Cecilia Bákula

La familia: crisis de la célula social

Necesita ser fortalecida, repotenciada y defendida

La familia: crisis de la célula social
Cecilia Bákula
19 de septiembre del 2022


En septiembre se celebra el mes de la familia. Si bien se trata de una celebración asociada a los valores cristianos, no por ello debemos dejar de reconocer que hablamos de una realidad social que va más allá de lo puramente religioso pues la familia, como célula social, es sustantiva en nuestra sociedad. Y no obstante ello, viene siendo en exceso descuidada y muy poco valorada. Quizá es la severa crisis moral, la carencia de valores, la aguda desventura política y la gravedad de los acontecimientos del día a día no permiten que temas realmente importantes ocupen la atención de los ciudadanos; o mejor dicho, no se quiere que temas de primera importancia lleguen a la atención de la comunidad.

Por todo ello, parece siempre oportuno recordar algunos elementos sustantivos de la familia, ya que –más allá de ser ella el eje y núcleo sustantivo de la sociedad humana– es la célula en donde se debe aprender y promover los valores, las conductas y las normas sociales –la fe, los sentimientos, los principios, las virtudes y el amor–, con las consecuencias e implicancias que ellos tienen. En la familia se puede y debe construir lazos de pertenencia, y se aprende el respeto, la caridad y la solidaridad. Es así como, poco a poco, los pequeños se van haciendo niños, adolescentes y adultos, edificando en el grupo social una estructura y un carácter que, de muchas maneras, los acompaña toda la vida.

Cierto es que hay muchos casos en los que la familia siembra y no todos los frutos son de la misma calidad. Sin embargo, ello no implica que los padres soslayen la responsabilidad respecto a la formación, educación y constancia para inculcar los valores que luego, en libertad, cada miembro hará fructificar o no (y por ello, cada uno dará su propia cuenta). En todos los casos, cada familia tiene un “toque personal” que le da ciertas características particulares, y eso es hermoso y singular. Es un valor intangible que solo sus miembros conocen, disfrutan y descubren; y que, en mucho, tiene que ver con su propia historia ancestral.

En nuestro medio, la familia se ve constantemente atacada. Es por ello que difundir los valores comunes familiares es indispensable y fundamental para que, aún cuando tengamos una familia que consideremos que no es “perfecta”, nos preocupemos por vivir en ella los valores básicos. Y también por propiciar en las siguientes generaciones la construcción de familias más sólidas, más comprometidas y más vinculadas al cumplimiento de conductas honestas y a la lucha constante por una convivencia armoniosa.

Hoy en día la defensa de la familia, del menor, de la mujer, así como la responsabilidad de los padres, la manutención, la no violencia y otros aspectos parecen haberse quedado tristemente en enunciados, en escritos, en verbalizaciones oportunistas. Los menores en abandono moral, físico y económico abundan; las madres solas y sobrecargadas de labores se incrementan, como sucede con los varones que asumen con hidalguía y coraje el rol de las madres ausentes por abandono. No se trata de tener más y más normas, se trata de tener conciencia del valor de la familia, de la importancia de su estructura básica y de la responsabilidad que cada miembro e integrante asume.

La solidez de la familia, lo que no significa alegría y felicidad permanente ni tampoco carencia de problemas, se sustenta en estos pilares: amor y respeto e igualdad. Y al final de todo, es el amor el que define en última instancia la esencia y los deberes familiares, pues no se trata de que se imponga, se trata de que el deber se cumpla por esencia.

Existe una serie de valores fundamentales que es importante que todas las familias transmitan a sus hijos y miembros, para que pueda darse el desarrollo armónico tanto a nivel interno como, en consecuencia, a nivel de la sociedad. Estos valores han de ser difundidos, enseñados en la teoría y en la práctica, y deberían ser ejemplos de vida exigibles en quienes ostentan el privilegio de tener un cargo público. No se busca perfección, pues los problemas no dejarán de existir; se exige responsabilidad, transparencia y dignidad, madurez y valentía ante las obligaciones que asume cada miembro de una familia.

Tanto en la escuela como en los medios, en la sobremesa (que parece una realidad muy trasnochada y desconocida) en el diálogo habitual y sobre todo en el ejemplo de quienes están obligados a darlo, los valores básicos de la familia deberían ser materia de difusión y puesta en práctica. Destacamos algunos valores fundamentales:

*Amor y afecto. Son la base de la armonía familiar. No significa que no haya diferencias, que a veces no se presenten discusiones; amor y afecto implica que se opta por respetar al otro y por amar aún en la diferencia. En una familia no todos somos iguales, pero todos somos necesarios. El que recibe amor y afecto en su núcleo familiar puede darlo al prójimo, fuera de su entorno íntimo. En la familia se aprende a querer.

* Comprensión. Implica la capacidad de ponerse en el lugar del otro para comprender sus acciones, sus emociones y diferencias. 

*Compromiso. Entre todos con la economía del grupo, con los planes, el bienestar y las prioridades que se establezca. Así se logra una convivencia en armonía.

*Responsabilidad. Es la obligatoriedad de tomar conciencia de que mis acciones repercuten en todos los miembros de mi familia y que por lo tanto, debo actuar teniendo en consideración al otro.

*Comunicación. Es la base de toda relación social y un valor clave dentro de la familia. Significa aprender a escuchar y no imponer ni mis ideas ni mi voz ni mis caprichos. Cuando se escucha, se puede mantener un equilibrio dentro de la familia y lograr que todos los miembros se sientan parte.

*Justicia. Para dar a cada uno lo que le corresponde en el momento adecuado y así todos los integrantes de una familia se sientan parte de ella.

*Tolerancia. Para respetar las opiniones, las diferencias, las ideas y las acciones de los demás miembros de la familia, aunque no coincidan con las mías.

*Honestidad. Obliga a hacer de la verdad un valor absoluto. La honestidad es fundamental y es uno de los valores más importantes para crear lazos que se basen en la fidelidad y en la confianza.

No se trata de familias ricas, pudientes, grandes, pequeñas, tradicionales, emergentes; se trata de la familia peruana que necesita ser fortalecida, repotenciada y defendida. Se trata de ese grupo humano en donde se han de formar bien los futuros ciudadanos y en donde se tienen que forjar quienes tomarán la posta en el futuro. A ellos se les debe inculcar valores que sean tan sólidos que les permitan enfrentar con solvencia, patriotismo y reciedumbre los vientos huracanados del futuro.

Cecilia Bákula
19 de septiembre del 2022

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