Piero Gayozzo
La islamización de Europa
Uno de cada quince europeos es musulmán
El 12 de septiembre de 1683 las tropas del Sacro Imperio Romano Germánico y de la coalición europea lucharon a las afueras de Viena contra el ejército del Imperio Otomano que amenazaba con proseguir sus conquistas en Europa luego de la trágica caída de Constantinopla en 1453. En aquel momento los reinos europeos se unieron, con excepción de Francia, para rechazar al invasor musulmán que pretendía islamizar el viejo continente y vencieron. Europa no cayó en manos del islam. Estamos en 2025 y atrás ha quedado la gesta del Segundo sitio de Viena. Ahora, Europa es el hogar de más de 50 millones de musulmanes, albergando casi 6 millones en Francia y Alemania y casi 4 millones en Reino Unido. Algunos provienen de Asia y de África, otros son hijos de migrantes y una minoría que cada vez va en aumento son europeos naturales convertidos a la religión islámica. Cifras sin contar que entre los 25 millones de refugiados que residen en Europa, 3 millones provienen de Siria y al menos 100,000 de Afganistán.
No es irreal afirmar que una ola migratoria impactará en la sociedad que la reciba, sobre todo si hablamos de millones de personas. La presencia de un nuevo grupo humano generará intercambio cultural y mestizaje, pero también tensiones de algún tipo. En el caso de Europa, la calidad de los migrantes musulmanes no es la más favorable para mantener la estabilidad y tranquilidad que para finales del siglo XX el continente había logrado. Muchos provienen de países en conflicto que tienen altas tasas de pobreza, como Afganistán, Bangladesh, Siria y diversos países africanos. Pero su posible falta de educación y la potencialidad de que algún porcentaje de ellos incurra en actos delictivos no son los mayores problemas, sino la imposibilidad de que estos migrantes sean completamente integrados y la subsecuente tendencia a la radicalización religiosa. Estamos ante un choque de civilizaciones.
El islam es una de las religiones con mayor cantidad de practicantes en el mundo. Posee cerca de 1,800 millones de fieles (24% de la población mundial) y gran parte de su población femenina vive en condiciones desfavorables por mandatos religiosos. De los 193 países que integran la ONU, 49 tienen mayoría musulmán y en muchos de ellos se aplica la ley islámica o Sharia. Lo preocupante de esta religión es que busca convertir a toda la humanidad, ya sea por la prédica o mediante la violencia. Es la razón por la que jeques y gobiernos financian con millones de dólares la creación de mezquitas y de grupos de predicación en el mundo, y por la cual desde 1979 hasta 2024, el mundo ha sido testigo de más de 66,000 atentados terroristas por parte de organizaciones islámicas. Siendo Al Qaeda e ISIS (Estado Islámico) los nombres de dos de sus grupos más sanguinarios.
En Europa el islam ya echó raíces. Las mezquitas se cuentan por miles en el continente, reuniendo cerca de 2,600 en Francia, 2,000 en Reino Unido y 3,000 en Alemania. El proceso de islamización del viejo continente ha empezado y no se trata de una teoría conspirativa, sino de un proceso cultural. En vista de que es inevitable que la población musulmana crezca, considerando la mentalidad y el talan evangelizador del islam, además de que sus practicantes tienen la mayor cantidad de hijos, es natural que sus ideas comiencen a imponerse y, a la par de que sus descendientes escalen económica y socialmente, posean cada vez más influencia para tomar decisiones políticas. Por eso no debería extrañarnos que en Reino Unido existan los “consejos de la Sharia” un sistema judicial paralelo que, aunque no tiene vigencia ni reconocimiento legal, sirve para atender diferencias y problemas de la población musulmana al margen del orden británico. O que ya existan partidos políticos islámicos en Holanda (NIDA), Francia (Union des démocrates musulmans français), en Alemania (Alliance for Innovation and Justice), Suecia (Nuance) y España (Partido Andalusí) que dicen velar por los intereses de los musulmanes, oponerse a la islamofobia y desconocer la legitimidad de Israel como Estado. Es más, el año 2024, estas agrupaciones formaron la coalición “Free Palestine Party” e intentaron conseguir curules en el Parlamento Europeo.
En un continente con 740 millones de personas en las que 1 de cada 15 es musulmán, no debería extrañar la aparición de urbanizaciones con mayoría islámica, la organización de manifestaciones que exigen la implementación de la Sharia, la creación de un Estado islámico o califato, como ocurrió en Hamburgo el 2024 o el llamado de autoridades religiosas a que se implemente parcialmente la Sharia, como en Reino Unido. Menos aún que en manifestaciones a favor de palestina se exhiban carteles y banderas asociadas al fundamentalismo islámico.
El problema también incluye gran cantidad de delitos y la ceguera de los mismos europeos. Esta semana Elon Musk hizo un llamado a las autoridades del Reino Unido a investigar los miles de casos de violación y abuso contra niñas cometidas en dicho país. Múltiples reportes indicarían que los perpetradores serían ciudadanos de origen pakistaní y que un posible brote de “islamofobia” habría impedido que los casos se hicieran públicos. Para un sector progresista radical muchas de las acusaciones contra las acciones delictivas de los musulmanes en Europa o de rechazo de la condescendencia que se tiene para con una religión que tiende al sexismo y a la violencia, son muestras de “islamofobia” o desprecio irracional a las poblaciones musulmanes. Es cierto que grupos racistas se mimetizan entre la ciudadanía y recurren a la condena de la población musulmana para promover su agenda de pureza étnica, pero también es verdad que el proceso de islamización que atraviesa Europa está generando estragos graves en su estructura social.
La naturaleza del islam es contraria a occidente, la pobre calidad educativa de los migrantes, la creación de células y comunidades cerradas que culpan a Occidente de la terrible situación de sus países de origen, la baja integración e identificación con sus nuevas nacionalidades y su tendencia al radicalismo son bombas de tiempo. Tan solo recordemos los más de 5,000 ciudadanos europeos que fueron a luchar por el Estado Islámico. Pacífica o violentamente la islamización está avanzando. Obviamente, este proceso ha sido facilitado con políticas migratorias y de refugio de la izquierda que indirectamente sentaron las bases de un proceso más organizado de islamización. Encima, la condescendencia y el trauma histórico del racismo en la sociedad europea cegaron a muchos ante un problema que ahora es irremediable y que, si no es frenado, en las próximas décadas podría derruir el laicismo en Europa. Ante un islam en expansión, el aumento del crimen y la inacción de las autoridades, surgen como respuesta tendencias radicales y populistas locales que buscan solucionar el problema islámico con mano dura, un hecho que aumentará las tensiones en un círculo vicioso de violencia. Un pensador de extrema derecha sentenció fatídicamente que un día habría una guerra civil racial en Europa. ¿Será este el triste final de Europa?
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