La difícil tarea de gobernar

Urge ver pronto en acción un liderazgo realista

Gobernar es una tarea difícil, que requiere de un profundo sentido de la oportunidad y excelente conexión (de ida y vuelta) con el mundo real. Más allá del cerco limitante de la adulación al jefe y de los virreinales silencios cortesanos, es imprescindible saber ver, escuchar y entender (es válido escuchar a los que entienden cada materia) para poder decidir con prontitud y ejecutar oportunamente. Para gobernar responsablemente en Perú se requiere aceptación de la necesidad de ubicar la mente, el corazón y los zapatos bastante lejos de ese Miami chiquito llamado Boulevard de Asia, lejos de la bucólica tranquilidad ribereña del río Lurín y a miles de kilómetros de la piscina sanisidrina.

Estamos empezando febrero y nos golpean dos vendavales: uno, El Niño es estacional; el otro, el escándalo por la evidencia de corrupción, estructural. Anticipa la saludable demolición ladrillo a ladrillo de los cimientos corruptos (públicos y privados) de nuestro edificio político. Unos aplaudimos, otros se ocultan tratando de pasar piola; pocos insistimos en la necesidad imperante de empezar a pensar ya en construir una estructura de poder cuya limpieza justifique el sacrificio económico temporal que causará la eventual parálisis de obra pública que ya asoma. Para ello hará falta que mucha gente de bien se desprenda del comprensible asco por la cosa pública, o acabaremos cambiando moco por baba.

Cada año, entre marzo y abril, al acabar las lluvias, la temporada alta de trabajo en el campo y el dinero en los bolsillos (justo cuando los colegios aprietan), el fastidio popular es alimentado y guiado por el dinero recién donado por el enemigo a las arcas de ONG (eufemismo para reemplazar el voto por la billetera). Con ello se acicatean deliberadamente las iras (justas unas, desinformadas todas) dentro de ese plan ¨bolivariano¨ mal parido en La Habana, que tantos ingenuos titulados se esfuerzan en negar con más más complicidad (adecuadamente remunerada por asolapada vía académica) que ingenuidad.

El país ya venía frenado en el gobierno anterior, bajo el mandato de la pareja presidencial, por la mala leche bolivariana felizmente autofrenada por esa combinación de funcionamiento neuronal ralo e intermitente de él y la desbocada ambición y apego al lujo (con plata de los contribuyentes) de ella. Pero ya se fueron y hoy llevamos ya casi siete meses carreteando sin encontrar por donde se llega a la pista. Se impone la necesidad de cambios, antes que más dedos apunten como causante al presidente.

Como si hiciese falta, la delincuencia arremete con creciente eficacia sin que, desde esa mirada propia de palomilla de ventana (lease sin calle), se termine de entender que el pueblo espera bastante más que indicadores, reiteradas patinadas de antología y flequillos despeinados al viento. Fue y sigue siendo irracional debilitar la moral de la Policía que, con todos sus defectos, es la primera línea en ese combate que vamos perdiendo.

Con la inversión en minería e infraestructura en prolongada apnea forzada y la pesca magullada, la cadena de pagos comienza a ralentizarse, asustando aún más la inversión (nada es más cobarde que el dinero).

Urge ver pronto en acción un liderazgo realista, con la agilidad que estos tiempos demandan, atento a entender los detalles, consciente de los plazos reales, y que anticipe y evite la volatilidad en los calendarios. El tiempo no perdona y ya hemos perdido mucho.

Por Dardo López-Dolz