Hugo Neira

¿Por qué ellos y nosotros no? Las Américas distintas

El caudillismo fue determinante en la atomización de América Latina

¿Por qué ellos y nosotros no? Las Américas distintas
Hugo Neira
15 de agosto del 2021


Por culpa de un debate, aunque a distancia, el azar me enfrenta a una temática que envuelve a la América del Sur y América central, y México en cuanto no solo a la democracia sino cómo los EE.UU. prosperaron al punto de convertirse en la primera potencia después de la II Guerra Mundial. (Y dejamos de lado, por el momento, si siguen siendo los primeros o la China capitalista-comunista). Si buscamos una sobria explicación, la encontramos. La respuesta viene de sus historiadores, «los Estados Unidos es una nación singular». Es la idea de Allan Nevins y Henry Steele, en un libro que recomiendo —entre centenares de otros— que se titula
Breve historia de los Estados Unidos, modestamente 718 páginas. Y ya sé que más de uno renunciará a leerlo, qué lástima que Internet les haya acostumbrado a perder el arte de la lectura. En fin, ¿quién no conoce que nace un pueblo estadounidense en una mañana de abril de 1607 cuando de tres naves inglesas anclando en Chesapeake desembarcaron los primeros colonos? ¿Pero cuál era lo «singular»? Es cierto que encontraron un vastísimo territorio y, dicen Nevins y Henry Steele, «su espíritu vigoroso, pioneros que sometieron a fuerza de trabajo y esfuerzo personal». Cierto, con el pasaje del tiempo, se reafirmaron en «una vida nacional con la individualidad de cada uno y el valor personal frente a cualquier intento de sujeción». Buena respuesta, pero incompleta. 

Es cierto que la historia latinoamericana es inseparable de los norteamericanos y europeos. Pero, «es radicalmente diferente» el nacimiento de uno del otro. He aquí el pensamiento de alguien que también es hijo de la América del Norte, pero no de los Estados Unidos, sino mexicano. Nada menos que Octavio Paz. Por lo que sigue, es conveniente para el amable lector que se sepa que Octavio Paz conoció e hizo estudios en los Estados Unidos, al punto que cuando se convierte en poeta, conoce la gran poesía angloamericana. Pero no por eso se vuelve un mexicano americanizado. Perdón, señor lector o lectora. ¿El laberinto de la soledad? Es el libro de ensayo que lo hizo famoso, tanto como sus poemas. Pues bien, en ese libro, en una de las entrevistas que tuvo, confiesa que el punto fundamental de esa obra era cómo definir al mexicano. Es decir, el «laberinto de la soledad» es corrientes de interpretación de la psicología, los comportamientos de las máscaras en la vida corriente, la religión (todos los Santos y Días de Muertos) y a la vez, historia, de la Conquista, la Colonia, la Independencia y la Revolución, y sin embargo, el primer capítulo está dedicado «al pachuco», o sea el mexicano entre mexicano y norteamericano. Octavio Paz no continúa sin poner visible la gran revelación, «el descubrimiento de nosotros mismos».

¿Y a qué viene eso? Resulta que sabemos cómo son los Estados Unidos y, seamos sinceros, sobre la visión nuestra de los Estados Unidos, me atrevo a sugerir que tenemos tres respuestas. La primera, no nos interesa y salimos del tema puesto que es el imperialismo. La segunda, quisiera ser norteamericano. Y la tercera, acaso la más cuerda, el peruano se pregunta por qué en Norteamérica y no en Suramérica. La respuesta está en uno de los ensayos de Octavio Paz. El texto que llamamos a estas páginas se encuentra en el tomo I de las Obras Completas de Octavio Paz, página 109, titulado «Ideas y costumbres. La letra y el cetro», 1993.

«El nacimiento de los Estados Unidos es un hecho histórico de significación opuesta al nacimiento de la América Latina. Los Estados Unidos nacieron con la modernidad: la Reforma, el individualismo, la Enciclopedia, la democracia, el capitalismo.» Y ahora Octavio Paz, a grandes brochazos, nos dice qué éramos ya: «Nosotros nacimos con la Contrarreforma, el Estado absolutista, la teología neotomista, el arte barroco. Entre nosotros, las poblaciones autóctonas fueron siempre muy importantes y, con la excepción de Argentina, Uruguay, y Chile, lo siguen siendo. En cambio, en los Estados Unidos y en Canadá los nativos fueron exterminados o marginados. También la Independencia de las dos mitades del continente fue diferente. Los Estados Unidos comenzaron como pequeños núcleos de colonos unidos por vínculos religiosos; vivían en el noreste y más tarde se extendieron por todo el norte y el oeste del continente hasta convertirse en un gran país.»

«El nacimiento de los países de América Latina fue ante todo la consecuencia de la decadencia de España y de la disgregación de su imperio. El movimiento histórico de los Estados Unidos no sólo unificó a muchas regiones y territorios sino a distintas comunidades y culturas. En cambio nuestra Independencia fue el comienzo de la dispersión.» 

«El caudillismo fue determinante en la automización política de América Latina. Nació en las guerras de Independencia y prosperó en las guerras civiles del siglo XIX. Su influencia fue catastrófica en América Central en la cuenca del Caribe. En la primera de estas regiones aparecieron cinco países y después uno más que no son viables económica y políticamente ni tienen una verdadera identidad nacional. Son seis países que no debieran ser sino uno solo.»

¿Cuál es la idea principal? Partos históricos distintos. El azar de la historia, una vez más. 

El texto de Octavio Paz es más largo que las citas anteriores. Sin embargo, le preguntan por qué continuó la multiplicación de Estados en la América Central. Respuesta: «Los nuevos Estados eran muy débiles, casi fantasmales, mientras que los ejércitos poseían una estructura más sólida. Los militares no tardaron en tomar el poder. Otros factores negativos: la ausencia de tradiciones democráticas y de un pensamiento crítico así como el peso de las oligarquías, que eran y son extremadamente poderosas y antidemocráticas. No hay que olvidar, asimismo, la influencia particularmente funesta del imperialismo norteamericano.»

Por otra parte, no puedo dejar de pensar que para los latinoamericanos que quieren continuar sus estudios superiores, después de la formación nacional o local, es corriente, es normal, unos años más en los Estados Unidos, o bien en Europa. ¿Pero cuál de ellos? Algunos, que son pocos, pasan por ambas formaciones educativas. Pero si es una sola es difícil elegir uno de ellos. Me ha pasado a mí mismo. En un momento de mi juventud, me invitaron a que fuera a los Estados Unidos para que observara cómo eran unas elecciones estadounidenses de las primarias en los partidos políticos, hasta el último tramo. Estaba en Lima y la Embajada eligió un joven por partido político, y yo fui como joven comunista. Lo era (qué vida la mía...). Había otros que representaban el aprismo, o la juventud odriísta, y así por el estilo. El caso es que me llama una universidad, no de las más famosas, pero una de ellas. Yo había tenido otra oportunidad. Había seguido como periodista los movimientos del Cuzco con campesinos que invadían las haciendas que les habían quitado terrenos gracias a los litigios que obviamente siempre ganaban los hacendados. Además de ocupar terrenos, no usaban fuerza alguna. Mis crónicas que se publicaron en el diario Expreso fueron luego reunidas y se editaron en Cuzco: tierra y muerte, 1964. En ese momento se discutía en el parlamento la reforma agraria. Tiempos de Belaunde. Me dieron un premio. Revelaba que no eran guerrilleros sino una forma de protesta general de los pongos, arrendires, por millares de siervos. Pues bien, un profesor francés, François Chevalier, pasaba en esos días por el Perú. Chevalier era profesor en la Sorbona, con rango tan alto que era lo que llamaban los franceses, «un mandarín». O sea, el patrón de una determinada temática. Chevalier había vivido muchos años en México, y cuando lo llaman en París, en la Fondation des Sciences Politiques, le piden dirigir un equipo de investigadores sobre la América Latina, con 3 de los mejores estudiantes que en Sciences Po. se habían formado. Chevalier aceptó, con una condición. La América Latina es tan compleja que podía escapar a las formas racionales y cartesianas de la mentalidad europea. Entonces, pedía 3 ó 4 sudamericanos para integrarse al equipo francés. Chevalier me consideró uno de esos latinoamericanos. Se llevó a un brasileño, un mexicano y al que esto escribe. Luego, pasó el tiempo. La burocracia europea. Cuando estaba en los Estados Unidos por poco me quedé. Sin embargo, a la que era entonces mi compañera en Lima, le rogué que si llegaba una carta de Chevalier, me la hicieran llegar a los Estados Unidos. Y así fue. Estaba en una estupenda universidad americana cuando llegó la carta. Me la entregan, estaba en francés, me piden que la traduzca y me dicen: - Cómo ¿¡Sciences Po!? Y llaman a varios colegas y todos me dicen: «- Pero eso es como Harvard en USA. Váyase a París, y no se olvide de nosotros».

Cuando era ya un investigador con ingresos, y a la vez seguía cursos en Ciencias Políticas, nos reuníamos en un café, en Saint-Germain, Mario Vargas Llosa, yo y Julio Ramón Ribeyro. Tuvieron la buena voluntad de guiarme entre ese mundo francés en el que de pronto todo era tan distinto, y sobre todo, en el lugar en donde era tanto investigador como estudioso. Pero diré lo mejor de esos encuentros. Los novelistas conocen a los seres humanos tanto como un psicoanalista, acaso más. Una tarde, Mario y Julio Ramón, me hacen una pregunta evidentemente existencial: 

- Y entonces, ¿qué sientes que eres? Contesté algo así como:
- Estoy sintiéndome en casa. Y luego de un silencio, dije:
- Sigo siendo peruano, pero también latinoamericano.
Se echaron a reír, y me dicen: 
- Eso también nos pasa a nosotros. A Cortázar, al argentino, que ya conocerás. Claro, la patria de donde venimos, pero algo más grande, ¿no?

Pues bien, con el tiempo, habiendo estudiado dos veces en París —primero Ciencias Políticas, y luego de mi exilio, después de Velasco, Ciencias Sociales—, comprendí que en el sistema europeo, especialmente en Francia y en Alemania, la formación es multidisciplinaria. Estudié Sociología pero algo de Antropología, de Filosofía. Entiendo que el sistema norteamericano es más dado a profundizar una disciplina. No deja de ser valioso. Pero en la heterogeneidad está la clave europea, acaso con más estudios: el hombre y la sociedad son demasiado complejos para intentar comprenderlos con una sola herramienta intelectual. Y para terminar, mi actitud cosmopolita: cuando se estudia en los Estados Unidos es para los norteamericanos mismos. 

Pero si se ha estudiado en Europa, el mundo está más cercano. Y no perdemos ni la patria ni la conciencia de que somos los americanos, pero los de México para abajo. Porque desde el Sur podemos entender el mundo. No menos que los europeos y los norteamericanos. Ortega y Gasset, gran filósofo español, decía que Europa era como una planicie, una llanura, pampa, desde donde se ve el mundo entero. A veces a los norteamericanos, los encuentro un tanto provincianos. Con razón Kant o Heidegger no fueron americanos. Y en fin, la peruanidad no se pierde en las Europas, ¿o acaso César Vallejo dejó de ser él mismo? Ni José Carlos Mariátegui ni Vargas Llosa, ni tantos escritores y artistas.

Hugo Neira
15 de agosto del 2021

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