Cecilia Bákula

La bicameralidad, un avance para la gestión legislativa

Debe servir para elevar el nivel de nuestras leyes

La bicameralidad, un avance para la gestión legislativa
Cecilia Bákula
18 de marzo del 2024


Este mes de marzo, el Congreso ha dado algunas muestras de eficiente gestión. Una de ellas es la aprobación, en segunda votación, del proyecto de ley que reforma la Constitución y permite la reforma congresal para poder contar con dos cámaras en el Congreso: una de senadores con 60 miembros y una de diputados con 130 escaños. La bicameralidad ha sido en nuestra historia, una tradición constitucional que ha dado más frutos y que debemos continuar.

Esta reforma había sido aprobada en primera votación en noviembre del año pasado, y recientemente se sometió a la segunda votación de reglamento, aprobándose por unos contundentes 91 votos a favor, 31 en contra y 3 abstenciones. Vale decir que las abstenciones no deberían estar toleradas ni permitidas en un foro como el Parlamento nacional, pues los legisladores deberían estar obligados a emitir un voto que implique su postura política y su conciencia. La abstención es una postura de tibios que es inaceptable en quienes deben dar cuenta de sus acciones y decisiones a sus electores y a la ciudadanía que está en el derecho de conocer la actitud de los congresistas. Una posibilidad sería que la abstención, implique una sanción pecuniaria que, sin duda, sería muy criticada en su aplicación, pero llevaría, aunque sea por interés, a que se emita un voto a favor o en contra de una propuesta legislativa.

La norma aprobada modifica el artículo 206 de la actual Carta Magna y nos retrotrae a Constituciones anteriores y muchas de ellas con una prolongada duración y vigencia en nuestro devenir político. El sistema bicameral, predominante en nuestra historia constitucional, fue requerido ya desde el año 2000, cuando se iniciaron, los estudios preliminares y los primeros atisbos o intentos por motivar una modificación de envergadura e iniciar los estudios hacia esa reforma.

No obstante, este cambio sustantivo ha sido mal entendido por muchos o tendenciosamente interpretado por algunos ya que la norma aprobada incluye también la posibilidad de la reelección inmediata de quienes ahora son congresistas y aspiran a ser Senadores o Diputados en el nuevo Congreso a partir de 2026; y eso no está mal pues será el elector el que premie o castigue a quienes han sido buenos legisladores y quien deposite su confianza en aquellos en los que espera sean buenos, muy buenos representantes. La reelección inmediata queda así ya establecida.

Se ha entendido mal el asunto del número de legisladores y no es que se incremente innecesariamente la representación nacional en un país con más de 30 millones de ciudadanos. Creo que se ha dado un gran paso para mejorar esa representación y, como siempre, seremos los ciudadanos quienes decidamos quienes nos representan mejor y a ellos, les daremos nuestro voto. No deja de ser alarmante la ya proliferación de mini partidos o facciones y asociaciones que no harán - otra cosa y una vez más- que debilitar las fuerzas democráticas para correr el riesgo de encumbrar, por defecto, y como ya ha sucedido, a quien es el menos digno de asumir la más alta dignidad del gobierno, con las consecuencias que no quisiéramos tener que repetir. Pero, las apetencias de figuración o la falta de escalímetro para medirse frente a la propia realidad, parecen ser errores o pecados recurrentes.

La bicameralidad debe servir para elevar el nivel de nuestras leyes, en la medida en que una Cámara Alta o Senado será una instancia “revisora” sin que ello implique una duplicidad de funciones. Las sociedades que tienen un sistema bicameral, demuestran una producción legislativa de muy alto nivel y, sin duda, nuestro país lo requiere. Hay, además, una novedad muy interesante en la reforma aprobada y es que los candidatos que aspiran a llegar a la presidencia de la República, pueden, a su vez, aspirar también a una curul parlamentaria. Ello deberá, en la práctica, mostrar una coherencia al interior de los partidos y debería evitar la tan horrenda conducta de los tránsfugas, y significará tener a los propios líderes de los partidos o asociaciones que han participado en la lid electoral, asumiendo una acción y conducta política real frente a sus seguidores, en oposición a lo que sucede actualmente, que los supuestos líderes desaparecen del escenario, no bien se consuma y concluye el proceso eleccionario.

Sería, por demás deseable que estas reformas incluyeran el impedimento para que personas con condenas firmes y efectivas por delitos como terrorismo, tráfico de drogas, violación sexual, tráfico y abuso de menores y corrupción comprobada entre otros muchos cargos, pudieranparticipar en la vida política activa;aplicar algo parecido a lo que era el ostracismo en la antigua Grecia o lo que ahora se conoce como muerte civil. Ello, de hacerse efectivo, podría significar una mejor selección de candidatos, aunque siempre será responsabilidad de los partidos designar a sus mejores miembros, y esperemos que los tengan y que puedan mostrar una Hoja de Vida limpia y comprobable, para integrar las listas de aspirantes a las curules congresales, porque la falsedad en los datos que se presenta, ha de ser severamente castigada.

Estas reformas deberían también motivar a que ciudadanos probos y capaces se acerquen a la vida política con una vocación de servicio a la Patria, pues en este momento el Perú requiere de sus más idóneos y capaces ciudadanos.

Cecilia Bákula
18 de marzo del 2024

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