Jorge Varela
Política sin ombligo
La ausencia de un centro demócrata en Chile

En el ámbito político-institucional contemporáneo se habla y escribe -cada vez más- acerca de la dinámica caliente de las izquierdas radicales y las derechas duras: una realidad que expresa el rechazo recíproco entre dos contornos (o polos) de un viejo abanico dialéctico que abarca al desplegarse el repetido debate roñoso de utopías y propuestas excluyentes.
No ocurre lo mismo con el desfalleciente centro político, el cual hecho trizas tiende a diluirse y desaparecer.
La hegemonía de los extremos
Prácticamente no se alude al denominado centro del espectro político, ni aparece en las maledicencias de la farándula parlamentaria; ni se perciben los latidos de su ombligo. No existe un equivalente a “Te Pito o Te Henua”: ombligo del mundo (en ‘rapanui’, lengua hablada por los habitantes nacidos en la Isla de Pascua chilena, situada al medio del océano Pacífico). Pero en vez de hacer referencia al ombligo sería conveniente elevar la vista y manifestar preocupación por la falta de un órgano superior (un prototipo de cerebro pensante del cuerpo social) que amortigüe tantos excesos y pasiones desbordadas, para conducirlos hacia una confluencia más tranquila, menos convulsa.
Los sectores medios de la sociedad (la denominada ‘mesocracia’) están constreñidos a elegir entre alternativas ubicadas en polos opuestos y distantes, donde la controversia irracional extrapolada lleva al océano de los náufragos.
Volver al sentido común. Nunca es tarde
Es difícil seducir a la ciudadanía para que retorne al centro, cuando los partidos situados en este espacio se encuentran desfallecientes, desprovistos de manejo inteligente. El regreso al centro significa volver al equilibrio, al sentido común, a la racionalidad, a la moderación perdida. No es un camino híbrido.
En Chile un dirigente del sector izquierdizante de la Democracia Cristiana, antes un importante partido de centro, en su empeño por encontrar respuesta a los desastres electorales de la colectividad, declaró: “¿Qué significa hoy la DC, qué representamos, qué somos?. Ese relato no estuvo y quedó como una fuerza de cambio menor”. Enseguida agregó: “me pregunto ¿qué quiere la gente? Quiere los cambios, pero no quiere la violencia, quiere el camino del medio, y nosotros no fuimos capaces de generar ese discurso”.
La respuesta es simple: a la Democracia Cristiana se le perdió el “camino del medio”, la brújula y hasta el mapa; y si no rectifica continuará transitando por senderos perdidos como lo ha hecho sin éxito, de fracaso en fracaso. También en la década de los años 70 extravió su rumbo y deduzcan todo lo que, a partir de ese hito, le aconteció. Nunca es tarde, dice el refrán. Solo que a veces es demasiado tarde para volver a las fuentes.
“El camino propio” o “propio camino“
Esta ruta cuyo principal impulsor fue el teórico Jaime Castillo, conocida como ‘camino propio’, surgió en el Segundo Congreso Nacional de la colectividad mencionada (año 1962), durante la época previa a la elección de Eduardo Frei Montalva como Presidente de la República de Chile.
Patricio Aylwin expresaba el año 1969, que si la Democracia Cristiana chilena no definía “un camino propio” para seguir avanzando, iba a perder su opción de continuar dándole gobierno al país. “El pueblo” -afirmaba- “tiene derecho a exigirnos definición” (“Camino propio”. Cuadernos de la Política y el Espíritu, Nº 1).
A juicio de Aylwin, “el pueblo de Chile es antiderechista y anticomunista. Quiere un camino distinto. Por eso nos entregó el poder en 1964”. (texto citado) Pero, ¿en qué consiste este denominado ‘camino propio’ convertido en uno de los mayores dilemas-escollos de la Democracia Cristiana? ¿Qué significa hoy?, cuando la voluntad hegemónica de sus dirigentes lo rechazan y lo abandonan seducidos por ansias de poder, sin convicción ni fe en sus posturas individualistas erróneas.
Para empezar hay que decir que los principios doctrinarios y la acción política de la Democracia Cristiana se fundamentan en los valores éticos del Humanismo Cristiano, los que convergen en el camino señalado. En consecuencia, constituye una alternativa sustancialmente distinta del capitalismo y del marxismo, dos ideologías y formas de organización social que se disputan el poder y conducción de la sociedad. No fue concebida como una transacción entre ambas, ni es un simple camino yuxtapuesto.
“No encontrar ese camino diverso significaría el fracaso de la Democracia Cristiana en Chile”. “Rehuir el desafío, optando por la solución fácil de los otros dos caminos que con nosotros se quiso superar, sería una traición a la confianza que el pueblo nos dispensó” (Patricio Aylwin. “Camino propio”).
El ‘camino propio’ no significa aislamiento
La solución efectiva consiste en “ofrecer al pueblo un camino coherente” que interprete lo que piensa y lo que quiere. “Camino propio no es aislamiento, ni excluye la posibilidad de buscar y conseguir respaldo de otros sectores políticos afines” para asegurar el cumplimiento del programa, escribió quien fuera Presidente de Chile entre 1990 y 1994.
Las palabras finales de la argumentación de Patricio Aylwin son proféticas: “la Democracia Cristiana se juega su destino. O afirma su personalidad, muestra su propio rostro, propone al pueblo ‘su camino’, o perece confundida en el caos ininteligible del populismo estéril”. Triste destino para una entidad que estuvo en la cima del centro político y cayó de bruces al vacío.
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