Tino Santander
Los desafíos para Martín Vizcarra
Las demandas sociales serán la agenda más importante del país

La caída del régimen mafioso de la alianza PPK - Alberto Fujimori y la asunción de Martín Vizcarra han generado un sentimiento de esperanza en la población, a pesar del masivo repudio a la clase política representada en el Congreso. Por eso, el nuevo Presidente ha anunciado simbólicamente que convocara a un pacto político contra la corrupción, sin especificar de qué se trata ese pacto. Los peruanos están ilusionados con este provinciano humilde y sencillo en sus formas, que marca una gran diferencia con el excluyente Gobierno pepekausa.
La tarea es titánica, tiene retos muy complejos en un país con diversidad de demandas y exigencias. Los pueblos del Perú se han organizado al margen del Estado y han creado varias comunidades, imaginadas en una geografía hostil que se caracteriza por ser indiferente a la lucha por el poder del Perú oficial. Estas comunidades imaginadas están en organizaciones sociales como las rondas campesinas, los comités cívicos pro obras, los frentes de defensa, los comités de lucha, las federaciones agrarias, las comunidades nativas, etc., que controlan extensas zonas del territorio nacional y ejercen de facto el poder político. Por ejemplo, son las que otorgan la licencia social para las inversiones en infraestructura social y productiva.
Cada una de estas comunidades imaginadas tiene una idea diferente del Perú y mantiene o trata de mantener relaciones armoniosas con el Estado en la medida que no afecte sus intereses y su lucha por la implementación de servicios básicos. El primer reto del nuevo presidente es entender esta complicada realidad.
Los conflictos sociales en el Perú expresan demandas económicas y la búsqueda de reconocimiento social y político. Muchos de ellos son violentos, porque los pobladores no tienen otra forma de llamar la atención. Además los frívolos funcionarios del Estado tienen una visión superficial de los problemas sociales. No comprenden que todos los conflictos sociales son políticos y, por consiguiente, sus soluciones son políticas. Los pueblos y las comunidades del Perú usan la política para defenderse y sobrevivir, porque no se sienten representados por los partidos políticos que los han abandonado y solo los buscan en épocas electorales. Entonces reemplazan a los partidos por las organizaciones sociales y al Estado por las empresas privadas que reciben todas las demandas de la población. Ahora, ni el Estado, ni los gobiernos, ni las empresas privadas se dan cuenta de lo que sucede en el Perú.
El estado de derecho solo funciona en ciertos ámbitos. La ley, el orden y la democracia no existen en extensas zonas del país en las que se vive en estado de naturaleza (sin ley), lugares donde impera la voluntad de caudillos y de las organizaciones sociales mafiosas. El VRAEM es el ejemplo del fracaso del Estado nacional. Mientras tanto, las demandas se multiplican y los gobiernos no saben por dónde empezar. Ahora, el nuevo Gobierno tendrá que afrontar la reconstrucción del norte que se empieza a incendiar en Olmos (Lambayeque), lo que puede extenderse a toda la región. El presidente Vizcarra, no puede olvidarse de los diez millones sin agua ni desagüe, ni de los campesinos sin crédito ni asistencia técnica.
En el Perú todos reclaman una ley, una parte del presupuesto. Los pueblos exigen colegios, hospitales, teléfonos, Internet, carreteras y trabajo; y no ver esto es alucinar que detrás de estas demandas están los extremistas radicales. Las demandas sociales serán la agenda más importante del país en un mundo globalizado que enfrenta el populismo fascista que viene de Europa y Norteamérica, y que puede arrasar violentamente el Perú. Los retos no son solo para el nuevo Presidente, sino para todos los peruanos. Y tenemos la obligación de ayudarlo para evitar la ruina del Perú.
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