Rocío Valverde

Parasitoide: infecta, manipula y mata

Las aterradoras hormigas zombies

Parasitoide: infecta, manipula y mata
Rocío Valverde
06 de octubre del 2019


Cuando estaba en la escuela, algunas tardes regresaba pronto a casa y no encontraba ni a mi mamá ni a su manojo de llaves. Me tocaba sentarme en las escaleras a esperar que regresara. En esos años no existían los celulares, así que mi único entretenimiento en esos minutos de aburrimiento era observar a la pequeña colonia de hormigas que marchaban todos los días desde un agujero en la pared del jardín hasta la cocina de mi abuela. Formaban una larga hilera marrón que resaltaba contra el inmaculado suelo blanco recién trapeado. "No pises lo mojado", me regañaba mi mamá si ponía incluso la punta del zapato en la cocina. Estaba atada de pies y no podía detenerlas de su cometido.

Las hormigas siempre encontraban, en algún recoveco, unas migajas de pan, granos de arroz blanco y algún que otro trocito de tortilla que había escapado de la mandíbula del cazador de insectos Charly. Las veía esquivar al cazador dormido en su marcha hacia la alacena, trepaban las paredes hasta llegar a un plato de comida tapado con otro plato. ¡Bingo!

Quizás no lo hicieron en mi casa, pero estos pequeños insectos son capaces de crear puentes y hasta formar balsas para sobrevivir en lagos. Su comportamiento es verdaderamente increíble y, por ello, la biología computacional y la ingeniería las estudia. Algún día no muy lejano ayudarán en la creación de robots modulares o de construcciones inteligentes que respondan a señales del ambiente.

Quizás por ello la primera vez que me contaron acerca de las hormigas zombies me quedé un poco horrorizada. El hongo Ophiocordyceps unilateralis solo tiene que infectar a una hormiga para acabar con toda la colonia, tan solo necesita una espora. La hormiga infectada transcurre su vida trabajando normalmente junto con las otras obreras, la mentalidad colectiva continúa intacta, aunque el hongo se haya infiltrado dentro de su organismo. De repente un buen día su comportamiento empieza a variar, se sale de su formación y da tumbos sin sentido. Su sistema ha sido hackeado. 

La hormiga se aleja de su colonia y emprende el viaje hacia un ambiente más húmedo. Habiendo llegado al escenario perfecto para el parasitoide, la hormiga empieza a escalar el tallo de una planta y se detiene cuando se encuentra exactamente a 25 cm del suelo. El hongo parasitoide la conmina a morder la vena principal del envés de una hoja. La muerte la encontrará absolutamente sumisa, imposibilitada de mover un solo músculo. Días más tarde el hongo muestra por fin su verdadera cara y un estroma emerge, como una bandera, de la propia cabeza de la hormiga. El parasitoide infectó su cuerpo, manipuló su comportamiento, la posicionó exactamente donde la quería para al fin matarla y alimentarse de su cadáver que le daría vida a un sinfín de nuevos hongos, listos para acabar con su perfecta colonia.

El golpe perfecto, no destruyó el cerebro hasta el último minuto, tan solo necesitó influenciarlo. Con cuánta normalidad vivió la hormiga mientras que la estaban destruyendo por dentro. Me pregunto en qué momento se dio cuenta que los pasos que estaba tomando no los estaba dictando ella. El hongo se había convertido en el titiritero y manejaba sus músculos a su antojo ¿Sería el momento en el que su mandíbula dejó de responder? ¿O acaso habrá marchado creyendo que ella había elegido morir mordiendo una hoja? La hormiga fue la tonta útil de esta historia.

¡Cuánto se puede aprender de la naturaleza! ¿Podemos nosotros los humanos ser tan fácilmente manipulados?

Rocío Valverde
06 de octubre del 2019

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