Nicolas Nadramia
La derecha que el Perú (y su política) necesita
Somos un país de caudillos
No hay que ser un experto para darse cuenta de que los partidos políticos en el Perú existen en la teoría, mas no en la práctica. Si a uno le mencionan el nombre, por ejemplo, de Fuerza Popular, inmediatamente se le vendrá a su mente la familia Fujimori. Lo mismo ocurre si se menciona al Apra: Alan García hoy y Haya La Torre en los años cincuenta del siglo pasado. El Perú es un país de caudillos: todos los movimientos, frentes y partidos se limitan a describir, más que la ideología, a una persona.
No es raro ver que en las encuestas el 34% de peruanos viciaría su voto y el 17% aún no se decida por qué partido votar en las elecciones parlamentarias de enero. Pero sí hay una simpatía por un candidato específico, que en algunos de los casos (Alberto de Belaunde), y en algunos terminan siendo incluso contrarios a las posturas de las agrupaciones que los representan.
El Apra por definición vendría a ser un partido socialdemócrata que pide en el libro “El anti imperialismo y el Apra” el control de las industrias y luchar por las clases medias y pobres. Pero tiene en su lista a Mijael Garrido Lecca, quien viene a ser un liberal en lo económico y en lo social), con lo cual sería lo opuesto a un estatismo industrial.
El escenario, como vemos, es complejo; sin embargo, la postura del “sentido común” –definida por José Antonio Kast, político chileno, en nuestro país– debe tener las siguientes consideraciones. En primer lugar, ser lo suficientemente tajante con los delitos de la dupla Fujimori-Montesinos como lo es con Sendero Luminoso y la dictadura venezolana. Indignarse con la corrupción, el narcotráfico y el control de prensa de la postura contraria. Y no hablar o menospreciar la huida del ex mandatario en el año 2000 y la red de corrupción de Montesinos no hará más que perder la credibilidad del movimiento. Lo mismo en otros países (Pinochet, Franco o Videla). Se debe ser coherente, ya que un asesinato no tiene colores políticos, ni en defensa propia, a menos que se sepa fundamentar con argumentos sólidos (el caso de Chile y Bolivia hace dos meses, donde el Estado de Derecho era el principal argumento para oponerse a uno y apoyar el otro).
En segundo lugar, se debe trabajar de manera ardua en la misión, propósito y los valores sociopolíticos, basados en el contexto actual de las elecciones que se presenten, que serán los que representarán a un partido para que las personas, en lugar de seguir a un caudillo, lo hagan a un concepto que se apegue a sus propias creencias y valores. Y todo ello mediante un plan de comunicación que transmita de manera continua, veraz, diferente y auténtica los elementos antes mencionados para hacer crecer la autenticidad y definir bien los problemas del país, las causas y efectos del mismo y las soluciones correspondientes para cada uno. Una persona, por propio sentido común, no es eterna; pero los ideales, valores y conceptos sí lo pueden ser a través del tiempo. Y claro está que los mismos deben defenderse con convicción, datos y respeto, ante todo. No se debe perder la autoridad ni la humildad.
Finalmente, se debe dejar a cada experto trabajar en su campo: el plan económico a los economistas, el plan social, a los sociólogos; el marco legal, a los abogados; el aspecto cultural a un gestor que trabaje en el campo mencionado; el sector agricultura a un agricultor o experto en agro negocios; y el sector minería a una persona con amplia experiencia en minas, por poner ejemplos. En toda nuestra democracia siempre dejamos que el candidato, por su cuenta, termine cubriendo todas las soluciones, cuando solo es una pieza más dentro del proyecto y su cultura corporativa. Mas no un Dios que vendrá a solucionar todo los temas.
No está demás también especificar que al vender un partido, por así decirlo, no debe ir a buscar votos como meta principal, ni mucho menos venderse como la “opción para que el contrario no entre”. Al contrario, se debe construir una relación con los cuatro agentes económicos (familia, empresa, gobierno e individuo) y ofrecer un cambio que ponga al ciudadano por encima de todo, haciéndole entender que él puede cambiar su situación personal, la de su familia, la laboral suya y finalmente la de su entorno, recordándole la misión, propósito y valores sociopolíticos antes mencionados de manera continua.
Recordemos que solo el 30% de la PEA es formal, lo que hace entender que la gran mayoría no está interesada en la política a causa de la desconfianza, consecuencia de los malos manejos, promesas no cumplidas y, sobre todo, la falta de visión en opinión personal. No dejemos de ver al Partido Demócrata de Estados Unidos y su campaña política en el año 2008, con Barack Obama, en la que más que buscar el apoyo a su candidato se trabajó sobre el mensaje, idea y concepto que apuntaba a que la gran mayoría de personas fueran a participar de las elecciones. La victoria, gracias a eso, llegó hace once años.
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