Jorge Morelli
La guerra que no llegó a ser
La reconciliación de Donald Trump y Xi Jinping

El gesto de Xi Jinping ha merecido el agradecimiento de Donald Trump. Esta es una demostración asombrosa de lo que las maneras civilizadas pueden conseguir en la política global de hoy. Luego de una andanada de imposiciones arancelarias de ambas partes —que escaló día a día hasta alcanzar la amenaza de EE. UU. de llegar a los US$ 100,000 millones—, de pronto, en medio de una nueva y severa crisis global en Siria, el presidente chino, desde el Foro de Boao, el Davos asiático, tienen la sabiduría digna de un estratega de las artes marciales china de anunciar unilateralmente una reducción de los aranceles a la importación de automóviles de EE. UU.
“Muy agradecido con el presidente Xi por las amables palabras de China sobre aranceles y barreras en el sector automovilístico”, escribe Trump de inmediato en Twitter. Pero no es solo eso. Xi se pronuncia también sobre el tema de fondo por el que Trump reclamaba principalmente: los derechos de propiedad intelectual. EE. UU. venía afirmando que tomaría medidas porque China no los estaba respetando y obligaba a las empresas extranjeras a una transferencia de tecnología.
Y Xi anuncia ahora que no solo respetará sino reforzará “la protección de los derechos de propiedad intelectual de las empresas extranjeras y nacionales, se alineará con las reglas del comercio internacional, aumentará la transparencia, aplicará las leyes, fomentará la competencia y se opondrá al monopolio, velará por el cumplimiento de la ley, endurecerá las penas a quienes no la cumplan y promoverá la transferencia tecnológica entre compañías nacionales e internacionales”.
Y encima de todo eso, China agrega que aumenta sus importaciones para reducir su enorme superávit comercial, que el mundo observa con desconfianza y temor. Trump celebra entonces también la declaración de Xi sobre propiedad intelectual y transferencia de tecnología en los términos más expresivos: “¡Haremos un gran progreso juntos!”, anuncia el presidente de EE. UU.
No hay un vencedor en este conato de guerra comercial que no llegó a ser. Porque ganan ambos. EE. UU. en lo inmediato, en el frente económico; China en el mediano plazo político, porque ha logrado disipar el temor y ha conseguido el respeto mundial a la dimensión de estadista de su presidente.
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