Neptalí Carpio

La tradición presidencialista en cuestión

Todo indica que proseguirá el “parlamentarismo de facto”

La tradición presidencialista en cuestión
Neptalí Carpio
15 de abril del 2021


Durante los últimos dos periodos de gobierno, poco a poco, se ha venido deteriorando nuestra tradición presidencialista. El Poder Ejecutivo aparece cada vez más supeditado al parlamento por la ausencia de una mayoría que sostenga al primer mandatario, como efecto de una creciente atomización de las bancadas y como expresión de una falta de liderazgo de los dirigentes nacionales frente a los representantes, muchos de los cuales llegaron al hemiciclo en calidad de invitados. Es una situación que, además, denota la ausencia de una clase política. 

Los resultados de las recientes elecciones indican que el nuevo Congreso, que se instalará en el mes de julio de este año, tendrá por lo menos 10 bancadas parlamentarias, ninguna de las cuales ha logrado obtener individualmente más del 14% de los votos válidos. Si los peruanos ya nos habíamos sorprendido porque en enero de 2020 la tendencia a la fragmentación se agudizó con la presencia de nueve bancadas, ahora la situación se agudiza, pese a que ya está vigente, parcialmente, una reforma política. Y no hay que ser adivinos para prever que, como un fenómeno de esporulación en nuestra política, varias de esas bancadas entrarán en crisis, dando lugar a 13 o 15 grupos parlamentarios en el hemiciclo. De hecho, el Congreso actual, que terminara su mandato en julio de este año, empezó con nueve grupos, pero ha terminado con 12, agudizando el desprestigio del parlamento y dejándolo en manos de la pequeña política, de los intereses privados y del extremado populismo. 

El nuevo presidente que elegiremos en la segunda vuelta electoral, entre Pedro Castillo y Keiko Fujimori, tendrá desde sus orígenes las mismas fallas que tuvo Pedro Pablo Kuczynski, con el enigma sobre cuánta cohesión habrá en la bancada del partido Perú Libre y en otras, porque varios candidatos utilizaron a partidos como vientres de alquiler, como ocurre en los casos de Renovación Popular, Avanza País y Somos Perú. Ya en la propia campaña electoral se han mostrado fuertes encontronazos entre los propietarios de los partidos y los candidato. O lo que es peor, entre el candidato presidencial y sus propios vicepresidentes. 

Una característica de la atomización parlamentaria es que agudiza la angurria por el poder, el protagonismo individual, el predominio de los intereses particulares y la influencia de poderes fácticos sobre agrupaciones con muy poca cohesión y capacidad de realizar alianzas, en función de agendas legislativas que vayan más allá de la pequeña política. Una de esas expresiones es la tendencia a confrontar con el Poder Ejecutivo, someter permanentemente a los ministros de Estado, bajo la amenaza de interpelaciones y censuras, al borde permanente de la tentación de vacar al presidente de la república. En términos prácticos se configura así un régimen parlamentarista chicha y populista, donde el presidente y su gabinete están casi enjaulados y sometido, a los vaivenes parlamentarios. 

Cierto es que, realizando una evaluación de la nueva composición parlamentaria es muy probable que exista una bancada de derecha más cohesionada y con capacidad de formar un bloque, por la confluencia de acuerdos entre Fuerza Popular, Renovación Popular y Avanza País, que en total podrían constituir un bloque de por lo menos 44 parlamentarios. Sin embargo, ello no es suficiente para garantizar la aprobación de leyes, ni siquiera con mayoría simple y menos con mayoría calificada para realizar reformas constitucionales o modificaciones de leyes orgánicas, para las que se requieren 87 votos. No debemos olvidar que entre los años 2016 y 2019, pese a que el fujimorismo llegó a tener 72 parlamentarios, ello no fue garantía de cohesión legislativa y menos de posteriores desmembramientos, como efectivamente ocurrió. Ahora, en un eventual gobierno de Pedro Castillo o Keiko Fujimori, ninguno de ellos tendrá siquiera posibilidades de articular un bloque que sostenga sus hipotéticos gobiernos. 

En la otra orilla, la opacidad de los 37 representantes electos de Perú Libre, de los 17 de Acción Popular, de los 15 de Alianza para el Progreso y otras bancadas menores, no garantiza la constitución de otro bloque de centro o de izquierda radical. Más aún, es muy probable una continuación de leyes populistas, como en la actual representación que pronto llegará a su fin en julio. Incluso puede darse el caso que los conservadurismos de izquierda y de derecha se den la mano para atentar contra la reforma universitaria, el enfoque educativo y la propia política anticorrupción. Ya hemos visto como el propio líder de Perú Libre ha señalado que disolverá el Tribunal Constitucional “en el acto”, lo mismo haría con la ATU en Lima, y planteará retirarse de la Corte Interamericana de Derechos Humanos. 

Todo indica que este parlamentarismo de facto proseguirá o se agudizará en los próximos años, quizás con una composición parlamentaria inexperta, dada a las iniciativas fáciles y populistas para contentar a los pequeños electorados. La propia prolongación dramática de la pandemia, por los menos hasta que no se logre la vacunación del 95% de los peruanos, será el crisol para esta tendencia permanente de sucesivas crisis, amenazas de vacancias, censura de ministros y leyes inconstitucionales. Que no nos extrañe que en el Perú de los años 2021 - 2026 la disyuntiva entre el pacto político o una salida dictatorial, para resolver este bloqueo del régimen presidencialista, pueda estar a la orden del día en varios momentos del periodo político que se avecina. Macilento homenaje, a propósito del Bicentenario de nuestra república, a quienes diseñaron nuestro régimen presidencialista.

Neptalí Carpio
15 de abril del 2021

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