Cecilia Bákula

Lo que esperamos del mensaje de Fiestas Patrias

Para iniciar una nueva etapa en la construcción de nuestra nación

Lo que esperamos del mensaje de Fiestas Patrias
Cecilia Bákula
26 de julio del 2020


Hace ya un buen tiempo que los peruanos –aunque las encuestas hechas a través del WhatsApp o por teléfono digan lo contrario– no respaldamos ni manifestamos anuencia a los tremendos errores y desatinos de este Gobierno. Errores que se han agudizado en esta grave pandemia, con severa desatención a la crisis que viven millones de peruanos, con carencia de empatía y falta de acciones oportunas, contundentes y eficaces.

Por todo ello, hemos perdido la esperanza de recibir este próximo 28 de julio un mensaje que logre opacar esa visión de tener un Gobierno en crisis. No creo que ni las promesas populistas, ni las cifras retocadas, ni la realidad –por más maquillada que se nos presente– puedan evitar ese malestar que sentimos los que queremos una patria grande, con gobernantes asertivos, transparentes. Gobernantes comprometidos no con intereses mezquinos, sino con los grandes sueños que nuestro país merece y tiene derecho a vivir. Lejos de ser una quimera, esos sueños deben ser entendidos como una realidad, como una propuesta para un futuro diferente.

La crisis que vivimos ha enlodado casi a la totalidad de las esferas de la vida pública, y afecta grandemente a la ciudadanía en todo orden de cosas. Ya no se trata solo de una emergencia sanitaria, hablamos del colapso de un régimen que llega al final de su periodo, sin casi nada que mostrar de éxito, con mínima obra realmente lograda, con una lista de pendientes que desborda todo lo que se pueda escribir en un abultado cuaderno y que tiene a la población en estado de zozobra permanente.

En esas condiciones, ¿se pueden celebrar las Fiestas Patrias? ¿Qué fiesta puede haber cuando la cifra de muertos aumenta día a día, cuando el contagio parece tan imparable, como incapaz es la autoridad de controlar su propagación? Silenciosa ante la acción para frenar y enfrentar sus consecuencias, esta pandemia hunde el puñal de la muerte en muchos sectores de la actividad productiva y económica. Es que hasta el espíritu festivo del pueblo ha sido aniquilado por la realidad que se vive que, si bien la vemos centrada en temas de salud, pareciera ser motivada por la perversidad del destino o la incapacidad de una gestión.

Estoy segura de que los recientes cambios en el Gabinete ministerial pretenden aportar un rayo de luz a esta larga y oscura noche en la que el Perú está inmerso. Deseo que así sea; pero la luz que el Perú necesita, no la puede aportar una sola persona a cargo de un ministerio. Cada cartera debe involucrarse como parte de una labor concertada, de un plan de acción y de reacción. Y esos lineamientos los tiene que dar –con claridad, transparencia y responsabilidad– la máxima autoridad. Y lo que se ve es que carecemos de ese plan, ese derrotero cierto para todas las necesidades que el Perú tiene y que, sin duda, superan las terribles consecuencias que nos viene dejando esta pandemia.

¿Qué quisiéramos escuchar este 28 de julio? Cuando menos, un mensaje con humildad y realismo, que incluya un mea culpa a todos los ciudadanos de este maravilloso país. Que nos hable de concordia y no de enfrentamiento, porque el desgaste nacional por esta voluntad de crear conflicto donde no lo había, parece un lugar común en estos tiempos. Deberíamos escuchar una palabra de aliento a la empresa privada, una voz de futuro hacia la inversión minera y una actitud de reconocimiento a la valentía de muchos peruanos. Incluyendo a todos los médicos y personal sanitario, héroes anónimos a los que se ha maltratado y ofendido, como se ha hecho con los ciudadanos a los que se les ha enrostrado las culpas de lo que esta administración no ha sido capaz de atender.

Un mensaje de duelo y condolencia para todas las familias enlutadas por la muerte de sus seres queridos, que no pudieron acceder a un auxilio médico ni a la mínima atención en el sistema de salud tan venido a menos. Un gesto de dolor hacia tanto sufrimiento y, por qué no, un reconocimiento viril a los errores cometidos. Disculparse y pedir perdón son acciones de grandes hombres, de nobleza y valentía, de líderes y no de meros caudillos de circunstancia.

Y, ¿para el futuro? Si se propusiera dejar cuando menos, y antes de su salida con fracasos conocidos, un plan de inversión en educación y en la digitalización universal para el país, algo podríamos agradecer a esta gestión. Son muchísimos los estudiantes que, por vivir lejos de los centros urbanos, no han tenido la oportunidad de hacer un primer semestre escolar a distancia. Un año escolar prácticamente perdido que lleva a muchos jóvenes a ocuparse en trabajos manuales; no solo porque la educación no les llegó, sino porque la pérdida de fuentes de subsistencia y trabajo han incrementado a nuestra población en estado de pobreza severa. La digitalización permitiría a todos el acceso no solo a la información; también a la modernidad, al conocimiento, a formas modernas de educación universal y a la urgente bancarización digital.

Se requiere, también, escuchar la inmediata puesta en práctica de un plan de inversión y reactivación del trabajo, que sea real y aplicable. Y que, lejos de medidas populistas y asistencialistas, signifique la generación de trabajo. Ello entendido no solo como la mejora en la crítica situación económica de miles de familias, sino también en su dimensión liberadora y creadora de dignidad y esperanza.

Las circunstancias en que recordaremos estos 199 años de vida independiente, me llevan a pensar en lo lejos que está realmente la “independencia” para los peruanos. No hemos logrado la independencia del fantasma de la desunión, de la crisis, del atraso, de la enfermedad, de la carencia de un auténtico sentido de “nación”, de una visión de futuro para todos los ciudadanos. No puedo culpar de todo a estos últimos tres años de nuestra historia; pero creo que en mucho, este tiempo ha sido de incremento de la desazón, de la desesperanza y de la frustración.

No obstante, en esas condiciones debemos sacar fuerzas de flaqueza y proponernos realizar justas y transparentes elecciones para que en el 2021, con la mirada hacia un futuro posible e inmensamente rico, podamos iniciar una nueva etapa en la construcción de la bonanza que este país merece. Bonanza que desborda lo puramente material, para acercar a los peruanos a los logros de la equidad, la libertad y las mejoras que hacen grandes a los pueblos libres.

Cecilia Bákula
26 de julio del 2020

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