Preparación del bicameralismo

No es ningún secreto que el Congreso de la República no goza en estos tiempos de la simpatía ciudadana, más aún la crítica negativa ha ido en aumento. Sin embargo, y para ser equitativos, también se debe aplaudir sus decisiones lúcidas, como es la reforma constitucional para regresar al bicameralismo y permitir la reelección parlamentaria.

Quien escribe estas líneas tiene el privilegio de haber estado tanto en un Congreso bicameral, como fue el elegido en 1990, al igual que en Congreso unicameral, como fue el Congreso Constituyente de 1992 (CCD) que pergeñó la Constitución que nos rige, esto es la de 1993, así como los que lo sucedieron.

Es más que sabido que el Congreso bicameral tiene la gran ventaja de tener mayor seguridad jurídica que el unicameral, pues es evidente que dos cámaras pueden ver mejor las cosas que una sola y, por cuanto es positivo que exista una Cámara revisora. Empero, el Congreso unicameral tiene la ventaja de que el trámite legislativo es más rápido que el bicameral.

Tengo que confesar que cuando estuvimos en Congreso unicameral, fui seducido por su celeridad, que contrastaba con mi experiencia en el sistema bicameral que inició tareas en el año 1990, en que un proyecto de mi autoría tan simple como fue cambiar el signo monetario inti al nuevo sol y, pese a su sencillez que en la práctica era quitar ceros, hubiese tenido tanta demora con los pases de Diputados a Senadores y de Senadores vuelta a Diputados, más conferencias para ponerse de acuerdo en cuántos ceros se tenían que quitar al inti para convertirlo en el nuevo sol. 

Bueno pues, con la experiencia de haber estado en los parlamentos elegidos en 1990, 1992, 1995, 2000 y 2001, mi preferencia es por el sistema bicameral, pues la seguridad jurídica es más importante que la rapidez en el trámite legislativo.

Como quiera que en el año 2026, gracias a la reforma constitucional que hemos mencionado, se tendrá que elegir dos cámaras y como cada cual tiene la prerrogativa constitucional de preparar su propio reglamento, en el actual Congreso se han presentado proyectos reglamentarios para el funcionamiento de las dos cámaras que se elegirán el citado año, al igual que el nuevo Congreso que es la reunión de ambas cámaras legislativas.

La Comisión de Constitución del Congreso, en actitud que hay que felicitar, anda estudiando dichos reglamentos y convocó a diversos parlamentarios de antaño para que diesen sus pareceres, pese a que si se aprueban ahora los reglamentos para el futuro, nada impide que las nuevas cámaras legislativas lo modifiquen, pero se tendrá el beneficio que tanto en Diputados como en Senadores se empiece a laborar sin necesidad de estar preparando sus reglamentos internos, pues ya los tendría desde sus instalaciones..

En este afán de la Comisión de Constitución y de su presidente, es conveniente que en los nuevos reglamentos se solucionen algunos defectos parlamentarios de los últimos años, como es el excesivo gasto administrativo, al igual que el creciente número de funcionarios parlamentarios, exceso en cuanto al número de asesores, cambios de estos últimos en las comisiones cada vez que se modifica la composición de sus mesas directivas. También el desmembramiento de bancadas parlamentarias con tendencia a tener más y más personal administrativo y de consejeros.

Entre otras recomendaciones de exparlamentarios a quienes se solicitó opinión, son destacables la de tener una sola administración para ambas cámaras legislativas. No tiene ningún sentido que cada cámara tenga su propio personal, no existe razón para que haya dos oficinas de participación ciudadana, ni dos oficinas de administración de personal, ni dos secciones de seguridad o dos departamentos contables y así podríamos seguir en todos los departamentos que hoy existen en el Congreso. Las únicas excepciones deberían ser la de los oficiales mayores que si se requieren en ambas cámaras y de los relatores de ellas, pues muchas veces ambas cámaras funcionarán simultáneamente.

Como habrá dos cámaras legislativas, bien podrían rotarse de año en año los titulares del pliego presupuestal, que deberán ser los presidentes de la Cámara de Diputados y del Senado.

Como hay exceso de comisiones dictaminadoras, viendo la experiencia laboral existente, bien se podrían fusionar algunas de ellas, poniéndo límites al personal de las mismas, incluso en el número de asesores, todo ello en armonía con su carga laboral histórica.

Algo que huele a corruptela es el exceso de comisiones investigadoras, que tienen su propio personal pero no acreditan eficiencia y no entregan informes finales, ello para mantener vigente las comisiones en cuestión y en la planilla legislativa su propio personal. Para solucionar este tema, bien podrían todas las investigaciones realizarse a través de la Comisión de Fiscalización y solo como excepción comisiones de investigación para casos gravísimos.

La creación de nuevas bancadas con parlamentarios que se retiran de la bancada inicial, en la práctica significa la contratación de mayor personal.  No se debe permitir la división de las bancadas, así hubiese disidencias que no es lo mismo que transfuguismo, así sea difícil de establecer.

Si antiguamente los despachos parlamentarios no tenían personal, para luego tener tres personas o sea un asesor, una secretaria y un asistente, ese número de personal ha ido ampliándose sin que exista mayor eficiencia legislativa. Debe señalarse un límite razonable.

El término “austeridad” lamentablemente parece no conocerse en el Poder Legislativo y por ello muchas veces con el dispendio se acrecientan las críticas a dicho Poder del Estado. El ciudadano de a pie no es partidario de que existan dos Cámaras Legislativas por el exceso de gasto y es por ello que, en este punto hay que poner frenos en los nuevos reglamentos en preparación.