Heriberto Bustos
La “trampita” de las letras chiquitas
El Congreso y la Carrera Pública magisterial
La aprobación por parte del Congreso, por una amplia mayoría de sus integrantes, de leyes que afectan la calidad educativa, y por ende el futuro de los estudiantes, al imponer la presencia en las aulas de docentes notoriamente descalificados, no puede dejarse de lado. Por el contrario es una actitud de vigilancia ciudadana remarcar ese error las veces que sean necesarias hasta lograr, sumando nuestro descontento al de autoridades educativas como la actual ministra Miriam Ponce, las rectificaciones que amerita semejante afrenta. Hay detrás de esta decisión de los congresistas, actitudes irresponsables; aunque ellos ahora pretenden, tras explicaciones burdas, afirmar que fueron sorprendidos. Se debe exigir una autocrítica pública de quienes, siendo docentes, actuaron en contra de la meritocracia.
Pareciera que las aprobaciones de leyes se operaran en un “toma y daca”. Es decir, un intercambio recíproco expresado en un acuerdo con ventaja mutua que, para mejor entendimiento, la canción de ese nombre lo detalla: Siempre lo mismo toma y daca / Si tomas más de lo que das: rata / Si das más de lo que tomas: tonto / Si calculas mucho te vuelves loco / Unas veces por allá / otras por aquí / Uno ya no sabe por dónde vas a salir… Es en ese “juego siniestro de roles” que las personas en quienes depositamos nuestra representación actúan sin interesarles el bien común.
Recordemos que hace poco, al ser entrevistada una sonriente congresista, ex ministra de educación, señalaba que comprometió su voto por la reposición en sus cargos de los docentes, subdirectores y directores interinos que desaprobaron o no asistieron en el año 2014 (hace aproximadamente 10 años) a la evaluación establecida en el marco de la Carrera Pública Magisterial, sin leer el contenido del mismo. Dijo que había sido embaucada, burlada, es más que no se fijó en “la trampita” de las letras chiquitas, al estampar su firma por la reposición de 14,000 docentes cesados.
Cierto que en el Congreso hay un buen número de profesores que han tenido serios problemas con las evaluaciones, (dado que en varias ocasiones fueron reprobados) su inclinación a la errática decisión, puede (sin justificar) explicarse; pero lo ocurrido con una ex ministra, por la responsabilidad que asumió en algún momento, desnuda una realidad indignante de por sí.
Entendiendo el rol de la educación en el marco de lo planteado Jacques Delors: “La educación es un factor indispensable para que la humanidad pueda conseguir los ideales de paz, libertad y justicia social”; reiteramos que no podemos encargar la formación de nuestros hijos a personal inepto que no demuestre estar apto para ejercer la función de docente. El comportamiento de los congresistas se relaciona con aspectos vinculados al respeto personal y social, la coherencia en las acciones, así como a la responsabilidad en la asunción o toma de decisiones, entre otros.
En el ánimo de motivar la reflexión, intentaremos refrescar la trascendencia de los temas referidos, aludiendo afirmaciones válidas como de la escritora y periodista Joan Didion, que afirma: “La disposición de aceptar la responsabilidad de nuestra propia vida, es el origen de donde surge el autorrespeto”. Lo contrario, se relaciona con conductas que se distancian de las convicciones que se posee o dice poseer, de los valores que se propagandiza, permitiendo la desacreditación, debido a que la responsabilidad es una práctica ética y un valor a cultivar, recurriremos a la afirmación del filósofo en negocios Jim Rohn, quien señala: “Debes asumir responsabilidad personal. No puedes cambiar las circunstancias, las estaciones o el viento, pero te puedes cambiar a ti mismo. Eso es algo que tienes a tu cargo”.
La responsabilidad se evidencia en el cumplimiento oportuno de los deberes, así como en la asunción de las consecuencias de las acciones realizadas; siendo clave en las personas a quienes otorgamos nuestra representación. La fusión entre ideales, convicciones, normas y creencias, acompañada de una conducta coherente con valores, revelan integridad; que al ser fundamento de liderazgo, constituye pilar fundamental de la mística docente. Tamaña afrenta de la que nos distanciamos más, si apostamos torpemente por convocar a la docencia a quienes no deben y arrojamos al barranco la meritocracia.
Hoy por hoy, la autocrítica verdadera está en el campo de los congresistas que “al no fijarse en la letra chiquita” asumieron con su voto una desdeñable decisión, que los peruanos exigimos sea modificada con celeridad y con letra grande.
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