Los problemas más importantes para los peruanos

Ninguna encuestadora pregunta de modo abierto cuales son los cinco temas que, en orden de prioridad, preocupan al ciudadano, dejando que él solo decida. Sospecho que la lista más común hablaría de: inseguridad en el hogar, en el lugar de trabajo y en la vía pública. Bien haría el Congreso en apurar la aprobación pronto la implementación de la Doctrina del Castillo. En lenguaje popular “se harían una” en un entorno adverso.

El descenso en las ventas de todo bien o servicio no imprescindible impacta en la generación de puestos de trabajo, fenómeno que erróneamente creíamos superado. No faltarán quienes repitan la infantil excusa presidencial que culpa a la crisis internacional, a pesar que hemos pasado varias crisis desde 1993. Ni la explosión de la burbuja inmobiliaria afectó nuestra economía como lo viene haciendo la tozuda bravuconada presidencial.

El alza creciente de los costos de salud. De nada sirve inventar mundos ficticios en los que el SIS atienda de mentirillas cada vez más personas, cuando en la práctica no se venía dando abasto, por no mencionar esa tremenda injusticia que es marginar de la atención por el Ministerio de Salud a los formales, con cuyos impuestos se pagan toda la infraestructura y todos los sueldos del sector.

Burocracia exasperante. La planilla estatal (Gobierno central y gobiernos regionales) ha crecido explosivamente, no en personal asistencial y docente ni de integrantes de las fuerzas de seguridad, sino en burocracia. Un error cuyo altísimo costo pesa y lastra a la ciudadanía.

Corrupción está de moda hablar de ella, pero ni es nueva ni se está haciendo nada eficiente para desterrarla.

El respeto entre ciudadanos probablemente no sería mencionado, pero subyace a toda la problemática consciente. Y debe quedarnos claro que solo será posible alcanzarlo cuando los ciudadanos de a pie, los distintos poderes del Estado y los distintos niveles de gobierno respeten la Constitución (por eso llamada pacto social en la doctrina jurídica) y las leyes. No es posible llegar a buen puerto en materia de institucionalización con un presidente insistiendo en quebrar la Constitución para acomodar el plazo de su mandato a lo que cree que le conviene.

Pero más allá de lo que pueda expresar la ciudadanía, hay algo que va tomando forma que es sumamente peligroso para la estabilidad y seguridad democráticas: la perdida de confianza en las instituciones y las personas que las conforman. Cuando la población de un país (y el Perú viene siendo empujado deliberadamente hacia allí) pierde la confianza en las instituciones democráticas, el totalitarismo, en cualquiera de sus vertientes, se puede colar con piel de oveja con suma facilidad. Más aún cuando hay fuerzas políticas que vienen trabajando 50 años en ese objetivo.

En la década de los setenta la ¨Liga de los defensores de Cartago”, dirigida por un visionario jurista, convocó cerebros que lograron comprometer fondos privados para un trabajo académico a tiempo completo en defensa de los valores centrales del liderazgo de los Estados Unidos, Con ello superaron la amenaza asimétrica que se les había colado dentro de los claustros y la prensa, y que había socavado la confianza ciudadana. Solo un esfuerzo económico e intelectual similar puede combatir con éxito los más de 50 años de zapa en solitario.