Arturo Valverde
El friecito de abril
García Márquez decía que podía escribir bajo cualquier condición, menos con frío

El clima está cambiando. Un aire frío matinal, preludio del invierno entrante, nos encoge en la cama hasta reducirnos en bolitas con pijamas, prueba de que, en Lima, como escribió cierta vez un cronista o dijo algún conquistador español, se tiene frío o se tiene calor, una de dos.
En abril se empieza a sentir ese friecito limeño, acobardado y tímido, que va helando poco a poco, por lo que podríamos decir que hay un frío de abril, como hay un frío de julio o agosto.
El frío de abril es este airecito helado de costumbre matinal y nocherniega; hace de las suyas las primeras horas del día, luego se esconde (lo más probable entre ropa vieja y frazadas) y reaparece por las noches. Es decir, el frío de abril es un frío que toma el día por los extremos.
Nos entra este frío por los pies, aunque la ciencia (de medias bucaneras y antideslizantes) sostenga que se trata de un mero mito, cosas del pueblo, en lo que a mí respecta, el frío congela tanto al pie grande como al menudo.
El frío de abril es una molestia para los novelistas. ¿Acaso no decía García Márquez, que podría escribir bajo cualquier condición, menos con frío? Me imagino el reporte del clima en el noticiero: Hoy tendremos una temperatura cálida, perfecta para escribir en Lima.
De tanto hablar del frío, dediquemos este último párrafo a ese verano relegado a los tres primeros meses del año, porque, ya es hora de alzar la voz en su defensa: el verano se mantiene en desventaja injusta con su fría antípoda de temporada. Querido verano, el próximo año, vamos a desnudarnos en las playas y ofrendarte los mejores lomos. ¡Oh, verano! ¡Vuelve pronto para sancocharnos!
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