La necesaria transformación de la gestión de la educación

Pasar de la estructura mental de administrador a la de gestor

Ya han pasado varias décadas desde que, en la discusión sobre el buen gobierno, se pasó de la lógica de la administración pública a la gestión pública. Mientras que la primera se preocupaba de mantener y ahorrar, la segunda planteaba eficiencia y llegar al ciudadano. La administración no implicaba necesariamente un involucramiento y la comprensión del tema; la gestión, al contrario, requería comprensión, involucramiento y soluciones directas. Así podríamos continuar señalando comparaciones entre ambas acepciones. Pero enfoquemos la mirada en el sector educación y busquemos descifrar cómo se vive la tensión entre estas dos visiones.

Una aclaración a modo de salvaguarda

En primer lugar, es fundamental decir que la actual estructura en el sector educación es aún débil para enfrentar la creciente, sofisticada y diversa demanda educativa en el Perú. Nuestro sistema de gobierno educativo necesita ser repensado porque está resultando totalmente inadecuado respecto del futuro de un país que quiere ser distinto y que desesperadamente necesita crecer sobre la base de su gente educada.

En segundo lugar, esto nos lleva a que necesitamos una reforma de la gestión educativa. Y aquí no debemos caer en el facilismo de recentralizar o crear programas nacionales para asegurar la ejecución de recursos económicos. Recordemos que las regiones ejecutan cerca de S/ 8,500 millones. Entonces si no gobernamos la educación con, por y desde las regiones, ¿cómo entonces? Antes bien, debemos construir capacidades y estructuras en todo el país, porque desde Lima no se educa a las más de 110,000 escuelas públicas del país.

El sector educación y sus verdades poco digeribles

Quizá en el espacio donde mejor se manifieste esta dualidad, que persiste como titanes luchando permanentemente, sea en el sector educación. Las dos lógicas, presentadas líneas arriba, encuentran en el sector el espacio o campo de batalla perfecto. Obviamente, a expensas de la razón por la cual los estudiantes van a las aulas: su aprendizaje. Y para ello déjenme explicarme por qué sostengo esto.

Hace muy poco se publicó un estudio detallado sobre lo que tiene que hacer el director de un colegio público promedio en el Perú. Lo que se encontró, por ejemplo, es que tiene que liderar 27 comités (todos, sin excepción, normados y que consumen tiempo e ingentes cantidades de papel) con todas sus reuniones y reportes. Se imaginan, el director del colegio se pasa teniendo 5.4 reuniones de comité a la semana, amén de las múltiples reuniones, papeles, permisos y procedimientos que tiene que seguir obsesivamente en las UGEL del Perú. El resultado es simple: el director se pasa algo más del 95% de su tiempo en “estas cosas”.

La última vez que estos directores de colegio recibieron un proceso sistemático, orientado, con recursos y como política pública fue en el 2000, que terminó el Planged (Plan de Gestión Educativa). Desde el 2015 han iniciado un nuevo proceso —sí, como lo leyó, quince años después— con 15,000 directores a nivel nacional. Una iniciativa vital y clave liderada por el viceministro Zilberman, y a la que dentro de poco se van a sumar 3,000 directores más. No hay otra forma de pasar de la estructura mental de administrador a la de gestor, y en el caso de los directores de colegios en un gestor de los aprendizajes de nuestros hijos.

Hemos avanzado mucho, pero eso se empequeñece cuando vemos el tiempo que perdimos antes y la desatención dolorosa con la que tratamos al sector educación. Por ello debe crecer la conciencia de todo lo que nos falta por avanzar para tener la educación que necesitamos, esa que nos haga mejores ciudadanos, que construya un tejido social más justo, que nos abra las puertas al desarrollo y que construya futuros sólidos. Aún es mucho. Estamos registrando buenos signos, pero necesitamos más y mejores.

Paul Neira Del Ben