Cecilia Bákula
Kuelap renace
Con un importante trabajo de restauración, conservación y mantenimiento
Hace tres semanas se cumplió el tan ansiado viaje de retorno a Chachapoyas, luego de varios (demasiados) años sin haber vuelto a esa hermosa ciudad de la región Amazonas. Una ciudad enclavada entre la cordillera y la zona de intensa vegetación al estar en la ceja de la selva amazónica norte de nuestro país. No más llegar uno se percata que ha llegado a un lugar de equilibrio y paz. La ciudad, que es también la capital, ha sabido mantener mucho de su arquitectura tradicional, no hay mototaxis, ni bulla desmedida, ni cables colgando por todas las esquinas y se respeta con bastante rigor la cota de altura de los inmuebles en el centro histórico.
Si bien se trataba de un viaje de relativo descanso, fue estupenda la compañía de Carla García y ver, sin acciones pre establecidas, el cariño que la gente le demuestra. Nuestra intención era volver a visitar el Museo Comunitario de Leymebamba y, por supuesto, llegar a Kuelap que debemos dejar de llamarla como “fortaleza” para entender que se trata de un recinto que merece más bien el calificativo de santuario. Y, de inmediato, uno se percata, también, que hay muy poca afluencia de visitantes y quizá, es que el monopolio de la ruta aérea ha elevado mucho los costos del pasaje y eso es algo que nunca lleva a buen fin. Claro que a Chachapoyas se puede llegar desde Chiclayo o desde Cajamarca, pero es necesario hacer un llamado de atención al estado en que están las carreteras que más bien y tal como nos lo dijeron allá, se trata de vías carrozables que dejan mucho que desear y todo el aspecto de conectividad, aleja innecesariamente a ese espacio extraordinario y rico de nuestro país.
La visita al Museo de Leymebamba fue un placer, salvo por las casi tres horas de tumbos en la vía. Gracias a las gestiones siempre gentiles de la doctora Sonia Guillén, nos esperaban dos personas extraordinarias: Sebastián Tejedo y Emperatriz Alvarado. Qué pasión la de ellos por su trabajo responsable y cuidadoso y cómo resienten la poca afluencia de público. Ese Museo está asociado a los estudios y descubrimientos dirigidos por la Dra. Guillén en el Centro Malqui en la Laguna de los Cóndores; hoy en día, llegar hasta allá es difícil y caro porque hay, también, un monopolio en el manejo de esa ruta. Las salas, elaboradas con materiales que armonizan con el espacio y la región, muestran las riquezas que provienen de esa zona; todo exhibido con mucho cariño y se nota dedicación en cada una de ellas, incluyendo el extraordinario espacio, climatizado y seguro en donde se encuentran los fardos/momias que son aún objeto de investigación y estudio. El pueblo de Leymebamba tiene una iglesia hermosa de piedra, una plaza muy acogedora y son tradicionales unos helados artesanales. Debo señalar que si la vía estuviera mejor, habríamos podido llegar al Museo de Lamud, en la provincia de Luya, así como llegar hasta las extraordinarias cataratas de Gocta, pero la realidad, a la que parece hacer ojos ciegos el MTC, no facilitan el desplazamiento.
En toda la región se puede uno deleitar con platos de la zona; en Tingo, tuvimos un almuerzo tardío, pero contundente y tuvimos en todo momento la compañía de José Trauco, a quien me une una buena amistad desde los tiempos del eficiente Instituto Nacional de Cultura y contamos con la ayuda de Paul Vereau quien se desempeñó a la altura en la conducción de la movilidad, en una realidad repleta de de obstáculos, huecos y hasta deslizamientos.
La visita obligada y esperada era a la llaqta de Kuelap, a la que dejaremos de denominar como fortaleza. Una hora y media de trote hasta llegar a Nuevo Tingo, en donde está el punto inicial del sistema de telecabinas. ¡Qué ilusión teníamos!. Allí estuvimos acompañados por dos excelentes profesionales: Hernán Hurtado que es arqueólogo y candidato a un doctorado, que se desempeña actualmente como docente en la Universidad Nacional de la Amazonía y el arqueólogo José Bastante, director técnico del sitio de Kuelap. Su presencia, explicaciones y visión del conjunto fueron de mucha importancia.
Es necesario señalar que en el lugar de pago del servicio de telecabina, desconocen la modernidad… se niegan a aceptar cualquier tipo de pago que no sea dinero en efectivo y, es fácil comprender que una vez allá, no hay cómo regresar a la ciudad a tener ese dinero. Se trata de un capricho innecesario y de una traba para muchos visitantes y de una incapacidad de gestión. En las telecabinas todo está muy bien, limpias, adecuadas y el viaje toma unos 22 minutos que permiten apreciar la extraordinaria vegetación de la zona.
Llegar a Kuelap fue un deleite. Allí todo parece funcionar casi como un reloj. Destaca la limpieza del lugar, la claridad del mensaje que se transmite en la sala de interpretación y la calidez de las personas que trabajan allí. Allí, en la explanada anterior al ingreso mismo a la llaqta, hay 2 o 3 puestos de venta de productos de la zona y una mini cafetería. En todos esos puestos aceptan tarjeta y pago electrónico, en contraste con la boletería de las telecabinas… que, además, significan ahora un desmedro para los pueblos cercanos ya que los visitantes obvian la ruta por tierra, máxime cuando se encuentra en tan deplorable estado.
Como se recuerda, Kuelap tuvo un momento de aguda crisis cuando uno de los torreones colapsó y, prácticamente, se vino abajo. Hoy, se ve un importante trabajo de restauración, conservación y mantenimiento y hay mucho orden en el establecimiento de senderos que llevan a los visitantes por una ruta ya establecida. Escuchar las explicaciones del arqueólogo José Banstante marcó, sin duda, la diferencia e hizo de esa visita una experiencia extraordinaria.
La llaqta está a 3000 m.s.n.m. y la visita implica una larga caminata, aunque se puede llegar a caballo hasta un punto de acceso y a pesar de que nos tocó una lluvia torrencial, volver a ese extraordinario espacio tan rico en belleza natural, en mensaje de sus habitantes, sus patrones habitacionales y estructuras arquitectónicas fue muy enriquecedora y permitió ver que el sitio arqueológico está muy bien atendido; allí se desarrolla un trabajo técnico serio, con miras a la total puesta en valor de todo el conjunto y con atención a los visitantes que, ojalá, alcance el número de quienes iban a Kuelap antes del 2019.
Los tesoros que el Perú posee son impresionantes, exquisitos y únicos. Falta una acción seria y comprometida de los diversos sectores del gobierno para que haya un despegue importante en el flujo de turistas nacionales y extranjeros.
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