Nicolas Nadramia
La atención selectiva del progresismo
El discurso de la activista adolescente en la ONU
Hace unos días se presentó en la ONU una niña de 16 años protestando frente a empresarios, diplomáticos y jefes de Estado. La activista denunció que le habían robado el futuro, culpando a su audiencia por el calentamiento global y que el mundo hoy sea un tacho de basura, por la cantidad de residuos que se depositan en el mar, las zonas protegidas, el medio ambiente y la atmósfera. No voy a mencionar siquiera el nombre de la joven ni los negocios que posee su familia, que son completamente incongruentes con su discurso, según las notas publicadas el pasado martes por el diario Gestión y la revista Forbes; no la culpo a ella, sino a la ONU y diferentes organizaciones que están detrás de la tremenda payasada que la pobre niña hizo esta semana.
El calentamiento global, para empezar, lleva más de treinta años en la mira de científicos, políticos y académicos, y hasta hoy se mantiene el debate sobre si es un ciclo regular de la tierra o es causado por el ser humano. Sin embargo, no por ello vamos a tirar basura por todos los rincones del planeta ni contaminar los ecosistemas. Y hasta ahí podemos coincidir. Pero no se mencionaron los casos de deforestación en Perú, Bolivia y Brasil —por ejemplo—, en los que los principales responsables de la contaminación son las mafias dedicadas a la tala ilegal, tráfico de drogas, cultivo de coca y minería informal, que maltratan el ambiente y no cuentan con programas de recuperación de las zonas afectadas. Y aunque parezca mentira, estos son los principales contaminadores. Lo malo es que hasta ahora no se ha escuchado ninguna protesta frente a eso. El caso más conocido y reciente es el que lleva a cabo el criminólogo suizo Mark Pieth sobre la refinería Metalor, la cual adquiere oro ilegal para hacer sus trabajos.
La niña dijo que las políticas y soluciones necesarias aún no han llegado. Bueno, yo tengo más edad que la activista y puedo decir que las empresas, para desarrollarse, van a contaminar y utilizar recursos con tal de fabricar, distribuir y comercializar sus productos. Muchas exceden sus maneras de utilizar los RRNN.; no obstante, desde inicios del siglo XXI varias empresas (principalmente las más grandes) han empezado a desarrollar programas de Responsabilidad Social y a hacer un balance de los impactos sociales y ambientales que han generado sus acciones para así poner énfasis en donde mayor daño se ha hecho (para contrarrestarlo). Y esto no solo incluye el medio ambiente, sino también brindar mayor cantidad y mejores empleos a la población, reutilizar los recursos, escuchar y atender las necesidades de todos los stakeholders de la empresa, entre otros. Todo se embarca dentro del llamado “desarrollo sostenible”.
Un caso que puede servir de ejemplo es el Coca Cola. La transnacional estadounidense apunta a fabricar todas sus botellas con plástico reciclado en el 2030, y ya tiene una prueba con la botella de agua. Otro caso es el de Yara, líder en fertilizantes, que trabaja en una alianza público-privada de nombre “Corredor del desarrollo agrícola del sur de Tanzania”, que ha construido una carretera y modernizado el puerto de Tanzania, y que realiza sus ventas poniendo en el centro a los habitantes, a quienes ha incluido en su cadena de valor. Finalmente, puedo citar el caso de #SiembraConciencia, una iniciativa de la banda colombiana Bomba Estéreo, quienes buscan concientizar sobre la contaminación ambiental, destinando parte de sus ingresos a luchar contra ella, a promover el ecoturismo y a realizar eventos sostenibles.
Volviendo a la activista y su discurso en la ONU, no faltaron los medios de comunicación que propagaron la noticia y consideraron a la joven como un “símbolo” de resistencia. Es cierto que lo que ella dijo es de interés público, pero utilizan el discurso para que la gente se concientice sin analizar las causas. Buscan cambiar hábitos a la fuerza sin ver el otro lado: la responsabilidad social y los negocios turbios de la mafia, entre otros. Son pocos los medios de comunicación que han realizado reportajes tratando los temas mencionados en el segundo párrafo, y lo han adjudicado a una de las causas de la contaminación y el calentamiento global. Es más fácil echarle la culpa al empresario que ganó su dinero de manera honesta, y así repetir el discurso progresista con el que hoy la mayoría de centennials simpatiza.
Hoy en día la ONU ha pasado de ser una organización por la paz y el desarrollo mundial a una cuna de progresistas hipócritas que solo actúan a la par de la agenda de diferentes colectivos. No culpo a la niña, lo reitero, pero es fácil hablar de “destrucción de sueños e infancia” viviendo en un país con un IDH muy alto, una educación y sistema de salud de primer nivel y uno de los mejores para hacer negocios. A quienes sí les robaron los sueños y la infancia es a los venezolanos, nicaragüenses, cubanos, argentinos, nigerianos, sirios y hasta compatriotas nuestros, que viven bajo dictaduras genocidas, gobiernos corruptos y una pobreza brutal. Si no, pregúntenle a los más de 800,000 venezolanos exiliados en nuestro país.
Volviendo a la ONU y rescatando la idea de este último párrafo, Miguel Bosé tuvo que insultar a Michelle Bachelet para que recién la entidad global visite y analice la situación de la dictadura chavista, y aun así mantiene como embajador venezolano a un impresentable como Samuel Moncada. Hasta hoy se espera que los cascos azules entren a Venezuela y Nicaragua para derrocar las autocracias comunistas. Y no lo hacen. No se puede hablar de imparcialidad y concientización a partir del discurso de una escolar que ni siquiera tiene idea de cómo es el mundo; ni hablar sobre “concientización” o “políticas necesarias” dándole la espalda a temas que tienen la misma –e incluso mayor- urgencia que el calentamiento global y la contaminación.
Hay que salir de la burbuja de vez en cuando, estimados activistas. No basta ver los reportajes que puede hacer National Geographic, leer las páginas ambientalistas ni oír lo que dice Leonardo Di Caprio. Debemos ver ambas partes, investigar bien qué hacen las empresas y analizar las causas de lo que ocurre en el mundo. De todas formas, pienso (y tengo la seguridad de que muchos coinciden en esto) que la lucha para preservar el medio ambiente no debe tener colores políticos, y que todos podemos hacer algo.
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