Jorge Morelli

La decisión

PPK ha decidido no renunciar a la Presidencia de la República

La decisión
Jorge Morelli
28 de febrero del 2018

 

En las encuestas, el ánimo de algo menos de la mitad del país se inclina por darle al Presidente otra oportunidad. Y algo más de la mitad insiste en que debe irse. Pero las encuestas no son vinculantes. El hecho es, sin embargo, que la calle no va a movilizarse para exigir su renuncia. Y en el Congreso no existen ya votos suficientes para un segundo intento de vacancia de la Presidencia de la República sin peligro de pagar un precio político muy alto.

Tal vez el pueblo está empezando a vislumbrar apenas quién es su presidente. Uno puede juzgar a las personas por el modo en que reaccionan bajo una presión sobrehumana. Quién no ha visto a alguno crecerse ante la adversidad, y a más de uno colapsar. Mudar nunca es fácil, y menos a la edad del presidente; pero en recientes declaraciones ha asomado una resolución que no se le había visto antes.

Kuczynski ha decidido no renunciar a la Presidencia de la República. Pero eso es solo un comienzo. Si quiere seguir adelante, lo que necesita es reinventarse. Nada menos. ¿A los 77 años, Pedro Pablo Kuczynski está creciendo? Es lo que hacen los grandes políticos ante la adversidad. Su énfasis, por otra parte, en que es él quien tomó la decisión de indultar a Alberto Fujimori, a diferencia de sus antecesores que retrocedieron ante esa decisión, lo presenta como alguien que ya sabe cuál es en política la medida de las cosas.

Tragarse el sapo quizás no fue la elección de palabras más feliz, pero lleva el mensaje. El problema de PPK hasta la fecha ha sido la decisión política. Ahora ya lo sabe. Quizás su Gobierno esté demasiado débil ahora para hacer frente a las reformas más duras —la justicia, la educación, el trabajo—, que encuentran feroz resistencia en los intereses creados por décadas. Pero nadie se opondrá a la cruzada de recuperar el control del ciclo del agua de los Andes, perdido hace siglos, para controlar los huaycos y dar agua a todos. Además, es lo que prometió.

Se puede llevar a un pueblo a una travesía del desierto. Pero hace falta una voluntad de hierro y una seguridad invencible en la promesa. El pueblo aceptará el desierto de buena gana, pero solo si lleva a la tierra prometida. No hace falta verla, basta imaginarla. No hace falta que exista siquiera. La deslumbrante posibilidad de la promesa para sus hijos es más que suficiente.

Pero el capitán debe hacerse responsable de ella, aunque no llegue a verla. Debe creer para ver. Tiene ante sí el reto de conducir la nave a un puerto seguro, y su lugar no es la sala de máquinas, sino el puente de mando, la mano en el timón y la mirada en el horizonte. El capitán es, ante todo, quien inspira confianza en que, llegado el momento, sabrá tomar la decisión por dura que sea.

 

Jorge Morelli
28 de febrero del 2018

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