Eduardo Zapata
Material innoble

¿Solo se debe construir con ladrillos, cemento y hormigón?
En pocos días, la televisión ha grabado en nuestra mente imágenes de tragedias dolorosas. Y ha generado en nosotros temor o angustia, por las consecuencias que conllevaría en nuestra realidad un terremoto.
De las escenas que han quedado grabadas en nuestra mente, tal vez haya sido la más potente aquella referida a los niños sepultados en una escuela. Seguramente habremos pensado en nuestros hijos o los hijos de los más.
Y ocurre que esa imagen veíamos niños muertos y sepultados por cemento, ladrillos y aun lozas de concreto. Con retorcidos fierros de construcción que habían servido de poco ante la magnitud del sismo.
En este contexto y ante esta situación, y como analista de los imaginarios sociales, quisiera referirme a la triste y discriminatoria expresión “material noble”. Por atavismos culturales y no pocos intereses de constructoras lo noble significa precisamente construir con cemento, fierro y hormigón. Por oposición, la utilización de cualquier otro tipo de material resulta innoble.
Y aquí quiero hablar ahora como educador. ¿Qué necesidad tenemos de utilizar “material noble” para habilitar prontamente escuelas dignas para todo el norte de país? Y no me estoy refiriendo a la precariedad o acaso a la utilización del cartón. Me estoy refiriendo a que la ingeniería de la construcción pone a nuestra disposición hoy estructuras de acero o de madera velozmente armables, con costos largamente inferiores a la “nobleza” y adecuadas a la realidad de un país sísmico.
Con gran rapidez podríamos dotar a todo el norte de nuestro país de escuelas en las que el costo no vaya a enriquecer casi exclusivamente a las compañías constructoras. Y donde lo que allí ahorremos signifique más bien inversión en material y tecnología educativos, y espacios dignos y seguros para nuestros estudiantes.
El Gobierno ha hablado de Reconstrucción con Cambios. Esperemos que entre esos cambios esté aquel de desterrar la falaz asociación entre material noble y cemento. Y esto lo deberíamos extender a todo el país en lo que se refiere a nuestras escuelas.
En otros países también sísmicos —Japón es un ejemplo— no hay heráldicas de nobleza en lo que a material de construcción de escuelas se refiere: se construye con material que asegure la resistencia y, por ende, se proteja la vida de los niños. La nobleza está en quienes tienen que tomar la decisión del material seguro a utilizar y no en el material mismo.
Hay una gran brecha de infraestructura educativa en nuestro país. Podríamos cerrarla más rápidamente si desterrásemos la expresión “material noble” como sinónimo de ladrillos, hormigón y cemento. Un verdadero tecnócrata entenderá fácilmente esto.
Eduardo E. Zapata Saldaña
COMENTARIOS