Luis Cáceres Álvarez
Melodía del Adiós

Ópera Salvaje para Tribus Urbanas, tercer disco de Los Mojarras, cumplió 20 años
Se nos va 2016 dejando una última ráfaga de sonidos en la memoria. ¿Cómo comprender las ideas y hechos políticos del Perú en una época si no se estudian con cuidado las letras de las canciones populares? De esta forma, llegan a escena Los Mojarras, un emblema no solo del rock sino de toda nuestra música contemporánea. Su tercer disco y última cría, Ópera salvaje para tribus urbanas (1996), ya cumplió dos décadas. Mientras que en los próximos seis meses el primer disco Sarita Colonia (1992), tendrá 25 años y serán 20 del cisma más sonado de la agrupación (en junio de 1997), poco después de la gira en doce ciudades alemanas, por la rebeldía, el poco profesionalismo, litros de alcohol y Hernán Condori (Cachuca). Pero ese es otro cantar, una agradable locura temporal con olor a pogo, chicha y ron. No obstante, vamos a remover los conchos y sacar el veneno con estos osos revoltosos.
Ante todo, Los Mojarras ya no existen. Solo queda Cachuca, su ilusión y su repertorio. En palabras de Kike Larrea, primera guitarra del grupo y productor musical del disco debut, en esa época no era “Cachuca y Los Mojarras. Es como si Mick Jagger se fuera del grupo; y sería Mick Jagger, pero ya no son The Rolling Stones”. Ahora que la situación es clara, escuchemos el tercer disco. Es el más maduro y poco apreciado que las dos producciones anteriores. La sencillez de Sarita Colonia y la experiencia de la fama en Ruidos de la ciudad (1994) ayudaron a mezclar detalles en percusión, en cuerdas y en composición. De cierto modo, se rescató espíritus del primer disco y excesos rítmicos del segundo. Un ejemplo es la canción abridora del lado A: “Ópera salvaje”. Llama cinco veces a despertar a las almas ociosas con un aguardentoso swing para el circle pit. “El mundo es plano y gira sobre un reloj / De lava y azufre suenan las baterías / que engendran terremotos en mi mundo interior”.
Por el lado B, las “inéditas” abren con un perfil del pintor Víctor Humareda, con los principales elementos para entenderlo a él y a su obra, antes que cuestione su vida de misterio, de callejón y de artista, “He bebido del emoliente de la parada al que llaman, cariñosamente, calientito. / He bebido también, del whisky, el más fino y exquisito. / He gozado de una mujer, de una mujer de alta alcurnia y también señores de una recién bajadita de la puna. / Sé lo que es dormir, sé lo que es dormir en un departamento full equipo y lo que es tiritar entre cuatro esteras mal paradas que más parecieran, haber sido, crucificadas”.
Por estos días, hay quienes recalcan que el Perú deja de ser un triciclo ambulante como manifestaron en su hit de la segunda cría, para convertirse 20 años más tarde en un "mototaxi", con gran cantidad de fierros por la problemática modernización, y por arrojar humos de melancolía y frustración; pero también de la alegría que aparece gracias a una nueva e importante ruta de reducción de la pobreza al quinto de la población, una clase media pujante, grandes producciones regionales, entre otros puntos. Los tiempos cambian.
A inicios de los noventa, era un gran reto para ellos subir a un escenario. No tenían la certeza de que el público aceptara las melodías. Se preguntaban si saldrían a patadas o llevados en brazos por la policía. La nueva generación solo quería cantar, poguear y gritar, sin importar la discriminación a sus raíces o enfrentar errores políticos. Eran tiempos en los que el terrorismo reinaba. Esta banda maldita jamás se imaginó ser bautizada por Chacalón, y beber dichas y halagos. Eran considerados por los “subterráneos” como pecadores, porque entregaban “opio al pueblo”. “Hoy es distinto, ahora todos los peruanos miran hacia el interior y dicen: ‘la fusión es lo máximo’, ‘el Perú es lo máximo’; pero al comenzar no se concebía al país de esa forma. Hay mayor identidad”, afirma Martín Choy, la tan preciada guitarra de los últimos dos discos.
Incluir una maceración de sonidos como valses, huaynos, blues junto a la chicha y el rock and roll, e ilustrarla con la realidad que se vive, fueron ventajas. Hoy en día, la crítica es dura con Hernán “el poeta de la calle” Condori. Se señala que no es quien mejor representa la esencia Mojarra, pues ya existe una Nueva Guardia que se aferra al "sonido de barrio" que dejó el grupo: El Terreno de Yacomego, La Nueva Invasión, Barrio Calavera, Los Chapillacs. ¿El mundo de pronto vuelve a renacer? “Los Mojarras fueron producto de una búsqueda de identidad que tuvo su apogeo y su ocaso. Me encanta que la esencia sea recogida y relanzada”, explica Hugo Martínez Garay, mánager entre 1995 y 1997.
El año pasado se reeditó Tour Perrada (1998), disco con temas a capela, sin parte de la antigua formación de choches. Por tanto, esperemos escuchar nuevas crónicas urbanas de Cachuca, que muestren a ese “nuevo Perú no oficial” y dejen los proselitismos para la Municipalidad de Lima (en tiempos de Castañeda), para ser otra vez contestatarios, como a lo largo del fujimorato.
En fin, buenas vibras para el próximo año. A veces la música manifiesta mejor lo que sucede. Que se hagan frenéticos riffs con alma, corazón y vida. Escucha, descubre y difunde.
Por: Luis Cáceres Álvarez
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