La terrible polarización electoral

El futuro gobierno tendría que enfrentar una “tormenta perfecta”

Hay heridas profundas causadas por la irracional escalada verbal en la segunda vuelta electoral, probable fruto de la ingenua permeabilidad de aquellos neófitos en las grandes ligas, al clásico lenguaje ofensivo de la izquierda en Perú. Lo curioso es que muchos de ellos (as) peinan suficientes canas para recordar el mundo escolar en que crecimos, cuando era válido y permitido agarrar a trompadas al que te mentaba la madre. Épocas en que aún no se acuñaba el insulto “narco”, que tiene hoy similar calibre. Épocas en que nadie se animaba a ofenderse conchudamente, si le respondían “la tuya”.

Ese grave error de apreciación continúa, hasta hoy, en el discurso público y en las redes. Anteayer, pasada ya la elección, le pregunté a un amigo, entusiasta repetidor automático los post de marras, si le parecería mal que se afirmase alegremente en las redes que su madre es una prostituta. Retiró el post y se disculpó. Ojalá las cosas fueran tan sencillas en el mundo real.

Al momento de escribir este artículo, el resultado oficial aún no se define, la diferencia es ínfima y la matemática, uno de los pocos campos ajenos a la emoción, nos dice que lo prudente es esperar. Todo voto que uno pierde, lo gana el otro, reduciendo a la mitad la diferencia real que entusiastamente repiten varios medios de prensa y algún encuestador, visiblemente comprometidos con un bando. Cabe recordar que algunos de esos medios reeditaron en esta campaña los mismos métodos que dicen combatir.

Quien resulte ganador, tendrá ante sí un país innecesariamente polarizado, para beneplácito de los que buscan la agudización de las contradicciones. Tonto útil es una expresión certeramente acuñada por Lenin y que aquí se podría aplicar con propiedad.

Si triunfa PPK, tendrá que gobernar sin mayoría propia en el Congreso ni en las calles; más aún, con la mayoría del Congreso y la mitad de la población genuinamente ofendidos por el calibre de los insultos gratuitamente recibidos y con la versión femenina del Brutus de Julio César como “aliada”. Sin un partido real, sin cuadros suficientes, con una bancada ensamblada a la carrera (por lo tanto frágil) y tan reducida que hace irracional sacar alguno de su curul, perdiendo ese voto, para sentarlo en el Consejo de Ministros, se ha construido un escenario de “tormenta perfecta”, en el cual le será muy difícil navegar.

Si triunfa Keiko, tendrá más fácil el camino legislativo y la formación de su gabinete. Tiene partido, bancada, calles y cuadros técnicos propios. Las dificultades vendrían del aprovechamiento oportunista —por parte de las agrupaciones marxistas-castristas— del escenario político polarizado, que intentarán hacerle la vida difícil desde el inicio. Los irracionales gritos de “¡Fraude!” si gana Keiko son fáciles de prever.

La tradicional parálisis política y administrativa de fin de gobierno, propia de la mala costumbre de llenar el gobierno de correligionarios, se agrava en esta ocasión, con un gobierno saliente timorato, inexperto y a menudo falto de preparación. Los dos meses que faltan para que la parejita deje Palacio pueden ser muy complicados en materia de inseguridad y parálisis estatal, configurando un inicio aún más complejo para el próximo gobierno.

 

Es hora de pensar en cómo desenredar la madeja.

 

Dardo López Dolz