Rocío Valverde

Japonismo

La cultura japonesa nuevamente en el centro del interés mundial

Japonismo
Rocío Valverde
17 de septiembre del 2018

 

Sentados en la mesa de un pub, una pareja australiana nos contaba historias de su largo viaje a Japón. “Se le ha quedado lo de hacer reverencias al hablar”. Los demás comensales no podíamos ocultar que nos consumía la envidia, pues todos los congregados en la mesa, aunque por diferentes motivaciones, tenemos en la mira un viaje a Japón. Algunos nos queremos poner las botas hartándonos de sushi y sopa miso, otros quieren ver los colores de la flor de cerezo y experimentar la ceremonia del té, los aficionados al anime quieren ir al centro Pokemon.

Creo que estamos viviendo la tercera o cuarta ola de japonismo, y las calles son testigo de ello. Hasta hace unos años los restaurantes de sushi eran una pequeña joya en el mar de comida beige. La idea de comer pescado crudo sobre una pequeña masa de arroz frío daba repelús, y no había forma de convencer al público acostumbrado al churrasco con papas fritas de que la simpleza de la comida era cool. Ahora el sushi se ha convertido en la comida rápida saludable que devoran los oficinistas, y son pocos los millennials que no han visto el documental “Jiro, sueños de sushi”.

La fascinación por Japón se extendió por Europa al comenzar la restauración Meiji. Japón abría sus puertos al mundo luego de 200 años de aislamiento. Los europeos estaban impresionados con la porcelana y la estampa japonesa. La influencia de esta última se puede apreciar en el arte de Vincent Van Gogh, James Whistler, Claude Monet, Edgar Degas, Paul Gauguin y Henri de Toulouse Lautrec. Van Gogh coleccionaba estampas japonesas del mundo flotante, quizás estudiando el intenso contraste de los colores, las líneas negras gruesas que delineaban los dibujos, la falta de sombras, dimensión y horizonte. ¿Hubiéramos tenido los cuadros del almendro en flor, el puente bajo la lluvia, la habitación en Arles o el autorretrato con la oreja vendada sin la influencia de la estampa japonesa? Ciertamente no, pues el mismo Van Gogh le dijo a su hermano Theo que todo su trabajo se basaba en cierta medida en el arte nipón. ¿Qué diría Van Gogh si supiera que de alguna rarísima manera se cambiaron los roles, y que su cuadro de girasoles fue recreado con distintas piezas de sushi?

Este fin de semana he ido al Museo Ashmolean, en Oxford, con la intención de visitar una exposición de magia y brujería. Pero al pasar por uno de sus tantos pabellones descubrí que había salas dedicadas a la era Edo y Meiji. Cerámicas, trabajos lacados, un traje de samurái, una sala de té, biombos y estampas adornaban las salas. Este sentimiento que me recorre el cuerpo debe ser exactamente lo que sintieron aquellos curiosos que visitaron la exposición universal de París en 1867.

He llegado a casa a dibujar y mezclar colores azules, buscando componer una gran ola. He lamentado una vez más no tener una pizca de sensibilidad artística. He vuelto a hacer cuentas y a preguntarme una vez más si puedo fundirme un tercio de mis ahorros para explorar Japón por un mes. Este es el momento del regateo.

 

Rocío Valverde
17 de septiembre del 2018

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