Diego Miró Quesada

La sonrisa humana y la de la inteligencia artificial

Se comienza a confundir una experiencia subjetiva con lo que parece serlo

La sonrisa humana y la de la inteligencia artificial
Diego Miró Quesada
18 de junio del 2024

¿Qué es la sonrisa? ¿La sonrisa es privativa de los humanos, o un robot humaniode puede sonreír de verdad? Ante todo, la sonrisa es una forma de reconocimiento humano. Cuando alguien nos sonríe de manera auténtica significa que siente afecto, amor, cariño, agrado o empatía por nosotros. Sin embargo, existen también sonrisas inauténticas, como la del envidioso y la del rechazo al prójimo.

La persona que nos tiene envidia, al sonreírnos, finge un reconocimiento humano por nosotros. Su sonrisa no es en realidad natural. Por otro lado, la sonrisa de rechazo al prójimo puede ser de corte social, intelectual o moral. Quizás en el trabajo, para ganarse la simpatía de su jefe, un empleado suele sonreírle fingiendo afecto. Tal vez el jefe es corrupto, cosa que indigna al empleado. O de repente tiene un puesto superior por ser amigo del dueño de la compañía, mas no debido a una mayor capacidad. ¡Y quién sabe! A lo mejor el empleado es blanco y le molesta que el jefe sea negro.

Hay otro tipo de sonrisa que es necesario mencionar: la sardónica. Es la del torturador, que sonríe reconociendo el valor del torturado. Por ejemplo, cuando un revolucionario valiente es torturado, el torturador sabe que el revolucionario es valiente, pero le sonríe con la satisfacción de poder estar haciéndolo gemir como un cobarde.

Tanto la sonrisa humana auténtica como la inauténtica son verdaderas porque expresan una emoción o sentimiento que proviene del interior de una persona; es decir, expresan una experiencia subjetiva.

Existen varios robots humanoides, desarrollados con Inteligencia Artificial, capaces de imitar una sonrisa humana de manera casi igual, sea esta auténtica o inauténtica. Se les puede programar para ello. A esas sonrisas imitativas yo las llamo falsas, pues no expresan ninguna emoción o sentimiento real porque ningún robot tiene experiencia subjetiva.

Así como se le puede imponer a una cacatúa, a través del entrenamiento, que cada vez que llegue alguien conocido a la casa, repita: “bienvenido, te he extrañado”. Del mismo modo, hay robots humanoides a los que se le puede imponer, a través de la programación, que imiten una sonrisa humana. ¿Cómo es posible eso?

Existe en Inteligencia Artificial un tipo de proceso, aplicado a la robótica, llamado Aprendizaje Automático (Machine Learning), que es sumamente importante. Permite que una máquina reciba instrucciones generales aplicables a todos los problemas posibles. Esto le sirve para identificar los patrones que hay detrás del conjunto de información específica que recoge sobre un problema y así conseguir inferir las instrucciones que lo resuelven. Si la máquina se equivoca, podrá ir puliendo sus soluciones. Una manera de lograrlo, es a través de la interacción con el ser humano, que iría evaluando que tan buenas o malas son las soluciones. Sin embargo, a pesar de la ayuda que proporciona el Machine Learning, la sonrisa de un robot humanoide sigue siendo falsa, aunque consiga imitar la que tiene un ser humano de manera idéntica.

Para probarlo, no podemos recurrir a la ciencia. La experiencia subjetiva no puede medirse a través de la ciencia. La ciencia jamás nos comprobará que la sonrisa de un robot humanoide, aunque sea idéntica a la de una persona, expresa emociones o sensaciones verdaderas. Es incapaz de comprobar también que una sonrisa humana expresa emociones o sensaciones reales.

La emergencia sirve como criterio para evaluar la existencia de subjetividad. La apariencia de subjetividad de un robot humanoide; es decir, la apariencia que tiene de sentir emociones o sensaciones reales, surge de una programación. En cambio, una sonrisa humana es de verdad auténtica o inauténtica porque expresa una experiencia subjetiva que proviene del interior de una persona. Sin embargo, cualquier sonrisa de un robot humanoide es falsa porque expresa la apariencia de una experiencia subjetiva, comportamiento diseñado por un programador. En ese sentido los robots humanoides se parecen a la cacatúa, a quien se le impone, a través del entrenamiento, decir ciertas cosas en momentos determinados.

Estamos en un momento clave para la humanidad, pues se podría empezar a confundir una experiencia subjetiva con lo que parece serlo. Hay que tener cuidado con eso, de lo contrario comenzaremos a darle afecto a robots humanoides, que son incapaces de corresponder de forma verdadera. Es importante reflexionar al respecto, pues solo así viviremos en un futuro mejor.

Diego Miró Quesada
18 de junio del 2024

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