Hugo Neira

"Lima y sus arenas". El achorado

El sociólogo Danilo Martuccelli y su visión de la Lima de hoy

"Lima y sus arenas". El achorado
Hugo Neira
30 de julio del 2018

 

Aunque en estos tiempos hay muchas maneras de informarse sobre qué se edita, por mi parte, no pierdo la costumbre de ir a librerías, visitarlas, pasearme por ellas, hallar obras que ignoraba. Qué le voy a hacer, son hábitos adquiridos en mi ya larga vida. ¿El método? Los libros se hojean antes de comprarlos. Y ocurren hallazgos sorprendentes. Es el caso de Lima y sus arenas. No sabía que Danilo Martuccelli había sido traducido al castellano hasta que una editorial, Cauces Editores, pusiera ese libro al alcance de los peruanos.

Martuccelli es un sociólogo francés, uno de los mejores. Lo conocía desde un libro de 1999 sobre La sociología de la modernidad. El itinerario del siglo XX, publicado por Gallimard. Me llamó la atención por otro obra, ¿Existen individuos en el Sur? publicado en Santiago de Chile (2010). Ni viejo ni joven, nacido en 1964, profesor de sociología en la universidad París Descartes, en ningún momento se me ocurrió que se hubiera interesado por el Perú. Y menos todavía por Lima. Ahora bien, llamamos «peruanistas» a los extranjeros y académicos que trabajaron algún tema científico sobre nuestro país. Por ejemplo, el italiano Raimondi. El rumano John Murra que nos explicó qué era el archipiélago andino, gracias al control vertical de los pisos ecológicos. Porras Barrenechea no se cansa de explicar el aporte de extranjeros como Baudin, Trimborn y Means, sobre la historia de los Incas. Y para el siglo XIX y XX, los viajeros.

¿Cuál es la ventaja de estos peruanistas? No provienen de las pasiones, las cegueras, los prejuicios de los locales. Tienen la serenidad del observador. Como nuestra vida intelectual es una guerra civil en manos de Caín, resulta que un extranjero, que trabaja para entender y no tergiversar, tiene resultados positivos, claros y desinteresados. Es el caso de Martuccelli. Sin embargo, en esta reseña (un hábito del quehacer intelectual que casi ha desaparecido de nuestros periódicos), tengo que explicar algunos giros semánticos. Por ejemplo, qué es lo que quiere decir por «arenas».

Si los peruanos tenemos una referencia histórica, los Incas, los europeos no olvidan la Roma imperial y la cristiandad. Las «arenas» connota con el circo romano. Quiere decir espacios de conflictos, políticos, culturales. Para nosotros, que no venimos del latín, arenas es playas. Ahora bien, Martuccelli, desde la introducción, parte de una premisa que por lo general se nos escapa. Agobiados por nuestros defectos, la corrupción y otros fenómenos que nos deprimen. En cambio, Martuccelli arranca con «los limeños adolecen de una interpretación consensual de su reciente historia colectiva». Dice que hemos vivido «un gran cambio». Luego pasa a los avatares del pueblo, del APRA, el gobierno militar, y luego lo criollo, lo huachafo (y ahí me cita, con algo de Hacia la tercera mitad), lo cholo, «el racismo estamental y el impasse de la nación». Lima, los informales, el mercado, la crisis y «la inconsistencia posicional». Ese sociólogo, no adulador, encuentra «fracturas y diferenciaciones populares». Luego en el capítulo 4, habla de un «proyecto reglamentador». Y esto: «el fracaso, una ciudad donde nadie respeta nada». Y describe la matriz informal. Y de ahí, la cultura chicha, el humor del aplaste y el achorado. El subtítulo del libro dice académicamente su propósito: «poderes sociales y jerarquías culturales».

¿Qué es un achorado? Entendamos este sujeto social sin pensar que Martuccelli es caviar o keikista, aprista o liberal, si está con Movadef o qué tipo de jueces y supremos frecuentó cuando estuvo en Lima. El amable lector tendrá que razonar por su cuenta y sin la ayudita que consiste en rechazar o aprobar a priori un texto, según la inclinación ideológica del autor. Por una vez va a tener que pensar sin las muletas del hábito inquisitorial limeño.

El achorado es el que avasalla. «En su núcleo duro, testimonia una actitud de desafío específico de los de abajo». El achorado es la expresión terminal, o en todo caso extrema, de la cultura chicha y «del humor del aplaste» (p. 228). El achorado avasalla sin miramientos, por ignorancia, por indiferencia, por buscavidas. ¿Qué nos está diciendo el sociólogo francés? Por si acaso, se ha leído cuanto opinólogo peruano, sociólogo o no, exista. Pero hay opiniones que son suyas. El achorado, según Martuccelli, es de origen popular e incluso migrante, de abajo, pero tiene algo especial. No se resigna al casillero en el que lo coloca la sociedad limeña. «El achorado es el resultado de un incremento de expectativas». Pero no viene de un desborde político (adiós Matos Mar), sino de «un desborde normativo cotidiano». Lo compara con el desafío plebeyo de los peronistas de la época de Perón. «El achorado es la expresión ambivalente de la fuerza de la democratización». No tiene mucho que ver con la criollada. Eso que conoció Bourricaud y tema de Guillermo Nugent (en 1998), ya fue.

El achorado es la nueva figura. Para avanzar en sus análisis se apoya en Manrique, Portocarrero y Bruce. En otros casos, en Tanaka. Lo de cholear regresa varias veces. «Lima es una promesa y un tormento». «El lugar de las sociabilidades en jaque». Ya estamos en algo más potente que el cholo avispado y el vacilón chicha. El pendejo estafador se ha quedado atrás. El humor del aplaste limeño es lo de hoy. El «te cagué, mierda». Todo lo que cuenta es no ser «lorna». Hasta la China Tudela y la Paisana Jacinta entran en este baile. La pendejada queda como una vieja variante. Amable lector, corra a comprarse ese libro. La va a pasar piola. Y sabe una cosa, ese francés, Martuccelli, nació en el Perú.

 

Hugo Neira
30 de julio del 2018

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