¿Primavera latinoamericana llegará al Perú?

Los comentaristas políticos, nacionales e internacionales, están en intensa actividad conjeturando sobre la posibilidad que la llamada primavera latinoamericana llegue al Perú. La pertinencia del análisis es obvia: casi toda la región está afectada por protestas desestabilizadoras de gobiernos, que ya cobró la primera caída, la del boliviano Evo Morales; mientras que en Ecuador, Chile y Colombia los gobernantes tienen una espada de Damocles permanente. De otro lado, en Nicaragua y Venezuela los presidentes, Daniel Ortega y Nicolás Maduro, se mantienen en sus puestos por una represión brutal y con el apoyo internacional de Rusia y China, que tienen un manejo geopolítico en la zona, superando la antigua influencia norteamericana. 

Lo manifestado y escrito hasta el momento, descarta la posibilidad que en Perú ocurra una algarada desestabilizadora, a pesar de tener un Gobierno gestionado por un mandatario que no tiene partido político y no tendrá representación parlamentaria en el futuro Congreso, que se constituirá a fines de enero próximo. Los argumentos utilizados van desde el individualismo ciudadano alentado por el emprendedurismo y la informalidad laboral, pasando por los partidos políticos desconectados de la ciudadanía, hasta las movilizaciones sociales de protesta que realizan pequeños grupos focalizados en las regiones. Mientras que las marchas en la capital no son multitudinarias

Es bueno hurgar con mayor nivel de detalle lo que ocurre con la conflictividad social en las regiones y su posible escalamiento a la capital, cosa que hoy parece imposible. La información del inventario de conflictos tiene dos fuentes: la Defensoría del Pueblo (DP), por intermedio de su Reporte de Conflictos Sociales; y la Presidencia del Consejo de Ministros, con su informe denominado Willaqniki. Ambas publicaciones son de frecuencia mensual, y la última corresponde a octubre del presente año. Me inclino por los reportes de la DP, que tienen mayor nivel de detalle. El reporte de la DP de más reciente data señala que no hay región sin conflicto social, siendo lo trascendente ver el potencial de la magnitud de las protestas por cada lugar.

En la capital, las dos últimas gestas desestabilizadoras se dieron durante la dictadura militar del período 1969-1980. La primera, el 5 de febrero de 1975, con el Partido Aprista de protagonista, que fue el inicio de la caída del mandatario Juan Velasco Alvarado; y la segunda el 19 de julio de 1977, liderada por el Partido Comunista Peruano, que devino en la convocatoria de una Asamblea Constituyente, que allanó el retorno a la democracia en 1980.

Si se mira en provincias, los conflictos más complicados que puedan tener una conexión con Lima están en Arequipa, Áncash, Junín, Cusco, Apurímac y Cajamarca. Si en todos estos se produjese tomas de carreteras en la Panamericana Sur, en Arequipa; en la Panamericana Norte ,a la altura de Chimbote; y en la Carretera Central, en cualquier punto entre Huancayo, capital de Junín y Lima; sumado a un paro de transportistas de carga, nos veremos en tremendo problema. De allí que el Decreto de Urgencia 012-2019, que ha restituido la devolución del Impuesto Selectivo al Consumo del petróleo diésel a los transportistas, ha sido necesario. Hay un estado de crispación en provincias, y una paralización del transporte podría ser el catalizador a problemas mayores. 

Hay que estar muy alertas a la conflictividad en las tres regiones mencionadas. A diferencia de lo ocurrido en otros países, aquí la protesta del campo a la ciudad, como en los postulados maoístas, es un peligro latente.