Pseudociencia de perfiles

Hace unas semanas acabé asistiendo a un curso por un despiste completamente mío. Creía que me había inscrito en un taller de oratoria, hasta que el presentador comenzó su exposición con una cita mal atribuida a muchas personas: “Puedes cambiar tu mundo cambiando una sola palabra”. Resulta, pues, que estaba en una clase de comunicación, con un grupo de personas que no entendían por qué tenían problemas de liderazgo y comunicación con sus colegas. La charla incluía algo llamado “perfil de descubrimiento”, que no era otra cosa que una serie de tests basados en los arquetipos de Carl Jung. Aquí empezó mi reticencia. ¿Como le puedes pedir a un grupo de personas con cierta formación científica, provenientes de la universidades y empresas privadas, que acepten una teoría basada en telepatía, psicoanálisis y eventos paranormales?

He hecho todo lo posible en mi vida adulta para evitar esas charlas que más bien resultan terapias de diván, pero parece que las grandes empresas gustan de usar esas tipologías. El presentador siguió con su explicación hablándonos de energías y cómo podemos subir o bajar los colores de nuestra energía, que puede ser roja agresiva, azul fría, verde tierra y amarillo soleado. Quedaba claro que nos iban a dividir en casillas de acuerdo a los conceptos de temperamento y fluidos corporales propuesto por Hipócrates. ¿Creen que la psicología se quedó en A.C?

“Díganme qué harían si estuvieran esperando un ascensor y notan que hay mucha gente dentro y aún más gente queriendo entrar”, dijo el presentador. De acuerdo a sus casillas de personalidad, cuatro de nosotros, los irónicamente rojimios, seríamos los malditos capitalistas explotadores que empujaríamos a quien esté por delante para poder subir en el ascensor. Los verdes serían los desprendidos que mantendrían la puerta abierta para que entraran las personas mayores, las mujeres embarazadas y los niños. Los más amarillentos, los extrovertidos, comenzarían a hablar con algún extraño; mientras que los analíticos azules estarían calculando el peso de las personas para poder deducir si el ascensor va a caer 40 pisos o si, por el contrario, es completamente seguro usarlo.

“¡Mi esposo es tan verde y yo tan roja, por eso nos complementamos tan bien!” exclamó feliz una señora que dijo sentirse iluminada. “Quisiera decirles que cuando hablen con franceses tienen que decir buenos días, adiós y gracias. Es la costumbre”, dijo otra señora que, por algún motivo, había tenido problemas de conflictividad. Pude ver que el ejercicio ayudó a muchos a entender por qué sus correos electrónicos o memos eran ignorados o malentendidos.  Diría incluso que la mayoría de los presentes salieron súper contentos con este ejercicio problemático de pseudociencia, que pareció más un test tipo Buzzfeed: ¿Qué tipo de papa eres? ¿Una papita amarilla extrovertida? ¿Una adaptable papa blanca? ¿Una papa huayro dispuesta a absorber todos los jugos de un estofado? ¿Una papa perricholi, inmutable incluso después de pelada? Este ejemplo funciona exactamente igual, y probablemente hasta sería rentable hacia cierto público.

Para mi sorpresa este test tiene muchos otros nombres, y es muy requerido por todo tipo de empresas, incluso las que tienen una raíz científica. Si bien como humanos preferimos encasillar todo con lo que interactuamos para hacerlo más comprensible, me pregunto por qué no cuestionamos estas pseudociencias tan bien “marqueteadas”. ¿Cuál es la diferencia entre este tipo de pruebas de colores y el reiki o magnetismo?