Alan Salinas

Partidos políticos en la era de la posverdad

Llegar a la mente, pero también al corazón

Partidos políticos en la era de la posverdad
Alan Salinas
18 de junio del 2019

 

El año pasado, para las clases de Partidos Políticos que doy en San Marcos, tuve como invitados a un militante del Partido Morado y a otro del Apra para que contaran sus experiencias partidarias, así como su visión y organización política, a mis alumnos y alumnas. Fue muy gratificante porque salieron excelentes reflexiones sobre el tema.

Había escrito, hace algunos meses atrás, en este medio una propuesta de partido político para estos tiempos, en la que —además de la clásica organización territorial (bases) y funcional (sindicatos, colegios profesionales, entre otros)— se tomara en cuenta también a la organización virtual y al trabajo de los colectivos para que complementen el trabajo político que debe realizar toda organización que tenga como fin llegar al gobierno y formar ciudadanos.

Pero, en un tiempo como el que vivimos, el cual es catalogado ahora como la era de la posverdad, en el que el titular de un periódico importa más que el contenido, proliferan las fake news y los grandes relatos se han fragmentado, ¿qué rol cumpliría un partido político para representar demandas sociales aún insatisfechas?

Esta pregunta nos invita a pensar el sentido que le debemos otorgar a la acción política. Teniendo el contexto mencionado líneas arriba, es importante apostar por un partido light (como señala Carlos Meléndez en su columna del domingo pasado en Perú 21), que esté entre el gran relato y el fragmento. Vale decir, que tenga como fundamento no el gran programa de transformación de la sociedad, sino algo parecido a un manual de superación personal, pero en colectivo. Porque, hoy por hoy, la gente no quiere racionalizar el cambio en abstracto, quiere expresar el cambio social desde su auto superación.

Actualmente, los partidos políticos han perdido la capacidad de aglutinar emociones a favor. Lo que podemos apreciar, por ahora, son sentimientos antipartidos. Votamos por el mal menor o contra alguien para que no llegue al poder. Ha sucedido así desde que reiniciamos la democracia en el país. Esto se debe, en parte, a esa capacidad de burocratizar las ideas políticas. En un mundo donde la forma cómo dices algo tiene mucha más importancia que el propio contenido, se debe emocionalizar y desburocratizar palabras políticas claves. Llegar a la mente, sí; pero también, y con mucho énfasis, al corazón.

¿Qué quiero decir con esto? Se me viene a la cabeza el spot publicitario “Chile, la alegría ya viene”, de la campaña de la ahora Concertación chilena, con la que ganó el plebiscito para saber si Pinochet seguía gobernando o no.

Hace tiempo que los partidos han dejado de apelar a valores universales positivos, como la alegría y el amor, para generar confianza en la gente, para que la gente no siga votando por el mal menor. Repensémoslo nuevamente.

 

Alan Salinas
18 de junio del 2019

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