Hugo Neira

Informales, el compromiso con el atraso

Los problemas estructurales de la sociedad peruana

Informales, el compromiso con el atraso
Hugo Neira
31 de mayo del 2020

Sobre la situación crítica que estamos pasando, en este diario libre El Montonero, expongo lo que he expresado oralmente en la XCI Cátedra Perú (USMP) a la que me invitó Hugo Guerra. Fue una sesión que se llamó «perspectivas sociales, económicas, políticas y educativas tras la cuarentena». De manera virtual, vía Zoom. Confieso que no me ocupé de la estrategia sanitaria del actual gobierno, por ahora, no. Tarde o temprano, la pandemia terminará por irse, vencida por la ciencia y los médicos, o bien por la misma naturaleza. Ya ha ocurrido, las pandemias desaparecen. Lo que sí se va a quedar es la informalidad. El gran mal del Perú no es la pandemia, al fin y al cabo, universal. Sino su inmóvil estructuración social. El Covid-19 nos ha puesto al desnudo. Frágil el Estado. Frágil el mundo informal. Frágil país el Perú. 

He sostenido y firmo y confirmo, la estructura social del Perú actual es un gigantesco error. Dije en esa noche del martes 26, «nos hemos acostumbrado a una economía paralela a la normal, con lo cual no podremos nunca dar el salto a la modernidad, como lo han hecho los países asiáticos». Recojo, pues, parte de esa exposición oral, sin grandes modificaciones, acaso porque escribo como hablo y hablo como escribo. 

Se ha hablado de la informalidad mucho y acaso demasiado. La han visto como un asunto económico y social. Algo tiene pero discrepo. Es más un asunto de demografía y de puestos de trabajo. 

1. La gran migración. Algo gigantesco. Basadre la llama, «las ojotas porfiadas». Por mi parte en uno de mis libros, «las placas tectónicas» (El águila y el cóndor, 2019, p. 491). Idea de la historia social de Braudel, las sociedades pasan por cambios lentos y casi invisibles pero decisivos. En nuestro caso peruano, el traslado espontáneo de millares de personas y familias del campo a la ciudad y de las ciudades a Lima. En 1940 se realiza el primer censo peruano del siglo XX y arroja una población de 7 023 111 habitantes. El porcentaje de analfabetismo era de 57%. Pero no se tomaba en cuenta lo que iba a revolucionar la vida peruana, las migraciones. Sin embargo hay gente que le atribuye la culpa a Velasco Alvarado. ¡Qué tontería! El primer libro sobre los asentamientos, es de Matos Mar, en 1957. Velasco en el poder, en 1968. No fastidien, «el flujo migratorio surge en San Cosme - El Agustino, y en torno al Mercado Mayorista, y se ramifica en las faldas del cerro San Cristóbal» (Matos Mar). Desde 1955, fuera del casco de la ciudad, en el desierto costeño, surge la «barriada». Observemos bien su sentido, no es un «barrio», eso que llena la literatura de Julio Ramón Ribeyro y de Mario Vargas Llosa.

2. ¿Cómo nos acostumbramos? Los ambulantes, para los que vivíamos en barrios, de oligarcas o clase media, su comercio se hizo habitual. No era necesario ir a las barriadas, llegaban a la capital pedaleando en triciclos desde Villa El Salvador, atiborrados de frutas y cultivos, tomates, yucas, choclos, papas. Venta de casa en casa. Luego, abrieron calles enteras llamadas mercadillos. Luego Gamarra, de todo. Un estamento nuevo de comerciantes, hasta el día de hoy.

3. La barriada se instala. No es una revolución, es una migración. Fue a la peruana, la forma de ampliar los distritos. Además, el migrante era mano de obra para la construcción y diversos oficios manuales. Y empleos en hogares. ¿Qué familia de clase media no tuvo alguna empleada? Entre tanto, los diversos gobiernos los apoyan. ¿Cómo no hacerlo? Eran zonas eriazas. Por lo demás, a medida que se instalan, muchos se vuelven alfabetos y entonces cuentan en las urnas. La política se interesa por esa masa de recién llegados y surgen las ‘clientelas’. Y lo informal crece. 

4. Es un debate. En partidos y universidades, en la «intelligentsia», Carlos Franco, «un alumbramiento», en un texto brillante «Exploraciones en la otra modernidad, de la migración a la plebe urbana», enero de 1990. Matos Mar ve un problema para el Estado: «el desborde». También lo cree un movimiento de las izquierdas. Franco nota algo que llama «la sustancial ambigüedad». «Diferentes grupos, intereses y organizaciones, estilos de actuación pública en que se expresan los migrantes avecinados en Lima». Los quiere ver como de izquierda, pero tomaron otros rumbos. ¿De izquierda? Esos marginales de Tacora, Paruro, Gamarra, «son un conglomerado productivo-comercial» (Franco). O sea promercado y el capitalismo. El que atina a entenderlos, es Hernando de Soto. Ve en ellos los empresarios modernos. 

5. ¿Cómo lo vemos hoy? En estos días, he escuchado a de Soto y al alcalde de La Victoria, George Forsyth, en una videoconferencia. Fue la mejor de las disertaciones que le haya conocido. «Los informales, son personas que viven en un país capitalista, ellos son capitalistas y no pueden capitalizarse» (De Soto). Y habla, esa magnífica noche, de «bufetes de abogados» y «lobbies» que impiden que se formalicen. En cuanto al alcalde, fue una lección de lo difícil que es ocuparse de La Victoria cuando el aporte del distrito es de S/. 102 millones al Foncomún, y el gobierno central le asigna apenas S/. 6 millones. Ese dato feroz, lo tenemos en El Montonero, en un artículo reciente de Guillermo de Vivanco. 

6. ¿Solo un problema de empleos? Durante casi noventa años, la economía informal ha sido una columna de empleos precarios pero numerosos, representando un 61% del empleo en 2007. Pero, amable lector, vea el cuadro que acompaña este artículo. El sector informal aporta solo el 19% del PBI en 2007, y en cambio, el sector formal, el 81%. Estas cifras están en los tomos que publica el INEI. También nos dicen que lo informal está compuesto por actividades comerciales, transportes, restaurantes y alojamiento, y sin embargo, baja productividad. La paradoja peruana: la mayoría tiene chamba que no produce plusvalía, apenas dinero para sobrevivir. Llega una crisis y no tienen cómo comer¡! Y la minoría hace casi el total del PBI. 

7. Volviendo a la demografía. Lo siento pero tengo que acudir a una anécdota. Durante el velasquismo, invitaron a Raúl Vargas, Hernando Aguirre Gamio, y el que habla a un viaje a Pekín. Era todavía la China de Mao. Mucho podría decir de ese viaje, pero reduzco mi impresión a un solo tema. Recibimos una lección. La relación entre demografía y pasiones políticas. Nos explicaron que para vencer las hambrunas, controlaron el crecimiento demográfico hasta que la curva de la producción de alimentos estuviera sobre la curva de población. Al tiempo que se industrializaban. Por eso pienso entonces que en 1960 la población peruana era de unos 10 millones. Hoy somos tres veces más y la oferta de buenos empleos no ha avanzado. Más de 3 millones de peruanos se fueron al extranjero. Yo uno de ellos. ¿La razón? El sistema de producción sigue siendo el mismo. Producción primaria, minera y algo de exportaciones de cultivos. Este país no está en el siglo XXI.

Conclusión. Hay dos países. Ya no costeño o serrano, ni rico o pobre sino quién está en planilla y quién no. «Perú dualista». El error consiste en no vincular los efectos del crecimiento demográfico a las anacrónicas formas de producción en el Perú actual. La informalidad no es el camino al progreso. No somos una nación, ni tenemos un Estado moderno. Ni sombra de ingresar a las olas de la revolución industrial, como lo han hecho en Corea del Sur (27 mil dólares per cápita), Taiwán (20 mil), Singapur que no tiene agricultura sino industria y servicios, con un per cápita de 56 mil dólares. ¡No tienen informales ni tampoco minas! La cruel paradoja es que los así llamados —descendientes de los indígenas— son nuestros judíos. Están pero no son. El actual sistema, que es perverso, no quiere incluirlos. Es cierto, también, que muchos no quieren abandonar su cómoda marginalidad. Pero ya han visto lo que ocurre cuando salimos de la rutina. Las Pymes parecen superiores, pero como se ve en el cuadro, es una minoría la que tiene productividad y ganancias. Nos hemos equivocado, la movilidad social se ha logrado en otras sociedades, desde la educación. Para sobrepasar ese espejismo de falso progreso se necesita proyectos y modificaciones que no caben en esta modesta reflexión.

Hugo Neira
31 de mayo del 2020

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