Dante Bobadilla

Pobrezas y miserias del antifujimorismo

Pobrezas y miserias del antifujimorismo
Dante Bobadilla
29 de junio del 2017

El odio inunda las redes ante la posibilidad del indulto

Los autodenominados “defensores de la moral” y “luchadores anticorrupción”, que solo se dedican a combatir al fujimorismo, haciéndose de la vista gorda ante los corruptos y sospechosos de genocidio de los últimos tiempos, suelen decir que el fujimorismo envileció la política. La política siempre ha sido sucia porque el poder seduce primero a los seres más nefastos. Lo malo es que la gente vote por ellos solo por odio. Y el principal instigador del odio político siempre ha sido la izquierda. Ellos votaron por Fujimori por odio a Vargas Llosa. Lo que envilece la política es el odio, junto a las mentiras que se usan para alimentarlo. Y todo eso es la especialidad de la izquierda.

El antifujimorismo ha envilecido no solo la política sino a la sociedad. Lo que vemos en estos días, luego del anuncio de un posible indulto a Fujimori, es francamente denigrante. Uno termina asqueado de leer tanta miseria desatada en las redes. Y no son trolls anónimos, sino personajes célebres de medios quienes, cual pabellón de enfermos de odio, salieron a proferir los más abyectos tuits contra Fujimori.

Una ONG caviar reclutó a este grupo selecto de “comunicadores” para emprender una asquerosa campaña de demolición en las redes utilizando los mismos mensajes. Algún genio progre decidió aprovechar la indignación popular por el terrible incendio en Las Malvinas, y no tuvo reparo moral alguno en repartir el libreto de que Fujimori era responsable de la informalidad en el Perú. El mensaje ruin fue cacareado sin decoro por este cuartel de miserables, a cambio de unos cuantos dólares.

Es fácil engañar a la gente, especialmente a los jóvenes, porque la ignorancia cunde. Pero lo peor es que nadie los encara. Ni siquiera el fujimorismo, que nunca hizo nada por desmentir la leyenda negra que la izquierda montó alrededor de los noventa. Nunca examinaron el trabajo ni el informe de la CVR. Peor aún, Keiko Fujimori inclinó la cabeza ante esa felonía intelectual que insulta a su padre desde la primera página.

Con las manos libres, la izquierda se ha dedicado a satanizar los noventa, al punto que para muchos ya es la peor década de la historia; y Alberto Fujimori, el personaje más siniestro. A partir de ese relato perverso y falaz, es muy fácil incentivar el odio, que siempre ha sido el principal combustible político de la izquierda.

Entiendo que la izquierda odie a Fujimori porque derrotó a sus cuadros terroristas y desmontó el esquema socialista. Pero me extraña ver a tantos jóvenes engañados y otros que parecen haber olvidado lo que era el Perú en 1990. Sé que muchos vivían en el extranjero disfrutando de holguras. Mejor recordemos algo grosso modo.

Para empezar, el Perú no tenía un sol en sus arcas. El Estado no podía pagar ni su planilla, y hasta llegó a pagar con cheques sin fondo. La deuda externa era de unos US$ 25,000 millones y no se pagaba. Éramos morosos y estábamos en la lista negra de todos los bancos. Nadie nos prestaba plata. No había inversiones ni  recaudación fiscal. Las cuantiosas y gigantescas empresas públicas no aportaban nada. Peor aún, acumularon una deuda de US$ 20,000 millones, una cifra similar a la destrucción causada por las hordas de la izquierda terrorista. Los billetes valían menos cada día por la hiperinflación. Cada mes se necesitaba más billetes y el Estado no tenía plata para importarlos. El BCR tuvo que sacar en circulación unos horrorosos cheques de gerencia. Se cobraba semanal para no perder liquidez. Era imposible hacer un presupuesto y las cifras no cabían en las pantallas. No se podía transitar por el país porque las carreteras estaban destruidas por falta de mantenimiento. Los sindicatos comunistas paralizaban todo a cada rato. Dos tercios del país estaba en manos del terrorismo y Sendero Luminoso se paseaba por Lima. Podemos seguir el recuento pero faltaría espacio. Esa fue la herencia que dejó Alan García, quien coronó con creces el desastre legado por Velasco. La gente ya no tenía esperanza.

Para rescatar al país fue indispensable deshacerse de las quebradas empresas públicas que nos arrastraban al hoyo presupuestal, hundiéndonos más cada año. Con ellas desaparecieron los sindicatos comunistas, una plaga de parásitos mafiosos que vivían con gollerías y chantajeaban al Estado y al país con sus huelgas. También fue necesario eliminar a una buena cantidad de burócratas que habían infestado el aparato público. No cabía ni un alfiler en las oficinas públicas. Se hizo un plan de racionalización incentivando renuncias con suculentos beneficios. Etc.

La recuperación del Perú requirió medidas drásticas y dolorosas. Nada es gratis en la vida. Pero se logró salir del hoyo. ¿Que hubo corrupción y excesos? Claro que los hubo. ¿En qué régimen no los hay? Pero eso ya fue juzgado y están pagando cárcel. Ese no es el punto ahora ni es lo más relevante. Lo que no debemos olvidar jamás es que la recuperación del país se la debemos a Alberto Fujimori. Gracias a él este país sobrevivió y se puso en las sendas del desarrollo. Si eso no lo sabemos reconocer y nos dejamos llevar por esa lacra social que vive insultándolo y difamándolo hasta por cosas que no hizo, es que somos una sociedad ruin que no merece el futuro por el que se trabajó y sufrió. Parece que muchos anhelan volver a la miseria de los ochenta. Tal vez se lo merecen. Este país da tanta pena a veces.

 

Dante Bobadilla

 
Dante Bobadilla
29 de junio del 2017

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