Cecilia Bákula
Octubre: mes de hispanidad, fe y procesión
Las milagrosas andas del Señor de los Milagros recorren Lima durante todo el mes
El culto al Señor de Pachacamilla –que empezó asociado a un barrio pobre de Lima, la capital virreinal– se ha convertido en una expresión de fe mundial, pues se puede afirmar que en más de 200 lugares del orbe, ese culto se vive con intensidad. Y si a ello le agregamos la tradición que dice “donde hay un peruano, está el Señor de los Milagros”, tenemos una práctica religiosa extendida por todo el globo. El culto al Señor de los Milagros es un fenómeno de fe cristiana que supera los límites de nuestras fronteras; es una festividad y una vivencia de fe que nos remonta a los inicios de nuestra vida y nos une y ensambla con la hispanidad de origen. Y es así como cada año, cada octubre, las sagradas andas del Cristo Moreno salen a las calles y se funden con el pueblo fervoroso.
Es importante saber que la imagen que se venera en las sagradas andas, son dos: una es la pintura de la Virgen de la Nube, una antigua devoción quiteña que llega a Lima en el siglo XVII; y la otra imagen, propiamente la del Señor, que data de 1687. La imagen original, la que fue pintada por un esclavo oriundo de Angola en el muro milagroso, es ahora la pared del retablo del altar mayor de la Iglesia de las Nazarenas y data de 1651. Debemos entender que es un mismo culto y que el lienzo que recorre las calles tiene una historia de amor que lo sostiene, protege, cuida y se relaciona con las Hermandades, las cantoras, las sahumadoras y el siempre presente pueblo peruano.
Hablamos, entonces, de actos de piedad creciente, que se originó en nuestra ciudad hace por lo menos 370 años, pues la imagen primera, la que se ha conservado en el muro fue pintada por un artista criollo y desconocido que se presume era de ascendencia angoleña. Desde el primer momento, ese muro se ha mantenido en pie a pesar de que la ermita de la que era parte; colapsó totalmente con el terremoto que asoló a la ciudad el 20 de octubre de 1687, siendo recordado como uno de los tres más devastadores sismos que ha sufrido nuestra capital –1687, 1746 y 1940–y subsiste hoy en día, para adoración y veneración de los fieles.
La primera procesión del Cristo de Pachacamilla ocurrió en 1687, cuando otro terremoto sacudió a Lima nuevamente. En esa ocasión, Sebastián de Antuñano mandó a hacer en lienzo una copia del Cristo que figuraba en el muro y lo sacó en procesión a recorrer las calles de la ciudad. A partir del recuerdo del terremoto del 28 de octubre de 1746, se establece la costumbre de que la imagen salga en procesión el 28 de octubre de cada año. Este terremoto es el más devastador que se recuerda en nuestra historia; fue seguido de un tsunami y el mar llegó hasta lo que ahora conocemos como la avenida Colonial, en donde se levantó una Iglesia conocida como la Virgen de la Legua.
En la actualidad, las milagrosas andas del Señor de los Milagros recorren Lima durante todo el mes de octubre en recorridos largos y muy esperados, retornando definitivamente al monasterio el 1 de noviembre. Desde ese día y hasta el siguiente año, la imagen procesional es custodiada, por las religiosas carmelitas nazarenas, en el coro bajo del monasterio a donde no tiene al acceso el público. Es por ello que cada octubre, cuando el Señor sale nuevamente a encontrarse con sus fieles pasa a ser expuesto al lado del altar mayor, listo para salir por las calles, hay una explosión de alegría, de algazara y devoción. Es como el reencuentro con el amor, con la esperanza y la fe, con nuestra tradición e identidad que da a Lima y a todos los lugares en donde se venera la imagen una manera especial de ser en octubre.
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