Cecilia Bákula
“La Capitulación de Ayacucho”: arte e historia
Sobre el emblemático lienzo, obra del artista peruano Daniel Hernández (1856-1932)
No son pocas las veces en que la historia y el arte se unen para dejar testimonio de hechos y circunstancias. Este lienzo de 1.32 x 0.96 m, obra del artista peruano Daniel Hernández Morillo, puede ser considerado como un ejemplo emblemático de esa unión entre la plástica y el reflejo de un momento de singular trascendencia.
Hernández, nacido en Huancavelica en 1856, había asumido la dirección de la Escuela de Bellas Artes de Lima, creada mediante Decreto Supremo del 28 de setiembre de 1918 durante el Gobierno de don José Pardo y Barreda. Traía de la escuela parisina la propuesta academicista como una novedad técnica y temática, muy de moda en su tiempo que vino, en nuestro medio, a significar una propuesta de exigencia para obtener un gran realismo y perfección en el dibujo, la factura y la temática a trabajar.
En ese contexto es que tiene lugar el óleo que comentamos, de especial significado e importancia en este momento pues fue elaborado por Hernández para cumplir el encargo que le hiciera el entonces presidente de la República, don Augusto B. Leguía, quien había puesto mucho empeño en que las celebraciones por el primer centenario de nuestra independencia tuvieran el relieve que merecía esa fecha que refería no solo la proclamación, sino la consolidación lograda en la Pampa de la Quinua.
El artista no quiso plasmar una imagen de guerra, sino dejar en los observadores la clara idea de que el enfrentamiento había terminado y que se suscribió la rendición del ejército realista y, por ende, la paz. Si bien la escenografía que nos ofrece Hernández puede ser producto de su imaginación, no queda duda que se trata de un cuadro de tipo histórico, de gran realismo y con muchos mensajes y detalles que observar.
Vale recordar que el Ejército Unido Libertador, que había ya obtenido la victoria en la Batalla de Junín, estuvo en este segundo y definitivo enfrentamiento, a las órdenes del joven general venezolano Antonio José de Sucre, quien recibió del libertador Bolívar las pautas de acción estratégica y táctica, porque él mismo no pudo estar presente.
En el óleo de Daniel Hernández, elaborado sobre un lienzo grueso, son muchos los detalles que debe observarse, más allá de la exquisita técnica que desarrolla el maestro huancavelicano, hábil en el manejo de los colores y texturas, así como en la expresiva realidad con que retrata a los personajes.
El cuadro nos ofrece la visión del momento en que se suscribe el acta de Capitulación ya que las fuerzas españolas, que habían estado lideradas por el virrey don José de la Serna, caído prisionero durante el combate, sus huestes fueron rápidamente vencidas por el ejército patriota y por ello, quien lo representa para suscribir este importante documento es José de Canterac, a quien vemos de pie, sosteniendo una pluma, mientras que Antonio José de Sucre, el gran vencedor de esa epopeya militar, aparece sentado y con la cabeza casi de perfil, vistiendo las galas militares de su jerarquía y rango y, con una sutil actitud expresada en su postura y en el gesto del brazo extendido, pareciera dar con la mano y la mirada, la clara indicación de que se proceda a firmar.
Detrás de la imagen imponente y claramente vencedora de Sucre, se aprecia a los generales Jacinto Lara y José María Córdova a cuyo lado y un tanto de perfil, aparece el jefe del Estado Mayor, el general peruano Agustín Gamarra quien fuera posteriormente, presidente del Perú. Inmediatamente detrás de la silla que usa Sucre, el pintor Hernández quiso retratar al general inglés Guillermo Miller y hacia su izquierda, se ve al general José de la Mar, sentado sobre una petaca, luce un hermoso poncho y se le percibe en una actitud relajada. Hacia el lado izquierdo del lienzo y cerca de una puerta entreabierta, se descubre el gesto adusto de los generales españoles: Alejandro González a quien se ve de pie, a Gerónimo Valdés, sentado al lado de Canterac y a Juan Antonio Monet, quien aparece de espaldas.
Es muy interesante hacer ver otros detalles como el rudimentario espacio en el que la escena tiene lugar pues se procedió a la firma de la Capitulación en el mismo campo de batalla y no bien se comprobó la victoria patriota; adicionalmente, es muy interesante señalar que la figura de Antonio José de Sucre es el único personaje con una manifiesta y clara actitud de mando; se le percibe serio, formal, seguro y sereno pero decidido. Es el único de los retratados que está sentado en una silla de brazos y que sus pies descansan sobre un pellejo, simbolizando así la autoridad del jefe del ejército vencedor que impone con su presencia. Adicionalmente lleva visible y ostensiblemente su espada y todas las insignias de su alto rango.
Como si estos detalles fueran de poco valor, es sabido que el maestro Hernández, quiso también inmortalizar a sus alumnos más distinguidos, quienes posaron para +él, sin imaginar, quizá, que estaban siendo parte de un momento histórico que pasaría a ser el instante en que el arte, relata la historia y retrata a personas entrañables para el autor, convirtiendo esa obra en un extraordinario testimonio artístico de nuestra historia patria. Se descubre, por ejemplo, el rostro de Enrique Camino Brent, de José Sabogal y de Germán Suárez Vértiz entre otros; ellos fueron alumnos de la referida Escuela; vale recordar que sería José Sabogal Diéguez quien sucedería a Hernández en la dirección de esa institución y que crearía el movimiento indigenista que tanto ha aportado a las artes en el Perú.
Este cuadro se exhibe en la pinacoteca del Museo del Banco Central de Reserva del Perú. El artista hizo otros lienzos del mismo tema, con mínimas variaciones en los detalles, así como bocetos sobre el mismo tema, algunos de los cuales se conservan en colecciones privadas. En cada uno de esos trabajos, Daniel Hernández plasmó su visión de ese importante momento de nuestra historia que significó no solo una victoria militar para el Perú, sino la consolidación de la libertad para todas las naciones recientemente independizadas.
En el bicentenario de la gloriosa gesta de Ayacucho, es fundamental reconocer no solamente los éxitos militares, sino la importancia del arte a lo largo de nuestra historia, como fuente de conocimiento y de preciosa expresión de esos hechos que nos llenan de orgullo y de compromiso por los valores que se defendieron y los éxitos que con tanto esfuerzo se consiguieron hace 200 años y, sumándose a ese recuerdo, el Banco Central de Reserva ha acuñado una moneda de plata alusiva al bicentenario de la Batalla de Ayacucho; en el reverso de dicha pieza numismática, se replica la escena que Daniel Hernández plasmó, en el óleo que aquí comentamos.
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