Hugo Neira

¿La inmunidad parlamentaria? Y qué pasa si mañana…

Asegurar la autonomía de los miembros del Poder Legislativo

¿La inmunidad parlamentaria? Y qué pasa si mañana…
Hugo Neira
17 de diciembre del 2018

 

En mi artículo del lunes pasado prometí no ocuparme del referéndum hasta sus resultados finales. Pues bien, no hubo grandes sorpresas. Y coincido con quienes lo consideran «una victoria del gobierno y una derrota del Congreso»  (Martín Tanaka, en El Comercio del 15.12.18). Diría, por mi parte, más bien un éxito para el presidente Vizcarra. En efecto, hasta ahora era solo un sucesor por obra del azar. Pues bien, ya no lo es. Ha fabricado su propia legitimidad. La que proviene de las urnas y del pueblo. Ahora bien, Tanaka, profesor principal en la PUCP, se plantea esta cuestión: «Y después del referéndum, ¿qué?». Y también en El Montonero, en la pluma de Víctor Andrés Ponce: «¿Qué hará Vizcarra con su triunfo?». Me sumo a sendos analistas.

En cambio, lamento que lo más importante no se haya conseguido, la bicameralidad. Era esencial. La unicameralidad es solo para países pequeños. Honduras, El Salvador. Panamá. La desmemoria peruana: se han olvidado que en 1993, fue una construcción apresurada bajo la presión de la OEA. Y muchos de nuestros problemas provienen de no tener Senado. Lo hay en Chile, en Argentina, incluso en Bolivia (36 senadores) y Ecuador. ¡Qué roche! Los otros dos países andinos tienen electores más cuerdos. En fin, lo cierto es que Martín Vizcarra se revela como un político. Lo cual no era PPK ni Toledo ni Humala. El tema es qué sigue.

El Comercio se inclina a creer que a Vizcarra le preocupa la competitividad y productividad del Perú, acaso porque han escuchado al presidente en el CADE. Les parece que se viene una reforma laboral. Sin embargo, las actividades presidenciales son muchos actos públicos y visitas a lugares, se diría más un político en campaña que un estadista concentrado en la gobernabilidad. Me recuerda, en el tema de los viajes al interior, a Humala, que se aburría en Palacio. En fin, desde Roma, los políticos siempre construyeron clientelas. Pero algo me alarma. La anulación de la inmunidad parlamentaria. Tema delicado. ¿Tema de constitucionalistas? No solo de ellos, de quienes conocen la historia y las ciencias políticas. Y tengan grandes dosis de sentido común.  

Para ese gran debate, que supongo habrá —¿o volvemos a hacer algo a la carrera?—, lamento la desaparición de los cursos en secundaria de Educación Cívica, en colegios estatales para los hijos del pueblo. Recuerdo el curso de quinto año en el Melitón Carvajal, de Historia Universal del profesor Rubio Fataccioli. «La inmunidad parlamentaria no se puede eliminar porque su beneficio es asegurar la libertad del diputado». Fue entonces que aprendí que el artículo IX del Bill of Right de los ingleses, era para proteger a los parlamentarios del mismo monarca. Era apenas un escolar. Años después, ya en Francia, entendí que la Asamblea Nacional francesa estableció sin menoscabo el derecho, en 1790, «para asegurar la autonomía y libertad de los miembros del cuerpo legislativo». «Solo los cogidos en flagrante delito, o por perturbar el orden público,  podían ser arrestados».

Todos debemos hacernos esta pregunta. ¿Por qué una serie de países la han adoptado hasta nuestros días? Bélgica, Italia, Alemania, Japón, Finlandia, Dinamarca, Egipto, Israel... Y la monarquía parlamentaria de la España de hoy, no la ha desechado. Una autoridad en la materia, el español Antonio Carro Martínez, dice que la inmunidad de los representantes «podría no ser necesaria en los países mencionados, puesto que la democracia está bien arraigada». No es nuestro caso. Pongamos que el presidente Vizcarra se comporta correctamente hasta el 2021. ¿Qué pasa si esas elecciones las gana  no un demócrata sino un outsider de tendencia autoritaria? Nuestra condición social y costumbres no nos ponen a salvo de las arbitrariedades venideras. Somos el país de los «demócratas precarios» (Dargent). Y «de las capturas del Estado» (Durand).  

¿Tensiones actuales entre Ejecutivo y Legislativo? No lo creo, el Congreso actual está KO. Pero a lo que voy, hay otro tipo de tensiones. En el ayer, esa prerrogativa protegía a los representantes del pueblo de los Reyes. Hoy, el déspota es el poder del dinero. Existen las corporaciones privadas gigantes, esas que son el motor de nuestra economía. Como sabemos —y lo explica muy claramente Francisco Durand—, los grandes grupos de poder económico ya no son los Wiese, Picasso, o los «doce apóstoles». Hoy las empresas multinacionales provienen de Estados Unidos, España, Canadá, ... La clase empresarial peruana se mantiene, pero no son los potentes.

Y entonces ¿qué pasaría si mañana un diputado toma la palabra para enfrentar a la Refinería La Pampilla, o a la compañía Minera Antamina, o alguna de las 50 empresas extranjeras que residen en nuestro país? Las corporaciones tienen sus equipos de juristas. Y sin la protección de la inmunidad, harían pedazos al que se meta en sus asuntos. ¿Eso queremos? ¿Por salir del Congreso fujimorista, vamos a matar la idea misma de Parlamento? ¿Porque hay unos cuantos congresistas acusados de delitos y no saben qué hacer con ellos? ¡Cambien los reglamentos!

Por calles y plazas se dice que se respeta a los tres poderes. Pero esa ley apunta al corazón del Parlamento, a la libertad de expresión. Mañana, cuando no tengamos Congreso, ¿será la calle el espacio popular para defender a la nación? Cuidado, señor Presidente y señor Villanueva, lo digo con todo respeto: un Poder Ejecutivo excesivo, sin el contrapoder de un Parlamento, provoca el nacimiento de fuerzas insumisas. No lo hagan. El Perú no merece convertirse en una excepción pavorosa. ¿Sin bicameralidad y sin protección alguna a los que se atrevan a ser parlamentarios? Vaya manera de festejar los dos siglos de errores que nos preceden. Eso no se le ha ocurrido ni a Leguía, ni Odría, ni a Velasco, ni al mismo Abimael Guzmán.

 

Hugo Neira
17 de diciembre del 2018

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