Jorge Morelli
Mirada china (al siglo XXI)

China es un Estado global que entiende su papel en la economía del siglo XXI
Sus objetivos geopolíticos llevan al Estado chino a proponer megaproyectos como la modernización de la antigua Ruta de la Seda, que conecta por vía marítima y terrestre a Shanghái, en el sur de China, con Hamburgo, en el norte de Alemania. A un paso se halla Londres, el “aliado estratégico” de Beijing para el siglo XXI, según los acuerdos firmados por el premier chino con el Reino Unido, por los que los bancos de la City londinense manejarán los negocios en yuanes chinos en todo Occidente. Un abierto desafío al dólar que, a su vez, desplazó a la libra esterlina hace exactamente un siglo.
Con esa red, China tiene cubierta la conexión física y financiera entre Asia y Europa. Solo le falta cerrar la parte restante de la circunferencia del globo con un medio de transporte que conecte el Océano Pacífico con los grandes mercados urbanos de Sao Paulo y Buenos Aires, el Océano Atlántico y, nuevamente, Europa. El premier chino firmó con Brasil, el año pasado, acuerdos para invertir US$ 53,000 millones en Sudamérica. Invertir, no prestar. He allí la razón de ser del Tren Transoceánico. Cueste lo que cueste, el megaproyecto es del interés de China y de Brasil. El Perú no tiene por qué poner un centavo en su construcción. Se halla providencialmente en el camino entre China y Brasil y se beneficiará de esa situación.
Más allá de eso, lo que China está haciendo en la economía real es la receta correcta para recuperar el crecimiento global. La revista británica The Economist ha publicado un artículo (“The low rate world”) en el que advierte que los bancos centrales globales no dan más. Sus políticas de estímulo —que incluyen tasas de interés bajas, incluso negativas— ya no reactivan el crecimiento en EE.UU. y Europa. Mientras que China sigue creciendo a 7%. The Economist, entonces, redescubre a Keynes (más bien, a Roosevelt) y dice, con bombos y platillos, que ha llegado la hora de que los gobiernos y las políticas fiscales vengan en auxilio de los desfallecientes bancos centrales y sus políticas monetarias exangües.
Es hora de volver a invertir en infraestructura, añade. Y de la mano del sector privado para no recaer en el estatismo de los años sesenta y setenta. Acto seguido, sin embargo, The Economist habla de reconstruir aeropuertos y carreteras en los países desarrollados. No menciona a las economías emergentes, que es donde se debería invertir masivamente en infraestructura, recursos naturales y nuevas actividades productivas.
Esto se halla en marcha solo en pequeña medida. La lucha contra la corrupción de las argollas de la megaconstrucción de infraestructura en Brasil y otras economías emergentes va a dar paso a la participación de grandes constructoras norteamericanas en las licitaciones de obra pública en Brasil. También en el Perú. Odebrecht, por ejemplo, le venderá a Sempra su participación en el famoso Gasoducto del Sur. No obstante, lejos de ir hacia los mercados emergentes, los capitales están saliendo de ellos, atraídos a los mercados desarrollados con la engañosa promesa de unas tasas de interés más altas y un dólar fuerte.
Hace falta decisión política para proporcionarle un cauce al crecimiento de la economía global. Eso es exactamente lo que hace China con una nueva visión geopolítica, como la que tuvieron el Imperio Británico en el siglo XIX o Estados Unidos en el XX. Hoy, China está reclutando al Reino Unido para su mirada global al siglo XXI.
Jorge Morelli
@jorgemorelli1
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