Cecilia Bákula

Luis Bedoya Reyes: un político de nuestro tiempo

Adecentó nuestra política dando muestras de calidad humana

Luis Bedoya Reyes: un político de nuestro tiempo
Cecilia Bákula
26 de febrero del 2024


El mes de febrero nos trae la posibilidad de recordar el natalicio de grandes peruanos, destacando entre otros a Luis Bedoya Reyes, quien hizo de la política no solo una forma de vida, de servicio, sino le añadió picardía, elegancia y clase sin dejar de añadirle un toque de humor lo que daba cuenta de su agilidad mental e inteligencia.

Nacido en el Callao, su mundo fue siempre el de las letras y el derecho y desde muy joven se sintió afín al servicio en el universo asociado al mundo político; lo vemos vinculado al gobierno de Óscar R. Benavides, aprendiendo desde entonces detalles de la política menuda y palaciega que lo habrían llevado a entender que era necesario formarse desde las lides universitarias primero. Así, Bedoya, que había sido alumno del colegio Nuestra Señora de Guadalupe, entidad que en sus mejores años tuvo el privilegio de contar entre sus docentes a los más preclaros profesionales peruanos, ha sido recordado como un alumno excelente en San Marcos, universidad a la que ingresó en 1936 y en donde se graduó como abogado con altas calificaciones.

Lo suyo era el ejercicio de la abogacía y la política; habiendo dado cátedra de calidad en todos los cargos públicos y empeños en los que puso su energía e ilusión. El ejercicio del máximo poder del Estado le fue esquivo, como sucedió injustamente con Haya de la Torre, pero ello no fue óbice para imponer a cada intento un gran esfuerzo y un gigantesco compromiso.

Bedoya se enroló en la Democracia Cristiana, partido fundado por Héctor Cornejo Chávez en 1956; este partido político significaba una cierta oposición al Apra de la mitad del siglo XX y una postura radical respecto a la izquierda comunista de entonces. Siendo militante del PDC, Bedoya apoyó a Fernando Belaunde y durante su primer gobierno, asumió en 1963, el Ministerio de Justicia y Culto, desarrollando con el Arquitecto una cercanía y amistad. Producido el golpe de Estado liderado por Juan Velasco Alvarado, Bedoya que era hombre de principios y sin medias tintas en sus definiciones políticas, tuvo una severa discrepancia con la Democracia Cristiana y su líder y se separó de su partido de origen creando, en diciembre de 1966, el Partido Popular Cristiano desde el que propugnó un eficiente liberalismo para la economía y una clarísima postura conservadora en otros campos, al marcar distancia radical con la izquierda marxista y denunciar las nefastas consecuencias de la quiebra constitucional que había significado el golpe militar de octubre de 1968.

A partir de ese momento, Luis Bedoya Reyes no dejó de ser un personaje con voz propia, nítida, directa y siempre locuaz y contundente que se hacía oír y cuya opinión nunca dejó de ser requerida. Ya había destacado como excelente alcalde de Lima cuando en 1964 fue elegido por una abrumadora mayoría como el primer Alcalde en ser electo por sufragio popular, imprimiendo a la gestión edil un tinte de eficiencia responsable que se recuerda. Su carrera política así como su actividad profesional no descansarían ya.

Fundado ya el Partido Popular Cristiano (PPC), con líderes de la talla intelectual y política de quienes lo acompañaron desde un primer momento como Mario Polar Ugarteche, Roberto Ramírez del Villar, Felipe Osterling y Ernesto Alayza Grundy, Bedoya decide lanzarse a las ligas mayores y postula a la Asamblea Constituyente que fue convocada en 1977 por el general Francisco Morales Bermúdez, quien asumió el liderazgo de la segunda fase del gobierno militar y buscó un retorno lo más consensuado posible hacia la democracia, luego de una década de imposición militar. En ese proceso el Partido Popular Cristiano, liderado por Luis Bedoya logró ingresar con 25 miembros entre sus líderes fundacionales y algunos jóvenes que empezaban a formarse en la política, algunos de los cuales resultaron poco dignos de su confianza y hoy en día siguen siendo de esos parásitos que no faltan y que hacen mucho daño por ser como sepulcros blanqueados. En esa oportunidad, el PPC obtuvo la segunda mayoría luego de la significativa presencia del APRA que logró 37 escaños. Se recuerda y valora el gesto de nobleza e hidalguía de Luis Bedoya al apoyar a Víctor Raúl Haya de la Torre para que presidiera esa histórica Asamblea, en la que se discutió y elaboró la Constitución de 1979, que reemplazó a la de 1933. 

Pienso ahora que Bedoya quiso reivindicar a Haya de la Torre que había dado su vida por hacer una política decente y generosa pero que el poder político le había sido no solo esquivo, sino arrebatado; Haya estaba en el ocaso de su vida y en ese momento, Bedoya que estaba en su plenitud, le reconoció con grandeza, lo que nuestra política le había negado a Víctoir Raúl. Pienso, también, que Bedoya no imaginó que más adelante, ese mismo poder le sería también esquivo a él mismo, porque nuestra población es poca, pequeña y menuda en agradecer y reconocer a sus grandes hombres y sabemos hacerlo en honras fúnebres pero no sabemos descubrir a tiempo lo que perdemos cuando elegimos mal y no dimos la victoria a quien pudo habernos conducido por caminos de éxito.

Es importante señalar que, en la elección del presidente de la Asamblea Constituyente, Luis Bedoya inclinó el fiel de la balanza pues si bien el PPC no tenía mayoría en dicho foro, sus votos fueron los que le dieron el triunfo a Víctor Raúl, contra todos los malos deseos de la izquierda.

Mencioné que el poder máximo le fue esquivo a Bedoya porque postuló sin éxito una vez más a la alcaldía de Lima y a la presidencia de la República en dos oportunidades; en 1980 y en 1985. Y si bien su olfato político era extraordinario, no le ayudó al unirse al Fredemo; bien dice la sabiduría popular que es mejor ser cabeza de león que cola de ratón. 

No obstante ello, Luis Bedoya Reyes es un personaje al que la historia le ha asignado un lugar de privilegio. Y me gusta que así sea porque se lo ha labrado a pulso y con tesón. No se trata solo de que el sitial signifique coronar todo con el éxito mundanamente referido, sino alcanzado con cualidades que nuestro querido “Tucán” tenía en abundancia: inteligencia, amor por el país, tenacidad, voluntad y capacidad de reinventarse, conciencia de que se debe servir bien y siempre, alegría, caballerosidad, picardía y la posibilidad de levantarse cada día superando, por grande que fuera, la adversidad del día anterior.

Nadie nos ha ofrecido una vida cual lecho de rosas; más bien se nos ofrecer tomar la cruz para hacer el camino. A Lucho Bedoya no le faltaron cruces y espinas y nunca hizo del adversario un enemigo, ni del opositor un traidor; muy por el contrario, adecentó nuestra política y nos dio a lo largo de su fructífera existencia muestras de calidad humana, de reciedumbre en las pruebas, de inteligencia en la respuesta, de seriedad en el análisis, de juventud en las propuestas.

Hoy que el país necesita de partidos políticos fuertes y coherentes, y que el PPC, partido que Bedoya fundó, busca relanzarse, bien harían sus actuales dirigentes en escuchar la esencia de su fundador, desprenderse de quienes desean seguir medrando sin aportar sino tan solo estorbar, para así y solo así avanzar encontrando el futuro, principalmente en su esencia fundacional: ser popular y cristiano. Para el PPC pretender estar fuera de esos parámetros, que son amplios y riquísimos, podría motivar no sólo perder su razón de ser e identidad, sino olvidar que el propio Tucán les hubiera podido lanzar contundentes y afilados picotazos.

Cecilia Bákula
26 de febrero del 2024

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