Rocío Valverde

Obesidad y cáncer

Problemas de salud generados por la "comida chatarra"

Obesidad y cáncer
Rocío Valverde
07 de julio del 2019

 

El peso de las personas siempre ha sido un tema difícil de abordar, y los kilitos de más eran comentarios que se dejaban para el café de la tarde. El peso de todos los parientes hasta el tercer grado y vecinos eran escudriñados con ese tan particular recurso verbal limeño “¡Cómo se ha puesto Susanita!, ya ha echado cuerpo”, “A Pepe se le ve recio”, “Meche es una chica gruesa pero tiene su cintura”, “Carlitos y Ana se han llenado de amor”. Una mente joven entiende que debe evitar desarrollar curvas de más para no ser la comidilla que se engulle junto a las empanadas en la hora del lonchecito. 

En los últimos años los movimiento sobre la imagen corporal positiva han hecho que hoy en día tales comentarios sean irrepetibles. La opinión pública sobre el peso corporal ha virado tanto, con especial fuerza entre los jóvenes, que la palabra obesidad se ha convertido en tabú. 

Con mucho recelo hace unos años, ante una evidente alza en la tasa de obesidad, a los doctores de Reino Unido les recomendaron que les hablaran a sus pacientes acerca de su peso, aunque estos hayan ido a verlos a causa de una migraña o una gripe. Razonaron que si alguien te tiene que decir que tus caderas se están descontrolando qué mejor persona que tu doctor de familia. Los médicos proponían a los pacientes entrar a un programa de pérdida de peso y ayudarles a sacar su primera cita. En en Gales podían incluso recetarles el uso de bicicletas públicas. Como era de esperarse, se han visto cambios positivos en los pacientes que siguieron las recomendaciones de los médicos. De no haber sido por esa conversación con su médico, esas personas hubieran seguido con los mismos hábitos no saludables. 

A pesar de estos esfuerzos el tema aún causa ronchas. Y muestra de ellos son los cientos de cartas de reclamos de pacientes que dicen haberse sentido humillados por la falta de tacto de sus doctores. 

La nueva campaña de la ONG Cancer Research ha inundado las calles del Reino Unido con una simple frase impresa en una cajetilla de cigarrillos llena de crocantes papas fritas: “La obesidad también causa cáncer”. ¿Qué sientes cuando alguien te dice muy crudamente que tus kilitos bien llevados aumentan tus probabilidades de cáncer uterino, pancreático, rectal entre otros? ¿Son culpables los fumadores y los obesos de sufrir cáncer? ¿Cargan ambos grupos el mismo estigma social? ¿Puede esta publicidad tener un impacto negativo en personas que han superado trastornos alimenticios? ¿Hay suficiente evidencia científica para sentenciar que existe una conexión entre la obesidad y el cáncer? Estas han sido las preguntas que se ha hecho la nación.

Debo admitir que la publicidad no me pareció adecuada cuando la vi estampando un área pudiente de Londres, en donde las tiendas de comida rápida son escasas. Se encuentra más rápido una heladería vegana que un puesto de kebab. Mi parecer cambió este fin de semana cuando visité una zona donde la población era mayoritariamente obrera y emergente hasta que las fábricas cerraron. Cuando la industria echó el candado, el efecto dominó golpeó a su calle principal y las tiendas de muebles, ropa y deporte fueron reemplazadas por restaurantes de pollo frito, fish and chips, pizza y comida india. Bien se sabe, pues, que a la comida rápida se le debería haber bautizado como comida barata. 

En esta zona la población no ha respondido bien a la campaña porque, a pesar de saber que su obesidad podía aumentar su riesgo de diabetes y enfermedades coronarias, ignoraban que también podían afectar su riesgo de sufrir cáncer. Para ellos el cáncer sigue siendo una sentencia de muerte, la diabetes y lo infartos son más bien percibidos como una lotería o males inevitables que llegan al soplar sesenta velas.

La organización Cancer Research ha declarado que su objetivo es concientizar a la población y pedir al Gobierno que regule la publicidad de la comida rápida con la misma severidad que se le impuso a la industria del tabaco. Ahora que sabe que esas hamburguesas, papas fritas y gaseosas podían costarle más que un disgusto frente al espejo, ¿cambiará su alimentació?

 

Rocío Valverde
07 de julio del 2019

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