Delia Muñoz

Inés Muñoz: conquistadora, gourmet y beata

Su significativo aporte a la cultura y educación en el Perú

Inés Muñoz: conquistadora, gourmet y beata
Delia Muñoz
05 de marzo del 2020


Una mujer fuerte y curiosa, que se ganó el respeto de las nuevas tierras peruanas en el Virreinato, eso y mucho más fue Inés Muñoz, quien llegó en los albores de la conquista, de la mano de su esposo, Martín de Alcántara, hermano de Francisco Pizarro. Con ellos vivió las vicisitudes de la captura del inca Atahualpa, la fundación de Lima, el mestizaje de la comida, el cultivo de los frutos añorados (como la vid y el trigo), la crianza de los hijos legítimos del marqués y el horroroso episodio de su asesinato junto a su esposo. En ese aciago momento defendió sus restos y la vida de sus sobrinos, logrando posteriormente la condena de los almagristas responsables. 

La joven viuda se quedó en sus extensas y queridas tierras peruanas, se volvió a casar con Antonio de Ribera y se dedicó a la siembra de plantas y árboles, a la par que realizaba labores benéficas y se ganaba el cariño de la naciente sociedad peruana. Escribió un libro, que se titula Diario de Inés Muñoz (1), pieza riquísima que pretende ser un recuento de sus actividades domésticas; sin embargo, es una guía de recetas de cocina, un recuento de los frutos y costumbres nativas. Pero lo más importante es que formula una serie de referencias de los momentos cumbres de la conquista.

La imagino fuerte y bravía en Cajamarca, sabiendo que está haciendo historia, cuando escribe en su diario sobre Atahualpa, “El inca viste muy bien, las telas empleadas en sus vestidos son de increíble calidad (…) Atahualpa en persona luce más joven, tiene buena estampa a sus 33 años”. Sobre las mujeres nativas percibo cierta admiración cuando anota: “Me ha sorprendido notar que existen numerosas mujeres que son jefas de sus tribus. Algunos las llaman capullanas y las tratan con mucha deferencia y respeto, ellas usan con mucha propiedad su poder y autoridad. Es algo que debemos aprender los españoles”. 

Expresa en forma directa sorpresa, incertidumbre y temor cuando reafirma la decisión de Pizarro: “Ordena la muerte de Atahualpa después de un juicio rápido. Se le acusa de fratricidio, por haber ordenado la muerte de Huáscar. Idolatría, poligamia y conspiración contra los españoles. Ha quedado olvidada la palabra empeñada de libertad, tras recibir el cuantioso tesoro del rescate”. Siento su voz trémula que refleja en las frases al escribir “29 de julio, día del magnicidio. Es un día terrible. Atahualpa es bautizado y luego ejecutado en Cajamarca. Nos ha afectado a todos este hecho. No lo comentamos, cada uno mastica su conciencia”.

En su narración conocemos de la fundación de lo que será la capital del nuevo virreinato en el asiento del curaca de Lima, Taulichusco. Nos recuerda que la catedral se erige sobre las bases del templo Puma Inti; que luego se dividió la ciudad en 117 lotes urbanos y se dio inicio al funcionamiento del Cabildo.

Doña Inés recibía las plantas y granos que venían de sus lejanas tierras de origen. Pero no solo preparaba los ansiados platos ibéricos, sino que se dedicaba a preservar las semillas y a sembrar los frutos anhelados; como el trigo, que permitió volver a tener pan y a que este alimento se difunda. En sus predios de la Huerta Perdida tenía vid, olivos, higos y otras plantas traídas de España. A la par, como gran administradora del hogar, era una gourmet y, de la mano de las princesas incas aprendió a usar la muña, el choclo, el ají, el pescado, la carne seca y la chicha. Sus especiales dotes para la cocina y el gran mestizaje o primera fusión realizada en estas tierras, se encuentra en la tradición “La Ceres Peruana” de Don Ricardo Palma(2).

En sus recuerdos del diario, nos expone la creación de las encomiendas para regular el trabajo de los naturales, y anota que las tasas que se les imponen los colocan en una situación peor que la anterior. También advierte la existencia de una liana llamada “soga de muerto” por los nativos, que posee poderes calmantes y alucinógenos: se trata nada menos que del ayahuasca. Todo ello, y más, lo relata en un gran viaje que realiza a España, después de lo cual, por su riqueza, levanta el celo de los reyes y nobles que van a buscar la expropiación de sus bienes en Pachacamac y Lima.

Muere su segundo esposo, y se dedica a la beneficencia. Pero sobre todo a la educación de las niñas y a acoger a jóvenes mujeres. En esos años solicita permiso para donar sus bienes y crear un monasterio, el cual se construye bajo el nombre del Monasterio de la Concepción (3), del cual es su benefactora hasta su muerte. 

En estos días en que se rinde homenaje a la mujer y se reclaman por nuestros derechos, es refrescante recordar la presencia de una mujer que, cumpliendo los roles que le habían asignado, aportó a la cultura y la educación. 

1 El Diario de Inés Muñoz, el Encuentro de Dos Mundos (de 1533 a 1594)
2 PALMA, Ricardo, Tradiciones Peruanas, Primera Serie.
3 Monasterio de la Concepción de Lima, Proyecto Estudios Indianos.

Delia Muñoz
05 de marzo del 2020

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