertador.
Importante fue, sin duda, que el 29 de diciembre del mismo año, José Bernardo de Tagle proclamara la independencia desde Trujillo y que el 29 de enero de 1821, tuviera lugar el llamado Motín de Aznapuquio con el que se depuso al virrey don José de la Pezuela a quien se acusó de ser incapaz de actuar adecuadamente frente al avance de San Martín y la penetración de las ideas liberales. Ya era muy tarde. La causa de la independencia había calado en todo el continente y el Perú no era ajeno a ella; la independencia estaba tocando las puertas de Lima y tampoco el nuevo virrey podría haber detenido la fuerza de la historia.
Pero lo más importante es recordar esos hechos; sentirnos parte de ellos, sabernos poseedores de una tradición de búsqueda de nuestro propio destino. Y superar la carga doliente de pasividad hacia la construcción de nuestra historia que se nos ha querido imponer.
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