Lourdes Hilbck
Piura
Una región en la que casi todo está por hacerse

Una región en la que casi todo está por hacerse
En julio pasado, después de una larga carrera en el Servicio Diplomático, fui nombrada directora de la Oficina Desconcentrada del Ministerio de Relaciones Exteriores en Piura. Todo sucedió rápidamente: el nombramiento, dejar Lima y asumir el nuevo puesto. Siendo piurana partí con mucha ilusión, pensando que era una oportunidad para hacer algo por mi tierra natal, tan rica y a la vez tan castigada por la naturaleza. No solo por los diversos Niños, sino también —como está sucediendo ahora— por el cambio climático y la falta de ley y de gestión.
Al comienzo de mi estadía me costó mucho reconocer mi antiguo pueblo; muchas casas y lugares familiares habían desaparecido, y gigantescos centros comerciales habían tomado su lugar. Sin embargo, en otras partes de la ciudad, parecía que el tiempo se hubiese detenido, con un aspecto muy deteriorado y barrios semiabandonados. Las carencias me saltaron a la vista. La ciudad había crecido desordenadamente, sin ningún tipo de plan urbanístico; había mucho más gente, más desorden, calles intransitables —por huecos que se asemejan más bien a zanjas— e inundadas de basura, mercados malolientes y descuidados, veredas inexistentes, puestos de comida al lado de botaderos de basura, desagües rotos, falta de áreas verdes o de lugares de esparcimiento. Falta y falta y falta, y más y más desorden, en una mezcolanza de gente, animales, mototaxis y bocinas en un caos monumental.
Al mismo tiempo, sus habitantes —entrañable gente, mis amigos de antaño— contestaban a mis inquietudes que habían tratado de hacer algo por la limpieza de la ciudad, pero que se sentían impotentes porque al parecer el problema era demasiado grande. Me propuse entonces hablar con las autoridades para ver qué se podía hacer. Al parecer, no se podía hacer nada. El vicio de siempre: demasiada burocracia, nada de operadores.
La Municipalidad carece de fondos, los ingresos se van en pagar sueldos a 4,000 empleados que vienen de administraciones anteriores. Y en los distritos no se paga arbitrios; es más, en algunos barrios de gente pudiente,los terrenos no han sido declarados, por lo tanto tampoco están sujetos a tributos. No hay Ley. A todo lo dicho, se añade el centralismo de Lima, donde tiene que ser aprobado cualquier fondo, crédito o partida; y pueden pasar años antes de que esto ocurra, según me dijeron. No hay relleno sanitario, la flota de camiones recogedores está operativa en un 50%. Se recoge solo la mitad de la basura que se genera, y el resto va al río, a las calles, a las carreteras, donde se pueda. No es que a la gente le guste vivir con la basura, es más bien que no tiene dónde tirarla. De cien toneladas de basura solo se recoge diariamente la mitad. ¿Dónde va el resto? ¿Y a quien se culpa de todo esto?
La empresa del Agua (EPS Grau) está embargada por el propio Estado, en una trifulca al parecer sin solución. Caseríos cercanos pueden ser estafados por sus propios administradores, especuladores del momento que se aprovechan de la oportunidad y llegan a cobrar de S/ 5.00 a S/ 15.00 por tanque; lo que necesita una familia para sobrevivir. Probablemente se trate del agua más cara del mundo. Agua mala y cara.
¿Se culpa al actual alcalde? ¿O es un problema que se arrastra desde hace mucho? Hay un total incumplimiento de las leyes, a nadie se le exige nada. ¿No se puede? Esperemos entonces, a la sombra de un algarrobo, que las cosas mejoren por sí solas. Son demasiadas preguntas a las que debemos encontrar respuesta todos juntos. No critiquemos más, actuemos. Yo creo que sí se puede. Piura es rica, es un emporio frutero exportador; tenemos pesca, tenemos fosfatos, tenemos minerales, tenemos oro. Pero de los huaicos que sufrimos, los más destructivos son la corrupción y la falta de autoridad.
También hay otros huaicos en Piura, donde dicen “que no hay huaicos”: la falta de planeamiento, la falta de previsión, el individualismo del sálvese quien pueda. El río Piura, tan tranquilo como sus habitantes, es devastador cuando suelta su furia. Peor aún si está lleno de basura, porque la basura no tiene dónde ir. Es necesario también, paisanos, saber elegir a nuestras autoridades y colaborar con ellas, porque lo más probable es que algunos quieran hacer las cosas tan bien como nosotros. Si no elegimos bien, ¿qué podemos exigir? La próxima vez no nos debemos equivocar. Y si una autoridad no cumple se la revoca.
Ojalá que esta tragedia nos sirva de algo. Casi todo está por hacerse. Todo, desde el comienzo; y aprovechemos esta vez, para hacer las cosas bien. Empecemos por limpiar nuestra casa, conformemos juntas vecinales, encarguémonos de nuestro propio destino. A los culpables del mal uso de fondos, denunciémoslos. Al río que es fuente de vida, cuidémoslo; usemos materiales de construcción adecuados; hagamos pistas durables; aprovechemos que hay voluntad y determinación. Y sobre todo aprovechemos la última oportunidad que nos está dando la naturaleza.
Lourdes Hilbck
Representante de RR.EE.
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